• Tangerine, de Sean Baker (Estados Unidos). Pocos films han retratado el mundo de la prostitución (y menos aun el de la prostitución de travestis y transexuales) como Tangerine. Hecha enteramente a base de dispositivos iPhone 5 (un logro técnico que, más que sumarse a la lista de aciertos de la película, terminó eclipsando algunas de sus virtudes), sigue durante todo un día a Sin-dee, una travesti recién liberada tras pasar 28 días de prisión.
Caótica, explosiva y contradictoria, Sin-dee se embarca -junto con su amiga Alexandra- en una frenética búsqueda de su novio/proxeneta, de quien se dice que la engañó con otra mujer. Esa trama se entremezcla con la jornada de un taxista armenio aficionado a las travestis, y en un interesantísimo juego figura/fondo desfila un sinfín de extras y personajes secundarios muy ricos. Ninguno de ellos es retratado como villano o santo, y menos aun las protagonistas, a quienes se muestra sin justificaciones, juicios o compasión. Detrás está el retrato de Los Ángeles, que con sus navidades sin nieve, su descaro de neón, luces y chirimbolos, y su condición de “mentira envuelta como un regalo” (según comenta la suegra del taxista), guarda un paralelismo plástico y psicogeográfico con la rebeldía vital de las drag Queens adueñándose de las calles.
El tiempo dirá si Tangerine se convierte en Las noches de Cabiria del mundo trans, pero difícilmente se haya visto en los últimos años una película tan honesta sobre los vínculos humanos y fraternos que garantizan la supervivencia. Se puede ver el domingo 3 a las 21.20 en Sala Pocitos. AAK
• Tras la pantalla, de Marcos Martínez (Argentina). La pujanza del cine argentino ha dado origen a diversas películas metacinematográficas. Este documental retrata un momento en la trayectoria de Pascual Condito, un inmigrante calabrés que arribó a Buenos Aires en 1953 y se convirtió en uno de los principales distribuidores de cine de aquel país.
Tras una extensa carrera dedicada sobre todo al cine internacional, durante la crisis de 2001 Condito logró salvar su negocio especializándose en el argentino. Su actuación fue fundamental en la constitución del “nuevo cine argentino”, a tal punto que se convirtió en casi una rutina para los cineastas contar con algún cameo suyo (hizo esos bolos en más de 60 películas). Cambios recientes asociados con el cine digital suponen serias dificultades para su negocio y para el cine argentino; eso es lo que muestra esta película, centrada simbólicamente en la venta y demolición del edificio donde funcionó la empresa durante más de 30 años.
La mayor parte del metraje transcurre en diálogos de Condito con eminencias del cine argentino (directores, exhibidores, colegas distribuidores) y con familiares, además de reminiscencias de una vida de fascinación por la pantalla grande. El clima general es melancólico: el vaciamiento de la oficina, cientos de afiches tirados a la calle, fotos promocionales destinadas a venderse en las ferias, pilas de cajas de video inútiles, la veneración por cineastas, actores y películas que los jóvenes ya no consideran, y las dificultades que tiene para el cine independiente o de bajo presupuesto el fin de la explotación de tipo roadshow. GAP
• Los exiliados románticos, de Jonás Trueba (España). Los Trueba se han erigido en los últimos tiempos como una dinastía en lo que refiere a películas de apertura y cierre de los festivales cinematográficos de Cinemateca. Tal como sucedió en 2013 con Los ilusos, el 34º Festival comenzó con Jonás Trueba, hijo de Fernando -cuyos films Chico y Rita (2010) y El artista y la modelo (2012) abrieron un festival de Montevideo y otro de Punta del Este, respectivamente- y sobrino de David Trueba -que cerró otro festival con Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013)-. Esta película, construida en una escala mucho menor que los anteriores trabajos del director, retoma una impecable línea autoral que sigue en desarrollo.
Los espectadores del cine de Jonás Trueba suelen repartirse equitativamente en dos grupos: unos quedan fascinados por el retrato estilo nouvelle vague de sus actrices y las casi godardianas citas bibliográficas; mientras que a otros les molesta cierto cariz endogámico, ligeramente distanciado e indie, de los temas que presenta e director (en ese sentido, la elección de la música de Tulsa como hilo conductor y casi coro griego de Los exiliados románticos parece ir en la línea de lo que sucedía, en sus anteriores títulos, con los también españoles Nacho Vegas y Señor Chinarro).
Filmada con mínimos recursos, esta película es una suerte de road movie que sigue el trayecto de tres amigos por distintos escenarios de España y las ciudades francesas Toulouse, París y Annecy. Van en busca de mujeres que los esperaban en Francia, y más que lo que sucede en cada uno de los encuentros (que parecen ubicarse en un curioso punto intermedio entre el naturalismo improvisado y lo finamente guionado), lo más rescatable es esa atmósfera libre, juguetona y algo rohmeriana que ya se puede considerar típica del director, y más que nada su estilo único a la hora de retratar mujeres, elevándolas como musas pero sin dejarlas en la fría taxidermia de la mirada masculina. En ese sentido, la charla final entre las dos viajantes, al comentar que si lo que viven fuera una película no pasarían el test de Bechdel (un dispositivo feminista para evaluar la brecha de género en el cine), es un delicado guiño al difícil equilibrio que logra el menor de los Trueba.
El título con los tres colores de la bandera francesa parece aludir a la libertad, la igualdad y la fraternidad en el espíritu de la obra de este cineasta. AAK
• Queridas hermanas (Die geliebten Schwester), de Dominik Graf (Alemania). Claramente es una explotación del éxito internacional de Goethe! (Philipp Stölzl, 2010). Aquí, en vez de lidiar con los amoríos del joven Johann Wolfgang von Goethe, se lidia con los del joven Friedrich Schiller.
La anécdota desarrolla en forma fantasiosa especulaciones sobre un posible triángulo amoroso entre el poeta y las hermanas Charlotte von Lengefeld y Caroline von Wolzogen (ambas de familia noble y también escritoras). Esto -aunque sea teóricamente compatible con los datos históricos- ubica al film en ese tipo de cine-arte que cuenta historias más o menos comunes ambientadas en épocas y lugares bellos, “dignificadas” (para que los espectadores sientan que están viendo algo importante) por el hecho de que sus protagonistas son artistas consagrados. Goethe! al menos lidiaba con la gestación de Werther, y lo literario era un elemento central en la película. Aquí, en vez de Schiller, podría ser cualquier artista que compartiera las ideas libertarias del Romanticismo. Pero sí: vemos la hermosura de jóvenes sexies que complementan un espectáculo de fachadas, muebles, cuadros, instrumentos de música, objetos cotidianos, empapelados, ropas, caligrafía con pluma, cartas lacradas, carruajes con caballos, paisajes brumosos espléndidamente representados e interiores iluminados tan sólo por velas.
La cinematografía es muy Hollywood, y eso vale tanto para el estilo audiovisual como para la moral: pensamos que Schiller se vincula sexualmente con ambas hermanas, pero pronto se revela que con una de ellas la relación era casta. Y todas las referencias a la Revolución Francesa son ilustradas con sangre y otros signos de violencia, como si eso fuera lo único o lo más importante que ocurrió en ella. GAP
• Hijos nuestros, de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez (Argentina). El título remite a la clásica arenga confrontativa de los cantos tribuneros, a la fantasía de familia que se construye el protagonista y a un subtexto religioso que parece sobrevolar -con alas de cuervo- todo el film. Hugo es un ex futbolista cuya existencia alterna entre su solitario laburo de taxista y los partidos del club de sus amores, San Lorenzo de Almagro. Entabla con una pasajera y su hijo -que está empezando en el baby fútbol- una relación amistosa en la que ocupa papeles cercanos a los de pareja y padre. El film se desarrolla alrededor de una elección difícil entre esa mujer (la esperanza de una compañera, una familia y una reconstrucción vital) y la comunidad simbólica de hinchas y referentes futbolísticos que lo mantiene atado al pasado.
Alternan la realidad y escenas que son casi alucinaciones, y se vislumbra todo el tiempo un trasfondo religioso: en el ritual católico de confirmación del hijo de la pasajera, en la referencia al papa Francisco (conocido hincha del ciclón) y en la repetida referencia a pies (tanto los de una prostituta, en los que Hugo parece guardar un fetiche, como en los championes que le compra al niño y en la escena final, cuando una médica examina su tobillo desnudo, en lo que parece una referencia de expiación, perdón y aceptación, vinculada con el relato evangélico sobre Jesús lavándoles los pies a sus discípulos en la última cena). En la línea de películas como El último Elvis (Armando Bo, 2012), Hijos nuestros es una dignísima representante de la nueva camada de films argentinos acerca de pequeños personajes con gigantescas pasiones. AAK
• A la sombra de las mujeres (L’ombre des femmes), de Philippe Garrel (Francia). El parentesco con cierto espíritu nouvelle vague está acentuado por el blanco y negro: es un guion que podría haber sido filmado por François Truffaut, Louis Malle, Claude Chabrol o Éric Rohmer. De modo que no sorprende que el veteranísimo e inagotable Jean-Claude Carrière sea uno de los autores del guion. Es una historia intimista de pareja. No se especifica la época, pero por los televisores de tubo, el empleo de mesas de montaje analógicas y la ausencia de computadoras y celulares, quizá se desarrolle hace unas tres décadas. Él es un cineasta documentalista y ella se dedica a ayudarlo. Ambos tienen amantes. La personalidad apática de él, y la manera en que se deja llevar por ciertos sentimientos que considera inherentes a la masculinidad, son un problema para su esposa y su amante, e impregnan toda la película.
Sin ser radicalmente bressoniana (las actrices sí son expresivas), hay una pátina de distancia en la realización, acentuada por la subnarración omnisciente en voz over. Otro “nouvellevaguismo” es una fuerte influencia de Viaje a Italia (1954), de Roberto Rossellini (sobre todo en el final, con sus implicancias católicas incluidas). Por ahí afloran distintas formas de dependencia mutua entre mujeres y hombres, sutiles implicancias de dominación y sumisión en el amor, y cuestiones relacionadas con la ética y la verdad (donde el documental sobre la resistencia en la Segunda Guerra Mundial se cuela como un extraño intruso). Se puede ver hoy, martes 29, a las 20.25 en Life Cinemas 21 (ex Casablanca). GAP