El reciente fallecimiento del genial tecladista inglés Keith Emerson, el 10 de este mes, es una buena oportunidad (similar a cualquier otra, en realidad) para echar una mirada general sobre un movimiento que, como tantos, nunca tuvo la intención de ser tal cosa. De nacimiento muy inglés, podría definirse como música rockera creada y ejecutada por músicos con formación clásica. Esa característica la dotó de un halo “culturoso” o académico, distante del blues de los negros algodoneros del que abrevaron los Rolling Stones o los mismos Beatles en sus comienzos, y también alejado de expresiones más duras generadas en aquel tiempo en Gran Bretaña, como el hard rock de Black Sabbath, Deep Purple o Led Zeppelin.

Con un tímido comienzo con los Moody Blues, cuyos arreglos sinfónicos adornaban melodías pop muy agradables, los rockeros sinfónicos componían en algunos casos con estructuras de música culta, y en otros daban predominio a la ejecución virtuosa de instrumentos típicos de orquesta tradicional o que podían sonar como tales (como los sintetizadores y mellotrones). Entre las bandas principales, cabe señalar a Genesis, de origen universitario y formación cambiante, que terminó integrada al sonido pop de los 80 y los 90 bajo la batuta del baterista y cantante Phil Collins. Sus años de mayor fecundidad y claramente ubicados en lo sinfónico fueron los que van de 1971 a 1975, con Peter Gabriel en voz y teatralización de las riquísimas letras que creaba, Tony Banks en teclados, Steve Hackett en guitarra, Mike Rutherford en bajo y Collins en batería. Dos discos icónicos de la banda fueron Selling England by the Pound (1973) y A Trick of the Tail (1976), el primero sin Gabriel.

Otros actores principales fueron King Crimson, grupo liderado por el guitarrista Robert Fripp y con constantes cambios en el resto de su formación hasta hoy, de cuya extensa discografía destaco el fermental In the Court of the Crimson King (1969) y Red (1974); así como Yes, supergrupo que han integrado, entre otros, el cantante Jon Anderson, el guitarrista Steve Howe, el tecladista Rick Wakeman y el bajista Chris Squire (fallecido en 2015). Sin tener el éxito comercial de Genesis en los 80, el cambio de estilo de Yes tras el huracán punk en Inglaterra lo llevó a un gran éxito en 1983 con “Owner of a Lonely Heart”, que conservaba muy poco de su ritmo original. Entre sus discos claves, hay que mencionar a The Yes Album (1971), Close to the Edge (1972) y Relayer (1974). También ELP, iniciales del detonador de esta nota, Emerson, del bajista Greg Lake y del baterista Carl Palmer (quien realizó en Uruguay un memorable recital hace un par de años, tocando muchos de sus éxitos de los 70). Tras años iniciales en alto nivel con los discos Emerson, Lake & Palmer (1970), Tarkus (1971) y Trilogy (1972), el trío tuvo un lento descenso en su creatividad y repercusión. El tema “From the Beginning”, de Trilogy, fue un raro caso de éxito comercial para un grupo de este movimiento, cuyas extensas composiciones, que promediaban 10 o 12 minutos, eran de difícil difusión radial.

Puede decirse que algunas bandas de la época miraban con cariño a las de rock sinfónico, pero sólo adoptaban pinceladas de su estilo en marcos más experimentales o más rockeros, como en el caso de la exitosísima Pink Floyd, de Curved Air y Camel, o grupos como los estadounidenses Kansas, Boston o Foreigner.

Esta enumeración pretende ser la puerta de entrada a un movimiento que tuvo pocos puntos de contacto con Uruguay en materia de visitas: ni Genesis ni King Crimson ni ELP tocaron en Uruguay, y si bien Yes dio un recordado concierto en 1985 en Maldonado, lo hizo a caballo de su ya mencionado éxito del momento, “Owner of a Lonely Heart”.

Muchos críticos musicales dan como un hecho que la pomposidad en que llegó a caer este estilo y el estatus de superestrellas de muchos de sus artistas fue el detonante para el surgimiento del movimiento punk, con The Sex Pistols como cara visible y The Clash como banda más ideologizada, dentro de una movida que renegaba de todo, desde la música de esos tiempos hasta las instituciones británicas. Pero la herencia del rock sinfónico, separando la paja del trigo, es de una gran riqueza; hoy, cuando por una natural razón etaria varios de sus popes nos están dejando con sus recuerdos, repasar su música es un deleite.