Durante muchos años, prácticamente todas las listas de “el mejor disco [de rock] de todos los tiempos” coincidían en otorgarle el primer puesto a Sgt Pepper’s Lonely’s Heart Club Band, de The Beatles, con otros nombres variables (Exile on Main Street, Led Zeppelin IV, London Calling, Who’s Next, etcétera) siguiendo de lejos a aquella obra de 1967 sobre la que parecía haber un veredicto unánime. Sin embargo, a partir de los primeros años 90, parte de la crítica y muchos músicos comenzaron a reivindicar otro disco que había precedido a la obra magna de los Beatles por más de un año y al que, pese a la imagen superficial del grupo que lo había creado, se reconocía como el más perfecto y renovador del pop-rock en el siglo XX. Ese disco se llamó Pet Sounds y fue lanzado el 16 de mayo de 1966, con una cándida portada en la que sus autores alimentaban a unas cabras. La banda era The Beach Boys, subestimada en general por los rockeros (que apenas le reconocían su capacidad para realizar intrincados arreglos vocales), pero que contaba en sus filas con Brian Wilson, un compositor excepcional cuyo genio perfeccionista estaba, cuando se editó aquel disco, al borde de un colapso psíquico que lo inutilizaría parcialmente en las siguientes décadas. Pet Sounds cumple medio siglo este viernes, y parece más saludable y popular que nunca.

Hay muchas explicaciones de por qué el éxito y el reconocimiento le llegaron en cámara lenta. “No me gustó la primera vez que lo escuché -dijo el guitarrista de Yo La Tengo (y crítico musical), Ira Kaplan, a la revista online Pitchfork-; es un disco muy sutil”. Y sin duda lo es, ya que cada escucha revela nuevos planos y arreglos que el obsesivo Wilson -quien había comenzado a sufrir los ataques de pánico que lo alejarían de los escenarios, pero no del trabajo en el estudio- introdujo hasta convertir cada una de las canciones en una pequeña sinfonía, llena de arreglos de cuerdas y tonalidades menores poco frecuentes en la música pop. Tal vez hoy en día sea más evidente a primera escucha el genio de Pet Sounds, que dio origen a toda una rama del rock californiano y que contiene temas del calibre de “Wouldn’t It Be Nice”, “Sloop John B”, “Caroline, No” y la inmortal y perfecta “God Only Knows”, pero en 1966 nadie se tomaba muy en serio la música de una banda conocida por sus canciones sobre autos e ir a surfear con chicas de California. Uno de los pocos que lo hicieron fue Paul McCartney, quien no tuvo problemas en reconocer a “God Only Knows” como su canción favorita de todos los tiempos, y a Pet Sounds como la mayor influencia conceptual detrás de Sgt Pepper’s.

Evidentemente, el cincuentenario de semejante logro era una fecha a celebrar, y quien asumió la tarea de hacerlo a lo grande fue justamente un Brian Wilson operativo y aparentemente libre de sus demonios psíquicos desde hace un par de décadas, que ha emprendido una extensa gira de 70 fechas como conmemoración del aniversario de Pet Sounds, que muchos consideran más un disco solista suyo que un esfuerzo conjunto de la banda, ya que el resto de sus integrantes estuvo ajeno al proceso de composición y producción, e incluso en alguno -como el cantante Mike Love- parece haberlo odiado en su momento. Como acompañamiento a la gira de Wilson, habrá una edición especial del disco llamada Pet Sounds (50th Anniversary Collectors’ Edition), con cuatro CD que incluirán outtakes y varios de los experimentos de estudio realizados por el compositor, así como una versión en Blu-ray con sonido 5.1. Difícilmente haya en ella algo que no estuviera ya en la exhaustiva edición de 1997 -The Pet Sounds Sessions-, pero los casi 20 años transcurridos desde esta prometen mejoras técnicas y sonoras. Mientras tanto, la ya mencionada Pitchfork lanzó una edición especial en la que una enorme cantidad de músicos reconocidos por su creatividad, entre ellos integrantes de grupos como Talking Heads, Primal Scream, Cibo Matto o Mogwai, cuentan cómo fue su primer encuentro con este disco decisivo y cómo afectó sus vidas.