De un tiempo a esta parte, la murga es víctima de una terrible necesidad de ser clasificada por parte de algunos comentaristas. Si sos “murga joven” estás por este lado; si sos un híbrido, por este otro; si aún mantenés aquel estilo de los 80, vas por acá. Los demás nos acoplamos a eso por facilidad, el público distingue sin discriminar y el concurso oficial siempre camina por su lado. Claro que esos motes no vienen solos, tienen que ver con un estilo más reciente traído desde la murga joven y con un estilo anterior que sigue vigente.

Allá por la década del 2000 las murgas comenzaron a dar un giro inesperado cuando el típico personaje del cuplé que dialogaba con el coro dio paso a la murga como personaje coral. Un ejemplo claro fue el entrañable cuplé “Las chusmetas”, de Contrafarsa. Luego, con el boom de la murga joven, iniciado por Agarrate Catalina, La Mojigata y Queso Magro, el coro siguió en un papel protagónico, pero se fueron desprendiendo personajes con nombre y apellido, que en varios casos son hoy figuras de la radio y la televisión: Rafael Cotelo, Yamandú Cardozo, Pablo Aguirrezábal, Diego Waisrub. Ya integrada la “murga joven” al carnaval mayor, apareció el cupletero stand up, que funciona como un hilo conductor en el espectáculo, aportando comicidad y complicidad con el público. Claro está que muchas agrupaciones conservan un cupletero de la vieja guardia, y los más veteranos disfrutan al ver a Claudio Rojo en Garufa. Pero las nuevas generaciones han traído bajo el brazo otro estilo que exigió la destrucción de anteriores esquemas y que ha acercado al carnaval a gente joven.

En esa línea, el carnaval 2016 trae algunos espectáculos reideros, disfrutables y cargados de crítica actual y de una mirada hacia los cambios vertiginosos del mundo en que vivimos. Hoy no hay murga que no mencione a Whatsapp, los grupos y los emoticones, Facebook, Instagram y la viralización de las noticias que repudiamos o aplaudimos desde un “me gusta”; ni hay una que no ridiculice la figura de María Julia Muñoz o que pase por alto el auge de la cumbia cheta. Queso Magro, en un retorno esperado, La Gran Muñeca, Cayó la Cabra o Metele que son Pasteles vienen sonando y se presentan con éxito en los tablados y en el Teatro de Verano.

Por otro lado, los grupos de estilo más tradicional que también están disfrutando del favor del público, como Patos Cabreros y Garufa, salen con la idea de que todo es cíclico y se apegan al formato de “murga vieja” que algunos añoran. Hay, por supuesto, propuestas intermedias, de canto potente y figuras jóvenes, como La Trasnochada y Don Timoteo.

Consideremos, por ejemplo, a La Gran Muñeca, que este año sale con un espectáculo titulado “Una vuelta con la murga”, y que a partir de esa consigna propuso, antes del comienzo del Carnaval, un festival con bicicleteada previa. Claro está que la Muñeca, ya en su carnaval número 95, no es una murga joven, pero sus integrantes y su letrista sí lo son. Desde que volvió a usarse su nombre, de la mano de Eduardo Mega, ha buscado adoptar la nueva tendencia, y este año se puede decir que lo logra con creces. Su figura y también letrista, Fabricio Speranza (ex Choby’s), asume la mencionada función de hilo conductor y aporta risa en cada intervención. Los cuplés se suceden con una mirada distinta a la situación del país: la murga cuestiona e ironiza sobre situaciones en las que la vida nos hace convivir con otro distinto.

Así se repasan la convivencia en el carnaval, la competencia, las amistades y la nueva figura del “hippie cheto”. Se desprende entonces el primer cuplé, de corta duración pero de mucha comicidad. Más de uno en el público se habrá sentido identificado.

El siguiente cuplé es sobre “la masa crítica”, del cual surge la idea del festival al que se llega pedaleando. Describe los beneficios de la bicicleta, lo mucho que se la ha promocionado, lo poco respetada que es y la falta de ciclovías en la ciudad. El cuplé se transforma de a poco en un popurrí, momento en el que la murga menciona algunos aspectos del diario vivir, y el pasaje se cierra con la conocida canción “Ojalá que no puedas”, luego de que a uno de los integrantes le roban su bici.

Sigue el cuplé del machismo, donde se analiza la canción “Azuquita pa’l café”, con una sobreinterpretación de cada uno de sus versos. La Gran Muñeca muestra la borrosa línea divisoria entre la caballerosidad y el machismo, y denuncia el acoso que las mujeres viven a diario en la calle. De todas formas, la murga sigue siendo cosa de hombres.

El último cuplé se refiere a la distancia entre los legisladores y los votantes, e incita a que cada uno piense acerca de su rol. Quizás sea el momento más cargado de crítica. Con una despedida que propone dejar de correr, encontrarse y convivir, la murga se bajó del escenario del Teatro de Verano ovacionada, y perfilándose para la tercera rueda.

La Muñeca muestra los cambios que vive el género y la fusión de estilos, pero sobre todo lo efectiva que es esa fusión. En definitiva, la murga seguirá en procesos de construcción y deconstrucción, con lo nuevo y lo viejo como tendencias que coexisten. El público se repartirá y tendrá para elegir.