En más de un sentido se puede plantear que la precandidatura del multimillonario estadounidense Donald Trump a la presidencia de su país es un fenómeno cultural digno de interés, pero, más allá de eso, entre la sucesión de noticias tragicómicas referidas a la actividad política del empresario hay varias que se refieren, literalmente, a su natural pero conflictiva relación con el mundo del espectáculo y el entretenimiento. En estos días se publicaron dos.
Por un lado, la exitosísima cantante inglesa Adele expresó su molestia por el hecho de que Trump hubiera utilizado su canción “Rolling In The Deep”, del disco 21, en un acto de campaña realizado la semana pasada en la localidad de Lexington, Carolina del Sur. Un portavoz de la artista dijo a medios de comunicación británicos que ella nunca autorizó el uso de su música con fines partidarios y que no desea que Trump reitere esa acción publicitaria.
El aspirante a la postulación presidencial del Partido Republicano estadounidense se ha declarado fan de Adele, y aunque no hay ningún motivo para poner en duda que lo sea, también es claro que elegir esa canción fue una movida potencialmente redituable, ya que la cantante, de 27 años, es uno de los mayores fenómenos de popularidad y ventas de discos de los últimos años. En todo caso, resulta indudable que la asociación de las imágenes de Adele y Trump puede ser más beneficiosa para él que para ella.
La otra noticia es que un librito de 21 páginas titulado Trump Temptations: The Billionaire & The Bellboy (“tentaciones de Trump: el billonario y el botones”), escrito por el joven comediante estadounidense Elijah Danielm y cuyo precio es de dos dólares, se ubicó en los primeros puestos de dos rankings de la cadena Amazon. Eso también podría ser buena publicidad para Trump, pero hay que tener en cuenta que se trata de rankings de literatura erótica, y que el relato es una ficción sobre la relación homosexual entre el magnate y un empleado de uno de sus hoteles, escrita, según su autor, en cuatro horas y bajo el efecto combinado de vino barato y una variedad de marihuana llamada Banana Crack.
“Todos los personajes de este libro son ficticios, incluyendo a los basados en personas reales”, advierte Daniel en las primeras páginas, seguramente previendo la posibilidad de que los abogados más caros del mundo sean lanzados contra él. Y agrega, humorista al fin: “Todo en este libro es falso. Y, después de este libro, probablemente el amor de mis padres por mí también será falso”.
Trump, que no se caracteriza por ser un entusiasta de la llamada “agenda de derechos”, se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo y no fue muy original cuando aseguró en 2011, para contrarrestar acusaciones de homofobia, que tiene “muchos amigos fabulosos que por casualidad son homosexuales”.