Este mes se registró el tercer caso de contenedores de carne uruguaya con destino a Estados Unidos que fueron devueltos por haberse detectado la presencia de un garrapaticida en los cortes. El propietario del establecimiento ganadero que vendió las vacas al frigorífico aseguró que este tipo de incidentes son “responsabilidad del Estado”, ya que “con la ley de ocho horas para el trabajador rural tuvimos que abandonar el método tradicional para desparasitar a los animales, que consiste en sacarles la garrapata una por una. Obviamente, a un peón que trabaja menos de 21 horas jamás le va a dar tiempo para hacerlo. No tenemos más remedio que usar químicos”. En el gobierno la situación causa “preocupación”, ya que “la economía hoy en día está agarrada con pinzas. La devolución de un lote de seis tazas de plástico es suficiente para causar un desequilibrio macroeconómico gigantesco”. Desde el Poder Ejecutivo confesaron que hay “inquietud” por la posibilidad de que este tipo de controles se vuelvan cada vez más frecuentes y se extiendan a otros productos. Un jerarca ministerial explicó: “Desde los países ricos nos convencen de que tenemos que instalar industrias contaminantes y usar agrotóxicos a diestra y siniestra. Si deciden que no compran productos contaminados, ¿a quién se los vamos a vender? Nosotros estamos casi seguros de que los estadounidenses y los europeos no serían capaces de hacer algo tan injusto, pero igual, uno se inquieta”. Sin embargo, la noticia tuvo una recepción diametralmente opuesta entre los propietarios de carnicerías. “Acá nunca se comió tan buena carne y tan barata como en 2001, cuando hubo un brote de fiebre aftosa y todos los envíos de carne al exterior se cancelaron. Ahora tenemos una situación similar, así que el consumidor va a poder acceder a asado envenenado muy barato. A veces las enfermedades son una bendición”, aseguró un directivo de la Unión de Vendedores de Carne.