-¿Cómo definirías el proyecto que reúne a La Lupa, Criatura y Escaramuza?
-Para mí es un proyecto político dentro de la cultura y desde la industria del libro, porque es una forma de incidir en una sociedad. Incide desde determinado ángulo, que tiene que ver con uno de los temas más grandes del mundo, la presencia de los libros dentro de las casas, de la familia. ¿A qué voy? Son muy distintas una familia -sea del tipo que fuere- que cuenta con una biblioteca en su casa, donde existe una cultura que la acerca a los libros, y una en la que no hay libros: ahí hay un límite en la formación, que implica una batalla muy fuerte. En forma creciente, los hijos son más hijos de su tiempo que de sus padres, que en muchos casos ya no tienen control sobre ellos. Por las redes sociales y todas esas cuestiones, la comunicación va por otro lado, y muchas veces los padres no se enteran. Por eso es necesaria una formación muy sólida de los botijas. El libro implica soledad, e implica un proceso de formación que, a veces, de otra forma no se alcanza.
-¿Por los procesos de lectura y los intereses que pueden despertar?
-Sí, y por cómo se llega por primera vez a un libro. En mi caso fue a los 14 años, cuando me interesaban mucho los procesos de América Latina, el Che [Guevara]. Hay cosas que se adquieren en la familia y otras que no, pero que se vuelve posible adquirir por medio de los libros. Una familia que cuente con libros, con formación y con experiencia, y que a su vez transmita esa cultura, genera otro tipo de adulto. Entonces uno, que fue producto de la educación pública y que desarrolló un bien asociado al libro, cuenta con la posibilidad de incidir desde su lugar. Dentro del mundo de los libros sabemos que hay algunos más para pasar el rato y otros más profundos, y en cada caso se debe elegir la estrategia apropiada. Si una librería trabaja con una familia, también trabaja con el barrio. Y las librerías son una usina de resistencia en cuanto al pensamiento, sin caer en el partidismo. Hace 20 o 15 años, podían ser usinas de pensamiento la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay o los grupos estudiantiles. Hoy en día las carreras cortas y otras cuestiones determinan que eso haya perdido un poco de fuerza. Las librerías todavía resisten, y eso es lo que nosotros hacemos. Tanto este nuevo proyecto como La Lupa son librerías de barrio. Incluso una de las críticas a La Lupa es que debe estar más presente en su barrio. Entonces, existe un lugar en el que podés encontrarte con libros, con cultura, y si bien hay una transacción económica, se vuelve un gran lugar de pensamiento. Cuando se tiene una librería, comienza a volverse interesante la producción de libros. Criatura nació a partir de la motivación de que podíamos incidir de otra manera. Y así fue como decidimos cruzar a Argentina, o meternos en lo que tenía que ver con los planes de estudio. Vas teniendo más en cuenta a la cadena industrial, tanto en la librería como en la editorial, y empezás a alcanzar otras cosas. De pronto, una librería a un gobierno no le importa en lo más mínimo, pero una editorial ya es un poco distinto, porque hay producción.
-¿Ahí el interés es otro por la ubicación en el mercado editorial?
-Es otro. Y también la posibilidad de incidir es otra. Cuando hacés una librería que cuenta con talleres y música en vivo, que asume cierta responsabilidad cultural dentro de la sociedad, y la editorial lo comparte, eso se transforma en un proyecto político. Tenemos opinión dentro de la industria. Hace poco se anunció la reactivación del Instituto Nacional del Libro, que se cerró durante la dictadura, y hubo reuniones en las que expresamos nuestra discrepancia con que se creara ya, porque creíamos que se estaba procesando a las apuradas y ni siquiera se tenía conciencia de qué se iba a poner adentro. Se puede decir: “Ah, el Instituto del Libro, es importante”, pero sin contenido se vuelve una mierda, sobre todo si se vincula con planes de lectura que son muy débiles. Al tener una editorial y una librería, empezás a incidir porque las editoriales son generadoras de contenido, por ejemplo, para los medios. Decidís qué publicar y qué no. Capaz que no logramos nada, pero empezamos a tener opinión cuando se discute para dónde va la industria del libro, la promoción de lectura. Eso les interesa a todos. Escuchás a un político y dice: “Me interesa la promoción de la lectura y voy a hacer que el Estado compre libros para regalar”. Puede ser un camino, pero no tiene nada que ver con la promoción de la lectura. Hay que construir una buena política, muy seria. El gobierno, acertado o no, no les presta atención a las librerías sino a las editoriales.
-¿Mediante el cluster editorial o de Books from Uruguay?
-Mediante Books from Uruguay se les prestó atención a los autores. Ahí siempre vamos a tener el lío de cómo se eligen y cómo se direccionan los autores. En la diaria salió una declaración de la ministra de Educación y Cultura [María Julia Muñoz], que decía [acerca de la integración de la delegación uruguaya a la Feria del Libro de La Habana]: “No me voy a pelear con media Cuba...” Muy pobre, está tomando el pelo. Es la ministra de Cultura. Entiendo que el discurso de barricada es la forma de comunicación de la ministra, pero eso vuelve a demostrar que no hay plan. Si sólo tengo que hablar de mi caso, Criatura es la única editorial que tiene publicado a un autor cubano de 25 años [Carlos Manuel Álvarez], que acaba de ganar premios en Cuba, y su libro no se podía llevar ni presentar allá. Existen intereses cubanos direccionales. No me pongo en contra de los autores que fueron, sino del procedimiento. Se decidió con la embajadora cubana en Uruguay, como si ella sí fuera la representante de media Cuba. ¿Qué mecanismos se utilizaron? Del mismo modo, Books from Uruguay les prestó atención a los autores, no tanto a las editoriales, que con la existencia de distintos fondos se dinamizaron; por ejemplo, se abrieron fondos para historietas. Pero, por otro lado, vos decís, buenísimo el fondo concursable para dos autores que crean un libro, pero no se dieron cuenta o no tuvieron la inteligencia de obligar a que ese libro se publicara acá, para que una imprenta tenga laburo, y no que se termine haciendo en Argentina, cuando [ese país] no te compraba libros ni te permitía exportar, y todavía lo terminás publicando allá para traerlo para acá. Son cuestiones que hay que tener en cuenta cuando se piensa ese tipo de proyectos. Y no se les dio ninguna importancia a las librerías, cuando se vive una explosión de librerías en los grandes shoppings: hay dos o tres en cada uno. En los últimos seis años han surgido 12 puntos de venta más, entre los shoppings y los puntos independientes como los nuestros. Es buenísimo. Ahora, ¿en qué condiciones están trabajando los libreros?
-¿En cuanto a la formación?
-Eso mismo, ¿qué formación tienen? No hay ningún curso ni ningún plan de formación de libreros. Después los clientes van y les exigen: “Che, pero vos tenés que tener información, los libreros no son como los de antes”. No ha existido ninguna política que contemple eso ni ningún estudio sobre cuál es el segmento etario de los trabajadores, qué formación tienen, cuáles son los principales perfiles de las librerías, que son una usina de pensamiento cuando eso hace cada vez más falta. La Lupa tiene su visión crítica y de aporte, Criatura también, y todo lo que nosotros hagamos tiene una necesidad política. Eso no tiene nada que ver con la política partidaria, sino con la política a largo plazo.
-¿Cómo evaluás los planes de lectura, además de identificarlos como políticas débiles?
-Tengo formación económica y administrativa, y para mí los planes deben ser medibles. No estoy poniéndome pragmático ni productivista. Vi el plan de lectura del año pasado. En enero convocaba a la compra de libros para distribuirlos; veías los libros comprados y no sé qué proceso se dio, pero algunos recién habían salido al mercado y ya estaban en el plan. Hay un verso que dice que los botijas no quieren leer, y que si sale la biografía de Luis Suárez, está bueno que la lean. Yo pienso que en un plan de lectura no podés tener un libro acerca de Suárez que ni siquiera lo escribió él, porque si lo piden para Navidad, a la mayoría se lo van a regalar. No sé en el liceo, que es más libre y donde juega otro tipo de rebeldía, pero en la escuela la lectura no formal tiene que ser obligatoria. No existe un plan nacional de estímulo a la lectura. No sé si lo tiene que hacer el Estado, sé que no hay gente pensando en eso. Y no creo que para hacer un plan nacional de lectura haya que empezar por crear los cargos y poner gente. Hay que saber qué hacer y convocar transversalmente a gente.
-¿Y las licitaciones de libros?
-Ése ya es un proyecto comercial.
-Vinculado con el plan de lectura.
-Si vas a comprar libros es mediante una licitación, y los libros ya salen dirigidos. Si querés ganar una licitación tenés que saber quiénes van a decidir, llevarles todos tus libros a ellos y tratar de incidir. No digo que haya corrupción, o voy a tratar de pensar que no existe. Pero tenés que estar dentro de ese contexto, que siempre es medio secreto. Una vez que tenés aceitado eso, contás con muchas más posibilidades de ganar que otros. Pero, por ejemplo, hay una licitación para Uruguay Crece Contigo, un programa del Ministerio de Desarrollo Social, que se lanzó el año pasado, para comprar 50.000 ejemplares de un libro que incluye un CD con música y se pone en una canastita cuando un botija nace. Ahí el error es que esos 50.000 libros se los compran a una sola editorial, y 95% de las probabilidades es que sea Random House Mondadori, porque tiene 60% del mercado editorial. Se compró un libro que no es para recién nacidos. Pero olvidemos eso. El tema es que esas canastitas para 50.000, que es muchísimo, podrían ser cinco años de ganancia de Criatura Editora, o tres años y medio de Hum, para que tengas una idea. Y tampoco se compró a 10 pesos. Si tenés un concepto de desarrollo de industria, sabés que 5.000 libros son muchísimo para cualquier editorial uruguaya, 20% del presupuesto anual. En vez de comprar 50.000 ejemplares de un libro, se podría elegir diez libros y comprar 5.000 libros de cada uno. Yo creo que hay diez libros buenos en Uruguay. Entonces, derramá la economía y le das oxígeno a diez empresas; ése es un pensamiento de desarrollo. Por eso tiene que haber una política de qué se debe hacer con los libros. Le comprás 50.000 ejemplares a 50 pesos a una multinacional -y no estoy yendo contra Random, porque lo ganó en buena ley-, ¿por qué no lo repartís entre diez, y que tengan que ser diez buenos libros y estar aprobados. Tal vez a Random le toquen dos, pero repartís.
-La Lupa no funciona sólo como librería, y lo mismo pasa con Criatura.
-La Lupa tiene música en vivo, talleres, actividades, e intenta tener un perfil simpático, con libros independientes y diferentes. Por supuesto que también tiene todos los libros marketineros, pero hay otros que provocan a la gente que los lee. En la misma línea, Criatura se define como integracionista, ya que no sólo es una editorial que publique uruguayos.
-El catálogo tiene un claro perfil uruguayo y latinoamericano. ¿Eso responde a una inquietud?
-Sí, publicamos muchos latinoamericanos tanto en infantil-juventil como en adultos. Igual si viniera un norteamericano, como fue el caso de [Henry] Giroux. Lo que pasa es que acá se cruzaban otras cuestiones: el último libro que publicó sobre educación [La educación y la crisis del valor de lo público] sólo estaba en inglés, y fue la primera traducción para Uruguay y Argentina de Giroux, un autor que piensa la educación desde el lugar de la contracultura. Para los docentes esto fue estratégico. A nosotros la educación nos interesa, por eso hablamos del plan nacional de lectura.
-Y dentro de ese contexto, ¿qué lugar juega la distribuidora?
-Cuando abrimos la librería, sólo habíamos tenido un puesto [de libros usados] en la feria de Tristán Narvaja y no teníamos idea de cómo funcionaba una librería. Pero aprendimos rápido. Cuando armamos la editorial, pensamos que hacía falta este tipo de libros, y llegar a producir libros nacionales con calidad estándar internacional. Cualquiera de nuestros libros se confunde mucho con las editoriales argentinas o españolas, porque dialogan muy bien. Pero nos dimos cuenta de que la editorial no garantizaba que llegáramos bien a las librerías o a la prensa. El proceso de distribución es muy importante, y por eso elegimos la principal distribuidora de Montevideo, que es Gussi libros. Por supuesto, ellos también distribuyen Taschen, Anagrama, Salamandra, editoriales que son 50 veces más importantes que la nuestra desde el punto de vista de la facturación y la llegada, pero la verdad es que nos hicieron tremendo trabajo. Nos posicionaron lo mejor que se podía. Pero no cuentan con un vendedor que vaya y les pueda comentar a los libreros de qué se trata un libro difícil de vender. Tenemos 54 libros publicados que forman parte de un lindo catálogo, ganamos premios en Argentina y acá, llegamos a las librerías. Publicamos los libros sin ayuda estatal, y no quiero ayuda para sacar libros -de pronto sí me postularía a un fondo estatal para abrir un nuevo mercado-, porque si la sociedad uruguaya no quiere lo que publico, no tengo razón de ser. Quiero algo que la sociedad no quiere, y por eso me fundo; eso lo acepto. Pero si la sociedad me acepta no me fundo, esté el gobierno que esté. Con 54 títulos no se puede pensar en crear una distribuidora, y por eso buscamos asociarnos con otras editoriales estratégicas, de distintos perfiles, que comulguen con nuestro proyecto. Tenemos una relación muy buena con una librería y editorial argentina, Eterna Cadencia, que tiene diez años de librería y cuatro de editorial. Obviamente, está en un mercado de 45 millones de personas y tiene otra fuerza, pero coincidimos mucho en el espíritu y en la profesionalidad con que nos manejamos. A través de los mercados de industrias culturales (que fueron una movida de industria del gobierno argentino hace unos años, donde se invitaba a distintos interlocutores de la industria para conocerse y difundir), varias editoriales presentaron sus proyectos, explicaron quiénes eran y cómo trabajaban. Al año siguiente llegó el primer FILBA [Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires] a Uruguay, en coordinación con Eterna Cadencia. Ahí nos fogueamos, construimos una amistad muy fuerte y una relación comercial responsable y efectiva. Eso generó que, en sociedad con Eterna Cadencia, fundáramos Escaramuza, la distribuidora de libros que almacena las editoriales Criatura y Eterna Cadencia, además de Caja Negra, Cactus, Gourmet Musical, Editorial Común, Impedimenta, Periférica (que incluye a autores nórdicos) y otras diez o 12 editoriales argentinas, más Topito Ediciones. Son 15 editoriales que se caracterizan por ser independientes, muy cuidadosas en los libros y con buenos títulos. Desde noviembre del año pasado estamos disponibles en todas las librerías, llegando con una respuesta de 24 horas. Y así hay una nueva fase en la que circulan otros autores, con un objetivo: fomentar y desarrollar la parte librera dentro de la industria del libro. Mediante la distribuidora tenemos contacto con todos los libreros.
-Desde el FILBA, por ejemplo, hay un claro interés en la educación. Y en la edición pasada fue la primera vez que se organizó una mesa de editores, para pensar y discutir el mercado.
-Nuestra preocupación está puesta en la industria, y tenemos pensado encontrarnos con los libreros, para que se puedan conocer con las editoriales que vienen. Tal vez podamos contribuir con la inquietud de contar con una escuela de libreros, que no necesariamente la vamos a hacer nosotros. Es necesario formar en el oficio. Los libreros ganan poco, ¿cómo hacer para que ganen más? Con formación. Una vez que se formen, van a reclamar más, y si no se van a ir y van a poner su propia librería. Si el librero está formado, vende mejor, vende más y le va mejor al dueño de la librería. De esa forma desarrollás el sistema. Se trata de mejorar la industria y de revalorizar nuestro trabajo. Una librería tiene que ser un lugar de su barrio al que la gente pueda ir a comprar un libro para irse de vacaciones o para pensar y formarse. Un librero que sabe te abre el abanico y no terminás leyendo lo mismo ni leyendo lo que la fuerza del marketing de los grandes poderes económicos te indica. Todo bien con leer el último libro de [Gabriel] Rolón, pero también existen otros.
-¿Cómo es tu vínculo con las cadenas multinacionales?
-Es muy bueno. Hay que ser sincero; 60% del mercado de las librerías es de Random, otro poco es de Planeta, Océano y Ediciones B. Obviamente, hay diferencias, porque nosotros tenemos independencia de publicación, no estamos dentro de un plan que se maneja afuera. Random ahora decidió entrar a las farmacias y Planeta a los Abitab. Ésa fue una pregunta en el encuentro de editoriales: si vos apostas por mí, ¿por qué abriste en farmacias, donde están los libros al lado de los condones? No está mal, pero es así.
-¿Y con las independientes?
-Cuanto más editoriales independientes haya, y mejor trabajemos juntos, más se va a lograr un entorno para que más lectores empiecen a descubrir nuevos autores. Somos complementarios. Leés a Lalo [Barrubia], a Felipe Polleri, a [Gustavo] Escanlar, a [Damián González] Bertolino, a [Henry] Trujillo, y se te despierta el interés por leer otras cosas nuevas. Para mí, los libros se venden en grupo, en equipo. Aunque no hay una cultura de trabajar juntos, doy por descontado que vamos a hacer cosas con Lautréamont, con Diomedes y otras. La mayoría estamos afiliados a la Cámara [Uruguaya del Libro] para tener acceso a la Feria del Libro y que no sea carísimo el stand. Pero después, en general, no hacemos más nada juntos.
-¿Cómo ves a la Cámara?
-Existe porque un día se creó. En Uruguay es una institución que hay que mantener, pero ningún cambio puede venir desde la Cámara. Siendo socio lo digo. Si yo tengo 60% de la energía para distribuir en diferentes proyectos, nunca va a ser en la Cámara. Ahora fue la feria de Cuba, y creo que ellos tendrían que haber insistido en que fueran libreros a atender el stand, con llamado o lo que fuera. La agenda de la Cámara incluye que tiene que hacer la feria infantil, la de adultos y mandar los libros a las ferias internacionales, pero no pasa nada. Uruguay no tiene mucha cultura de trabajar en empresas, salvo en el rubro tecnológico. No hay un impulso real del gobierno de querer presionar a la Cámara para que realmente se ponga las pilas. También el gobierno quiso hacer un clúster y creó una oficina. No me estoy peleando con las personas que trabajan ahí, sino que creo que es un problema de diseño: creaste una oficina donde se repiten los cargos, se trabaja de 12.00 a 18.00, y se acabó el mundo.
-¿Tampoco ves cambios por ese lado?
-El clúster tiene que desarrollar la industria. Ése es su trabajo. Si dentro de su plataforma y de la industria no están el librero ni la editorial, y no vas a hacer algo para mejorar los procesos de circulación de libros, en esa industria el clúster no hace nada, sólo es una oficina de gestión. Si querés hacer un clúster tenés que hacer otra cosa. Es un verso que nos comimos todos; se invirtieron 100.000 o 200.000 dólares del Estado en exportar la literatura uruguaya al mundo, y queda muy bien en las memorias de cada ministerio, pero vendés tres libros. Uno fue el de Dani Umpi. Me tengo que sentir contentísimo. Pero vendés tres libros y gastaste 200.000 dólares. Y en la industria y en las librerías no mejoraste nada, aparte de que queda mucha gente trabajando en negro. Son prioridades. No significa que esté mal. No le digas clúster, decile Oficina General de Gestión del Libro. Por eso pienso que el Instituto Nacional del Libro no debería lanzarse hasta que tenga un contenido fuerte. Para mí debe controlar todas las licitaciones, los procesos. ¿Por qué hay Boliches en Agosto y no Librerías en Setiembre? No soy ningún revolucionario, eso existe cruzando el charco. En Alemania la carrera de librero es profesional, y en Argentina hay una escuela. ¿Acá?: nada.