Hace medio siglo, el grupo John Mayall & The Bluesbreakers -una de las canteras más fértiles del blues británico, de la que saldrían nenes como Peter Green y Mick Taylor- editó un disco con una entonces nueva incorporación, procedente de The Yardbirds -otra cantera fértil-: un guitarrista veinteañero y flaquito, con cara de asustado, pero que evidentemente tenía algo especial, ya que su nombre aparecía en el título del álbum: Blues Breakers with Eric Clapton. Sus dotes para las seis cuerdas, que en el disco llegaban a la máxima expresión en el solo de “Have You Heard”, se hicieron famosos todos los sábados de noche en el Flamingo Club de Londres, al punto de que un evangelista de los 12 compases se paró frente a la pared de una estación de tren y estampó un grafiti que se volvería mítico: “Clapton is God” (“Clapton es Dios”).

Pasaron 50 años, muchas bandas (Cream, Blind Faith, Derek and the Dominos) y una veintena de discos solistas; Clapton, que sopló 71 velitas en marzo, sigue ahí. Por eso su nuevo disco no podía llamarse de otra manera: I Still Do (“aún lo hago”). En esta oportunidad, “Dios” vuelve a contar con el veterano productor inglés Glyn Johns, quien estuvo detrás de las perillas del que quizá haya sido su último gran disco: Slowhand (1977).

Clapton casi no para de tocar: a fines del año pasado editó Slowhand at 70, un álbum en vivo grabado en el legendario Royal Albert Hall de Londres para festejar su anterior cumpleaños; en 2014 había lanzado un disco junto con varios amigos músicos en homenaje al fallecido JJ Cale -una de sus grandes obsesiones, como Robert Johnson y BB King-. Pero su última incursión en solitario había sido el flojo Old Sock (2013), con un par de versiones reggae que no le hacían justicia a quien supo grabar un gran cover de “I Shot the Sheriff”, pero que además logró lo más inesperado: que por las manos de Clapton pasara una versión blanda e intrascendente de “Still Got The Blues (For You)”, el himno compuesto y popularizado por Gary Moore hace más de un cuarto de siglo.

Pero, gracias a Dios, en el arranque de I Still Do nos vuelve el alma al cuerpo, ya que no empieza con un reggae como Old Sock: una guitarra eléctrica se manda un punteo lamentoso y otra enseguida acomoda la base con el archiconocido boogie-woogie que se balancea entre quintas, sextas y séptimas, como una vieja en una mecedora. No hay nada nuevo bajo el CD, es el mismo blues de siempre; pero cuando lo toca un tipo que sabe, no hay caso, podríamos estar horas escuchando ese ritmo primitivo hasta que nos den ganas de cultivar algodón en el living. Específicamente, se trata de una versión de “Alabama Woman Blues”, una viejísima canción de Leroy Carr, interpretada con piano, acordeón y la mar en banda.

“No sabés cuánto significa esto, / tener esta música en mí. / Sigo tocando este blues / esperando no perderlo”, canta Clapton en el metablues “Spiral”, uno de los únicos dos temas que lo tienen como autor, construido sobre punteos que, justamente, hacen círculos sobre sí mismos. Los clásicos del blues siguen con “Cypress Grove” (Skip James) y “Stones In My Passway” (Robert Johnson), aunque ninguno suena tan auténticamente negro como el que abre el disco. Por si no hubiera sido suficiente con el homenaje del álbum anterior, en I Still Do encontramos dos canciones de JJ Cale: la animada “Can’t Let You Do It”, de su famoso disco Troubadour (1976) -de ahí también salió “Cocaine”-, y “Somebody’s Knockin’”, previamente inédita.

Entre los temas más tranquilos, que se alejan del blues, se destaca la cálida versión de “I Will Be There” (del irlandés Paul Brady) -con una atmósfera similar a la de “Tears in Heaven”-, que tiene la particularidad de que la canta Clapton con un tal “Angelo Mysterioso”. No está claro quién es, y hubo especulaciones sobre su identidad incluso antes de editarse el disco, ya que en “Badge”, del último álbum de Cream, aparecía George Harrison con un seudónimo casi idéntico (que también usó en el disco Songs for a Taylor, de Jack Bruce, el bajista de Cream). Es probable que se trate de Dhani Harrison, hijo del fallecido beatle, pero hasta ahora no hubo confirmación oficial.

Quizá el tema más intrascendente del álbum sea justamente el único que compuso Clapton solito -“Spiral” lo cultivó junto con sus compañeros de banda Andy Fairweather Low y Simon Climie-: “Catch the Blues”, que, paradójicamente, no tiene nada de blues. De todos modos, una de las sorpresas más positivas es un cover de Bob Dylan -de quien Clapton ha grabado varias canciones, destacándose su relectura en clave reggae de “Knockin’ on Heaven’s Door”-: una versión arropada y más swinguera de “I Dreamed I Saw St Augustine”, incluida originalmente en John Wesley Harding (1967).

Las habilidades de Clapton siguen casi intactas. Nunca fue un gran cantante ni se caracterizó por derrochar un extenso abanico de expresiones con su gola. Su guitarra no es tan agresiva como antes (ya no comparando con sus años dorados, sino con el disco From the Cradle, de 1994, en el que sus seis cuerdas se prendían fuego -escúchese “It Hurts Me Too”, por ejemplo-), pero su sello sigue claro y reconocible a los dos segundos: el tono siempre grueso, con cuerpo; el sustain largo y las vueltas melódicas -escala pentatónica o barbarie-, por mencionar sólo algunos de sus poderes, que no serán lo mismo que la omnipresencia y andar por ahí embarazando vírgenes, pero son más que suficientes para tocar blues.