Ésta es una película de superhéroes de Marvel en asociación, como siempre, con una major (en este caso, la Fox). Pero es atípica en varios sentidos: en Estados Unidos fue calificada como “R” (acceso restringido para los menores de 17 años, que sólo pueden entrar a verla si los acompaña un adulto responsable; en Uruguay, por lo general menos histérico y menos puritano, es restringida para menores de 15). Es la primera película de Marvel a la que se asignó esa calificación, que por consiguiente deja afuera a gran parte de la platea potencial de películas de superhéroes, y por eso no parece casual que el presupuesto, de unos 50 millones de dólares, sea aproximadamente la mitad del de los blockbusters de esa corporación de historietas y franquicias cinematográficas. Más en la superficie de la película propiamente, pero en forma vinculada con los factores ya mencionados, está su carácter un poco distinto, que deriva del personaje de las historietas: un humor mordaz, carácter satírico/paródico, palabrotas, sexo, violencia.

Deadpool es un personaje surgido en el entorno de los X-Men. Es curioso el hecho de que su personalidad algo turbada (las circunstancias que le otorgaron superpoderes también lo dejaron medio mal de la cabeza), combinada con un sentido del humor corrosivo, haya terminado afectando el estilo de sus historietas solistas, que se plasma aquí. Una de sus características fue la rotura de la “cuarta pared”, es decir, con frecuencia el personaje de las historietas miraba al lector (aquí mira a la cámara) y hacía un comentario para nosotros. En esta película habla sobre lo predecible de algunos elementos de la trama, sobre los clisés o sobre el momento en que debe entrar la música incidental. Los créditos de presentación, en vez de contener los nombres de los actores y técnicos, se limitan a especificar sus roles: “una chica hot”, “un villano británico”, “un personaje de animación por computadora”, etcétera, todos dirigidos por “una herramienta sobrerremunerada”. Hay chistes casi internos referidos a los autores del cómic en que se basa el film o destinados a los fanáticos de las historietas en general (los hay a raudales, pero también es un conjunto que excluye a mucha gente), así como un montón de referencias humorísticas a películas (El padrino, Oldboy, la franquicia Taken, Un experto en diversión, Pesadilla, 127 horas y muchas más). En el momento de ponerse su traje de superhéroe, Wade (identidad civil de Deadpool) comenta que ojalá que no sea verde y que no sea animado (en referencia al traje que el mismo actor, Ryan Reynolds, usó cuando encarnó a Linterna Verde -personaje de la DC, rival de Marvel- en otra película, y que no era un elemento físico de vestuario, sino un efecto de computadora).

Wade/Deadpool sobre todo es ácido con sus propias desgracias, y se rehúsa a causar piedad. Su manera de seducir a Vanessa es a través de chistes pesados sobre cómo supuestamente ambos fueron víctimas de abuso en la infancia. Cuando se entera de que tiene un cáncer terminal, habla de ello en términos siempre chistosos. La cura le otorgará superpoderes, pero además de ciertos problemas mentales le deja el rostro permanentemente deforme. Entonces le pregunta a su amigo qué tan feo está: “¿Parezco un testículo con dientes?” El otro contesta: “Parecés Freddy Krueger después de haberle hecho sexo oral al mapa topográfico de Utah”. Algunos de los chistes sólo tienen gracia si entramos en ese paradigma tan yanqui de reglas de comportamiento socialmente muy delimitadas: oh, el tipo usa un reloj de Hora de aventura; oh, el tipo escucha una canción totalmente out de lo que a “nosotros” nos parece cool... Jajaja.

De Humphrey Bogart en adelante sabemos que el mal humor ácido y antisentimental suele ocultar una persona que, bajo su capa de dureza, tiene un corazón blando. Como los jóvenes rebeldes de espíritu rocanrolero que solían encarnar James Dean o Marlon Brando, que pataleaban contra todo y se portaban (tenuemente) mal, pero todos sabíamos que eran los muchachitos más buenos que había, y que su interfaz ruda no era más que una forma de timidez propiciada por circunstancias difíciles.

El film en sí mismo es como su personaje: en el fondo es una película de superhéroes con todas las de la ley (tal como anunciaban con franqueza los créditos iniciales). Como buen puntapié inicial de una probable franquicia, cuenta los orígenes, incorpora a unos colegas que prometen armar un equipo (en este caso son otros X-Men: Colossus y Negasonic Teenage Warhead), incluye una historia de persecución y venganza y varias escenas de acción que culminan con un buen showdown. Termina siendo tan conformista con su propio género que a veces la mentada interfaz dura puede lucir como una afectación: ya no es como los personajes de Dean y Brando, sino como alguien que se dio cuenta de la fascinación que esos personajes ejercen, y prueba la pose de rebelde amargado directamente con miras a causar ese efecto. En este sentido es algo bastante vacío, aunque muchos lo encontrarán divertido (muy especialmente los de 15, a quienes la clasificación uruguaya de edades tiene a bien admitir en las salas).

De todos modos, aun conscientes del artificio, éste implica algunas ventajas. En la medida en que se abre el juego sexual por fuera del puritanismo dominante, se genera una situación amorosa más convincente y emotiva entre Wade y Vanessa que lo que suele encontrarse en otros ejemplares del género. Las escenas de acción reposan más en la violencia contra individuos de carne y hueso que en la destrucción masiva de escenografías digitales, lo que las hace más crueles pero también más humanas. Dicha violencia tiene bastante punch, y sospecho que el director, Tim Miller (hasta entonces técnico de animación digital y efectos especiales), debe ser admirador del cine de acción asiático. No tenemos ninguna de esas tramas pretenciosas y ampulosas de muchas películas recientes de superhéroes. Y es lindo ver al protagonista dirigirse al lugar del combate con su némesis en un taxi, charlando en forma entretenida con el chofer hindú.