-Empecemos por el arranque: ¿cuándo nace la idea de No toquen nada (NTN) y cuánto les llevó hasta el primer día al aire?

Joel Rosemberg (JR): -La idea de NTN arranca en 2005 con Carlos [Tanco]. Él había dejado de hacer el personaje hacía un par de años y habíamos entablado cierta amistad. Se fue a Estados Unidos y arrancamos a intercambiar correos, con la idea de hacer algo juntos. Por mi lado, lo periodístico; por el lado de él, no sabíamos si tenía que ser Darwin o no, había todo un tema sobre si volver con el personaje. Ése es el inicio, esos primeros intercambios. Había gente alrededor que también nos ayudó; estaban Gonza [Cammarota] y Salva [Banchero], que siguieron con Justicia infinita; y después se fue armando el equipo, de a poco y sobre la hora. El Sueco [Ricardo Leiva] mismo entró bastante al final. Lo he dicho varias veces en estos diez años; tratando de ser sincero, la idea era conformar un equipo muy chiquito para hacer un periodístico y empezar a rodear a algo que ya tenía experiencia radial, que era Carlos haciendo el personaje de Darwin. Teníamos todas las intenciones de hacer buen periodismo, pero teníamos esa punta de lanza y la idea era empezar a rodear algo que ya estaba. El Sueco estaba laburando en periodismo deportivo, yo había hecho algo de periodismo político en radio, pero también anónimo; como dice siempre Carlos, en vez de alcóholicos anónimos, nosotros seríamos periodistas deportivos anónimos. El Sueco, además, no se estaba formando en periodismo, sino que estaba estudiando Sociología, algo que con el tiempo quedó demostrado que fue un acierto. Y ahí arrancó. Lo que quiero decir es que no tiene ni mucho misterio ni mucho proyecto: arrancó así.

-¿Cómo es remarla sin una estructura de informativo? En otras radios los programas asumen desde el principio que una parte de la agenda la cubre ese equipo informativo.

JR: -Muchas veces pasa que eso tampoco te asegura que haya una gran sinergia; pero sí, por lo menos la tienen.

SL: -A nosotros una parte de la agenda nos la lleva Darwin: él cubre cosas que seguimos más bien de costado, hasta nos enteramos por él de algunas cosas. Pero, en realidad, capaz que llamarle “aparato” al equipo que tenemos es mucho, porque si uno piensa en otros aparatos periodísticos que existen en Uruguay, son más personas especializadas, que siguen temas. Nosotros tenemos algo incipiente, hay temas que siguen algunos periodistas, pero eso no alcanza para tener una base más abarcativa de la agenda.

-Pero en estos años han incursionado en la investigación en radio, algo que no es muy habitual en Uruguay.

JR: -Lo que tratamos de hacer, y estoy seguro de que académicamente no es el término más correcto, es tener “trillos” en ciertas áreas que nos parece que pueden ser interesantes para la sociedad. Son temas que intentamos seguir; en algunos casos lo hace un periodista, a veces lo hace acompañado. Eso lo hemos hecho, a lo largo de los años, con determinados temas y nos ha venido bien, por el esquema de laburo que tenemos, porque una cosa es tener siete personas y otra 50, como pasa en la redacción de un diario. Una gran discusión que hemos tenido en estos años, y es algo que hemos aprendido, es que en la radio la agenda al final termina siendo un tema de trabajo; en 2006 y 2007 nos contentábamos con tener las cosas cubiertas por nosotros, pero hoy eso es apenas el piso, porque después elegimos además ciertos temas para laburar en profundidad. El presidente habla en cadena nacional o hay un caso como el asesinato reciente en Paysandú, y es obvio que son temas que vas a tomar y respecto de los cuales vas a tratar de hacer la mejor cobertura, pero también tratás otros temas, que no son los centrales. En una radio, seguir solamente la agenda de los diarios es trabajar poco, y el asunto de fondo, más que seguir una agenda, es ése: laburar o no laburar. Es lo que hemos intentado hacer estos años. A veces le erramos o no llegamos al mejor resultado, pero siempre laburamos; tratamos de hacerlo en las áreas que consideramos de mayor impacto, y muchas veces sentimos que debería ser la noticia de agenda del día, pero tampoco queremos imponerla.

-Desde la prensa escrita siempre repetimos que si en Uruguay no se hace más investigación es por problemas de recursos. ¿En la radio pasa lo mismo?

SL: -Es lo mismo. Vos podés hacer investigación más o menos buena en la medida en que podés liberar tiempo para que un recurso periodístico se dedique a trabajar sobre un tema durante un tiempo más o menos extenso. Pero mientras tanto, ya sea en un diario como en un programa que sale todos los días al aire, hay que prever cómo lo seguís nutriendo de contenidos.

-Y corrés el riesgo de que baje la calidad.

SL: -Claro, porque los recursos están dedicados a una investigación. Por un tema que no es exclusivamente nuestro, sino que ocurre bastante en Uruguay, no hay mucho margen para liberar tiempo periodístico que se dedique a la investigación. Y quizá cuando existe esa posibilidad tampoco tenés desarrolladas las herramientas necesarias para moverte en ese campo. Entonces, en Uruguay, en general, no hay condiciones para desarrollar periodismo de investigación. Obviamente, hay gente que lo hace y se han hecho cosas muy buenas, pero si mirás hacia otros países y otras realidades, te das cuenta de que la intensidad que tenemos en periodismo de investigación en Uruguay es bajísima; eso tiene que ver con algo que no solamente afecta al periodismo, sino que es un problema de Uruguay: es un mercado chico cuyas condiciones no permitan desarrollar determinados niveles de complejidad en el trabajo, directamente porque no es rentable, no es viable. En ese sentido, me parece que no vivimos una realidad distinta que la que viven otros sectores de actividad.

-¿Sienten que el segmento de la audiencia que los escuchaba en 2006 se mantiene, o ha ido cambiando?

JR: -Es bravo responder eso. Nosotros hacemos un gran esfuerzo por ser abarcativos, en el sentido de que se comprenda; tratamos de no ser selectivos con el público, por más que el tema muchas veces sea difícil para nosotros. Tratamos de explicar de la mejor manera posible ese esfuerzo que hacemos por entender algunos temas. Es el único foco, pero es cierto que hemos ido creciendo. También nosotros vamos creciendo; el Sueco tenía 24 años cuando arrancó, era un pendejo; yo siento que también hay una parte de la audiencia que ha ido creciendo con nosotros, y que uno, casi sin quererlo, acompaña cierto crecimiento de un público, la franja de entre 35 y 50 años, que tiene ciertos códigos. Esto no significa que dejes afuera a la gente que no tiene hijos; al revés, tratamos de no hacerlo. La radio no es un diario y no es un programa de televisión; en nuestro caso es un acompañamiento de cuatro horas durante las cuales, además, por el personaje que tenemos, muchos ya saben que nacieron dos hijas, que nació otra hija, que vamos creciendo, que vemos todas las películas de animación por nuestros hijos. Eso genera cierta complicidad con un público que va creciendo con nosotros. No obstante, no descuidamos a las nuevas generaciones; hoy hay un gran desprecio por los jóvenes, esa idea de que les va a importar un carajo lo que hablemos de política o de otros temas sociales. Es posible que eso en parte sea cierto -es algo que nuestro columnista dice todo el tiempo-, pero creo que hay que hacer todos los esfuerzos para incorporarlos; tampoco es que el guacho salga del liceo y vaya a estar atento a lo que dijo el canciller sobre la unión aduanera, pero hay otros temas en los que podemos proponer contenidos. Además, somos conscientes de que hoy no competís con otros colegas, hoy competís con la ceibalita, con la tablet azul del liceo, que les brindan todo lo que quieren del mundo. Hoy no te precisan; ahí tenemos un desafío brutal. Pero, en definitiva, tengo una gran ignorancia respecto del público que nos escucha, más allá de que miro las encuestas que hacen, veo el perfil que me dicen.

SL: -Algunos datos tenés, hay indicios de que la audiencia tiene un sesgo de nivel educativo alto. Se podría decir que es algo bueno, pero en realidad estás hablando de gente que en muchos casos está inserta en un montón de los temas que tratás, los conoce de cerca, y tenés que enfrenar el desafío de mantenerla, de no decepcionarla. Vos estás todo el tiempo pisando terrenos donde te está escuchando gente que sabe más que vos de esos temas, y todos los días tenés que pasar el test de, por lo menos, no decir burradas. Porque esa gente que capaz te escuchó hablar de otro tema que no dominaba y pensó: “Qué bien, que interesante cómo manejan la información estos pibes”, pero después, si cuando te metiste en su terreno hacés cagadas, ya no te va a creer como antes. Y como son diez años y casi todo el tiempo te estás metiendo en terrenos que dominás menos que otra gente que está escuchando, eso te plantea un desafío importante, por lo menos te obliga a tratar de entrar a los temas lo más preparado posible, para no hacer cagadas. Es un desafío que está bueno.

-Un problema que tenemos todos es cómo nos adaptamos a los cambios en las pautas de consumo de las noticias. Parecería estar amenazada la idea de que uno puede proponer algo y tratar de formar a un público al que le interese lo que vos querés hacer. Hoy da la impresión de que existe la tendencia a adaptarse a la demanda. ¿Cómo viven ese forcejeo?

SL: -Me hace acordar a lo que nos dijo una vez [Patricio] Tapia, un periodista chileno especializado en vinos, que hablaba de una especie de tragedia que se estaba dando con las bodegas argentinas y chilenas, porque todas estaban estandarizando y haciendo lo mismo. Me parece que pone de manifiesto una tensión que existe y que tiene que ver con herramientas cada vez más sofisticadas, que diagnostican qué es lo que le gusta a la gente, con mensajes cada vez más contundentes en cuanto a lo que hay que hacer. Y ahí, en realidad, hay historias, como contaba Tapia, de bodegas que no se pliegan a esos estándares, a pesar de las dificultades comerciales que eso les podía ocasionar. Pero pienso que estas realidades también son dinámicas, no creo que haya caminos de ida solamente, también los proyectos que intentan preservar sus propuestas, independientemente de lo que quieran los consumidores o destinatarios, tienen margen de hacer sus propios caminos y sobrevivir.

JR: -Yo creo, pensando en estos diez años, que hay cosas que sí cambiaron y en las que, si no te adaptás, morís, y hay otras cosas que no cambian, que se mantienen. También pienso que hay cambios que pueden ser beneficiosos para los periodistas, y otros en los que tenés que pensar. Pasa, por ejemplo, con las noticias internacionales: tenés que ver qué podés aportar, porque la información está ahí, a un clic de distancia para cualquier ciudadano que se interese. La noticia nacional la tenés que trabajar mucho más; entonces, quizá por eso, intentamos priorizar aquello en lo que podés aportar algo diferente a lo que está en todos lados, un sello propio. Pero lo que sí cambió para siempre es la forma en la que llegás. Si en la web, como pasa con la de Océano o con 180.com.uy, 60% de las personas ingresan por redes sociales, por aplicaciones, eso te lleva a que ya no puedas titular las noticias como vos pensás que se deberían titular, porque muchas veces esa manera de titular no es adecuada para estas aplicaciones por las que está entrando la gente a informarse. Si querés chocarte con eso, te vas a chocar con un tren de frente y vas a seguir titulando para un lugar que es casi una entelequia, porque el crecimiento de los ingresos por aplicaciones es tan grande, hoy la gente entra por otros lados. Ahí también hay una oportunidad de tener tu propio estilo, tu identidad, y no es fácil hacerlo, tenés que trabajar mucho. Pero también está claro que si te oponés, marchaste. Es un lindo dilema el que tenemos por delante.

-En esta década la credibilidad que a la gente le interesa también viene cambiando, hoy puede confiar en un tipo y habilitar la posibilidad de que tenga un perfil de opinión. Eso es relativamente nuevo; hace 20 años el personaje “creíble” era el que te vendía que no tenía opinión de nada.

JR: -Creo que sí se ha roto la idea del periodismo objetivo. O eso espero. Nosotros seleccionamos los títulos, los temas que tratamos. Con Carlos tenemos un juego, él siempre me rompe las pelotas para que opine siempre de todo, sobre todos los temas, y juega a que yo soy tímido y no opino. En realidad, vivo opinando, hasta mucho más de lo que debería, en algunos casos, porque me gusta opinar sobre cosas que vengo siguiendo con atención. Pero prefiero eso, tener claro cuándo estamos opinando, a la idea de que somos objetivos. No, en cada cosa que elegimos hay una opinión, cada audio recortado lleva implícita nuestra idea de hacia dónde queremos llevar un título. En algún momento se quiso construir esa idea de que los periodistas somos impolutos y objetivos, y eso nos complica.

-Los últimos diez años son también sinónimo de la experiencia del Frente Amplio (FA) en el gobierno. Desde su experiencia, ¿la relación entre el Poder Ejecutivo y los medios de comunicación ha mejorado o ha empeorado en estos años?

JR: -Muchas veces nos dicen que en estos diez años aumentamos las críticas al FA, lo cual es un dato obvio. Es un partido político que ha tenido mayoría parlamentaria y el control de todo el Ejecutivo, y que ha dominado la agenda, con una oposición que no ha logrado establecerse. El foco de la información está puesto ahí, y es obvio que vaya creciendo la crítica. Con los años, si bien podés sumar más fuentes, también pasa que se desgastan esas relaciones con las fuentes. Por suerte, la relación entre el periodismo y el poder tiene desgaste; si no, sería connivencia. Pero, en general, la relación es sana y ha sido bien entendida, a pesar de que haya mucha crítica. Hemos tenido reglas claras desde el comienzo, no tengo quejas respecto de cómo entendieron la relación. Lo que sí creo es que el FA pasa por un momento de muy mala comunicación desde Presidencia, pero ése es otro tema y es más una opinión de lo que veo. En el FA siempre han dicho que no logran comunicar; yo agregaría que nunca lo han hecho tan poco como ahora. No comunican ni el prosecreario ni el secretario de Presidencia, y tampoco lo hace el presidente.

SL: -Mi problema para opinar sobre este tema es que no tengo una experiencia que me permita comparar. Arranqué a trabajar en periodismo en 2004, y el FA llegó al gobierno un año después. Creo, sí, que el gobierno es una cosa enorme y diversa, y tenés situaciones de todo tipo; hay gente que labura bien, que habilita un vínculo interesante para poder intercambiar. Y también hay gente que no encara nada y te lleva a cometer errores. No sé si mejoró o empeoró la relación, lo que veo es que el FA en el gobierno y sus diversos actores, así como los periodistas, hemos ido ganando experiencia en ese vínculo. Con la oposición ocurre lo mismo, porque en estos diez años tanto el FA como la oposición se tuvieron que acostumbrar a roles que no conocían.

-¿Cuánto ha pesado lo generacional en la posibilidad de establecer diálogos? ¿Les resultó más fácil con los políticos más jóvenes?

JR: -Eso ha pesado muchísimo. La gerontocracia de los sucesivos gobiernos del FA nos ha golpeado en la relación. El under 55 para nosotros es mucho más accesible; hablo de lo que sería joven para los parámetros del recambio generacional a la uruguaya. Para NTN ha sido mucho más sencillo el relacionamiento, la discusión y la nota fuerte con la gente menor de 55 años, tanto con la gente del gobierno como de la oposición; podemos hablar un día fuerte al aire y después mantener un buen diálogo. Con la generación anterior nos ha costado mucho más: Tabaré Vázquez capaz que sabe de nosotros, pero nos cuesta acceder; Danilo Astori capaz que viene al programa, pero no es lo mismo que el diálogo que podés tener con otros del equipo económico, con [Fernando] Lorenzo, [Mario] Bergara, [Pablo] Ferreri, Álvaro García, [Jorge] Polgar. No es que tengamos mejor relación, es una relación distinta.

-También hay un corte generacional para entender lo que hace Darwin, algo a mitad de camino entre el humorista y el formador de opinión política; eso no todo el mundo lo sabe interpretar. A nosotros nos pasa algo similar: los políticos más veteranos tienden a pensar que si un humorista los agarró de punto es porque recibió una orden de algún lado y entonces se siente obligado a elevar la queja al director.

JR: -Pasa, sí, pero por suerte pasa poco con Darwin. Con políticos, sólo una vez, y justo con Washington Abdala, que ahora se dedica al humor. Estaba abajo, en una entrevista, y escuchó lo que decía Darwin. Yo me cuido cuando está el entrevistado abajo y trato de no decírselo a Darwin, porque se puede complicar. No es que se vaya, pero sí puede pasar que entre con otro ánimo a la entrevista. Pero Abdala se fue antes de arrancar, venía a hablar de un proyecto de ley que nada que ver, un proyecto que habían hecho gobierno y oposición. Preciosa cosa, nada que ver. Pero Darwin arrancó con el “soldado” del Foro [Batllista] y no sé qué más. Y bueno, se enojó y se fue. Pero por suerte no ha pasado mucho.

-Arrancamos hablando de los primeros días. Vamos a terminar con los planes que tienen hacia adelante.

JR: -No teníamos mucha cosa pensada para los diez años, aunque es cierto que los números redondos te llevan a pensar. Creo que es un momento interesantísimo de la comunicación, no sólo del periodismo. Estamos en un momento clave, y creo que algunos vamos a salir inyectados. Hace unos días, un publicista decía que a todos nos llega nuestro Uber. Es cierto, están llegando Uber por todos lados; no sé cuánto tiempo más tiene sentido la radio como tal, así, como edificio. Hoy la potencia ya no está en la antena. Hoy es todo vía streaming, no precisás más que un equipo que traés fácilmente desde el exterior. Y también está el tema del periodismo, y los dilemas de cómo meterse en estos cambios en la comunicación. Pero creo que está bueno que estas cosas pasen, si no sería todo muy aburrido.