Durante muchos años en el futuro se seguirá hablando de cómo el más elegante de los rockeros, David Bowie, preparó en secreto y cuidadosamente la más elegante de las despedidas, con la edición casi simultánea a su muerte del disco Blackstar, que contenía un montón de herméticas pistas en relación con su fin cercano, que adquirieron sentido sólo luego de su fallecimiento, el 10 de enero, y del conocimiento público acerca de que la enfermedad lo aquejaba desde hacía tiempo y él lo sabía. Pero mientras se especula respecto de qué material musical extra puede haber dejado el Duque Blanco en la confección del cierre de su brillante carrera, y hay gran interés en las versiones preliminares de canciones para otro disco que no llegó a editar, siguen emergiendo de Blackstar mensajes secretos que se revelaron por casualidad; esta vez, para ser específicos, desde la tapa de su edición de vinilo.

La portada del disco consiste exclusivamente en una estrella negra (black star) sobre un fondo blanco, que en la edición de vinilo se compone con la estrella recortada en la portada sobre el fondo negro del interior del sobre. Pero luego de que algún fan desaprensivo dejara dicha portada al sol (sin el vinilo, claro está) durante algunas horas, lo que parecía ser un fondo negro mate reveló la imagen de un estrellado cielo nocturno, en perfecta sintonía estética con la obra del hombre que le cantó al espacio exterior en la distancia para hablar del espacio interior aquí en la Tierra. Un truco escondido que los diseñadores mantuvieron en fiel secreto hasta que fue revelado por casualidad, algo obviamente pensado por Bowie, un artista decidido a que, en estos tiempos de consumo rápido y desatento, realmente se le preste atención a un disco que por muchos motivos consideraba muy importante.