Desde hace años, la Dirección Nacional de Cultura (DNC) piensa en desarrollar un Plan Nacional de Cultura, que pueda aportar insumos tanto para el diseño de políticas públicas como para la sistematización del trabajo en territorio. El director nacional de Cultura, Sergio Mautone, dijo a la diaria que en la actualidad se puede hablar de una nueva etapa del plan, porque considera que no se podría transitar este camino sin atender todo lo que ha venido sucediendo: se refirió a la gestión de Hugo Achugar, que “impulsó la concreción” de un plan, a las Asambleas de Cultura y, antes, a los años 80, cuando unos jóvenes de Las Piedras editaron una revista -La Plaza- que convocaba a un ámbito para discutir políticas y cultura, y donde una de las voces más claras y demandantes era la de Gonzalo Carámbula, luego director de Cultura de la Intendencia de Montevideo (1995-2005): en reconocimiento a su rol, la nueva etapa del plan lleva su nombre.

En esta nueva etapa se pretende una mayor articulación con todo lo que ya existe, “y una puesta en valor de todo lo que hay, para poder organizar mejor nuestras capacidades, proyectarnos hacia el futuro, poder establecer lineamientos estratégicos -por dónde debe transitar la cultura- de manera consensuada, y también aportar a un diseño institucional”, dijo el jerarca. En su opinión, esto es necesario porque la cultura ha vivido un “crecimiento aluvional” -sobre todo en los últimos diez años-, además del surgimiento de instituciones públicas y privadas, e iniciativas que han jerarquizado los emprendimientos culturales, proporcionando “una malla rica y compleja, a la vez que se han abierto nuevos desafíos. Pero todo esto se ha dado de manera desordenada”. Mautone opina que hoy es imprescindible pensar una nueva institucionalidad, y es partidario de un Ministerio de Cultura, “del que ahora estamos en un proceso de análisis”.

Según el director, el problema no es sólo que el actual Ministerio de Educación y Cultura (MEC) abarca bastante más que la educación y la cultura, sino también que dentro de él hay “una gran dispersión, producto del crecimiento de las unidades de Cultura”. Si bien todas ellas “reportan a una ministra”, esta se debe ocupar también de “educación, ciencia, registros e innovación y tecnología, de modo que no se puede “aceitar una conducción clara de toda la complejidad que significa cultura”, señaló. Hay una convivencia de unidades ejecutoras que incluye a “la Unidad de Medios -con Televisión Nacional de Uruguay, Radios e Instituto del Cine-, el SODRE, la Biblioteca Nacional, el Archivo General de la Nación, el Patrimonio y la Dirección Nacional de Cultura, que transversaliza a todas estas unidades, pero en realidad no tiene decisión sobre el panorama global”, y “además es muy difícil estimar una línea presupuestal en la medida en que cada una de estas partes desarrolla su propio proyecto”, explicó, y por eso un Ministerio de Cultura sería “una manera más o menos rápida de poner todo esto en línea y en funcionamiento”.

Mautone plantea, a partir de la experiencia de otros países, que es preciso combinar la relación con la red nacional de directores de Cultura de los gobiernos departamentales y la relación “con los hacedores, cruzando los ámbitos del ministerio con otros en los que la cultura es caótica, irreverente. Eso también se debe reflejar en la conducción: hay que trabajar en un ámbito que garantice el fortalecimiento de la cultura, pero que no la limite, la cercene o la burocratice. Por eso también creo que es fresco que haya una representación o algún tipo de incidencia directa de los sectores, y que puedan organizarse mediante distintas herramientas, como las agencias, por ejemplo, porque las dinámicas de algunos procesos culturales chocan con la burocracia del Estado”.

El plan

En cuanto al Plan, Mautone recuerda que antes se había relevado información sobre leyes aprobadas en los últimos años pero no siempre aplicadas, y se habían impulsado reuniones con los sectores. Lo que no se había hecho era “poner a consideración todo esto más allá de los propios sectores o los propios involucrados. A nosotros nos pareció fundamental generar un ámbito de intercambio más abierto, profundizar esa discusión con un carácter territorial, a nivel nacional”. Para eso, se está trabajando junto con la red de directores de Cultura y los Centros MEC. Con ellos se propusieron recorrer departamento a departamento, de abril a setiembre, para relevar opiniones y articular a todos los actores culturales del país. Hasta hoy lo han hecho en Cerro Largo, Treinta y Tres, Lavalleja, Flores, Florida y Rocha, aglutinando a unos 350 o 400 actores culturales del interior. Piensa que cuando finalicen habrán conformado “un ámbito que trascenderá el número de cualquiera de las Asambleas de Cultura”. No sólo se busca proponer y compartir puntos de vista sobre el tema de la cultura, sino además tener la capacidad de relatar todo este proceso y luego sintetizarlo, “para poder conformar una única visión y un único documento”.

Para desarrollar esto desde el punto de vista técnico, la DNC se asoció con la Facultad de Ciencias Sociales -y un equipo coordinado por Sebastián Aguiar, Ricardo Klein y Víctor Borras-, a fin de contar con una “impronta profesional”.

¿Cómo dialogará el Plan con la Ley de Cultura? La intención “es regularnos y sintetizar lineamientos estratégicos. Que todo esto se convierta en insumos para trabajar en un anteproyecto de ley. Estamos conversando con las comisiones de Educación y Cultura del Senado y de Diputados, porque queremos que desde el vamos haya un involucramiento previo al debate parlamentario. Mi intención es que no más allá de 2017 se esté discutiendo un proyecto de Ley de Cultura, con miras al próximo gobierno”, adelantó.

Además del trabajo en territorio y por medio de sectores, Mautone jerarquiza la necesidad de crear espacios de reflexión en el área académica y prevé que habrá “una excelente oportunidad” para eso dentro de seis meses, cuando se celebre en Uruguay el décimo aniversario de Carta Cultural Iberoamericana [que se firmó en Montevideo en 2006, “cuando una cumbre de jefes de Estado y de gobierno decidió afirmar el valor central de la cultura, y la necesidad de promover y proteger la diversidad cultural, además de consolidar el espacio cultural iberoamericano”.

El director acaba de participar en una reunión iberoamericana de ministros de Cultura, realizada en Colombia, en la que se resolvió llevar a cabo esa celebración, y evaluó que lo más interesante de ese encuentro fue que se reivindicó la construcción de redes sólidas en todo el espacio iberoamericano, con “particular énfasis en la cooperación internacional”. Para esto, habrá una selección entre proyectos presentados por los países, atendiendo a sus características innovadoras para generar “un panorama de alternativas en el desarrollo cultural, a partir del cual se pueda desarrollar una red de intercambios”.

Uruguay presentó a esa selección de proyectos las fábricas de cultura, que fueron objeto de “mucha atención” porque tienen que ver con “la posibilidad de incorporar a la sociedad grupos excluidos, mediante la puesta en valor de profesiones o costumbres en desaparición, que puedan generar inserción laboral, y han abierto posibilidades enormes, por ejemplo los que tienen que ver con la población carcelaria o con un grupo de ladrilleros en Rivera. En este último caso, se trabajó con un oficio ancestral, en una zona de alto nivel de de- sempleo, dándole a la fabricación de ladrillos un mayor grado de refinamiento, junto a técnicos y diseñadores -además de atender a los aspectos jurídicos y al marketing-, posibilitando que esa comunidad se organizara de una manera mucho más sólida, para producir ladrillos a un nivel que no se preveía inicialmente”.

Entre Argentina y Brasil

Consultado acerca de las propuestas regionales, y en particular las planteadas por Argentina, Mautone contó que ese país presentó a la Casa Central de la Cultura Popular, Villa 21-24, “un emprendimiento inspirado en una práctica colombiana. En una ciudad con alto grado de violencia como Medellín se logró establecer -mediante emprendimientos culturales- mojones para relativizar, combatir o llevar a cero esa violencia, sobre la base de dar valor a zonas carenciadas (por medio de las bibliotecas-parque, por ejemplo), con ofertas culturales muy variadas que transformaron la convivencia. Con esa inspiración, en Buenos Aires esta Casa de la Cultura apuesta a lograr mucha calidad -desde lo técnico y lo artístico- en el marco de una situación barrial conflictiva, e incorporar por medio de talleres las propuestas de referentes en cada una de las áreas, para así poder crear un nivel de inclusión”.

Antes, Mautone se había reunido con el actual ministro argentino de Cultura, Pablo Avelluto, y acordaron planes trimestrales: un sistema de intercambio de becas para artes visuales (recepción de tres artistas en residencia para que realicen una experiencia en Buenos Aires y Montevideo), otro intercambio entre nuestro Instituto Nacional de Artes Escénicas y el Instituto Nacional del Teatro argentino, y otro entre el Museo Nacional de Artes Visuales uruguayo y el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires.

En la compleja situación brasileña, una de las primeras iniciativas del presidente interino Michel Temer fue intentar reducir el Ministerio de Cultura a una secretaría vinculada con Educación, algo que terminó frenando una fuerte movilización. Consultado acerca de esto y de sus encuentros con el anterior ministro de Cultura, Juca Ferreira, Mautone dijo que hoy el panorama es de incertidumbre: “Antes la relación era muy buena, y desde hace un tiempo se venían desarrollando semanas de intercambio entre Rio Grande do Sul y Uruguay, buscando acentuar el intercambio cultural, que generalmente tendía a concentrarse entre Montevideo y Porto Alegre, y nosotros acordamos extenderlo también hacia la zona fronteriza. Si bien seguimos avanzando en el tema, lamentablemente, ahora estamos expectantes”.

Volviendo al planteo inicial, y a partir de lo que sucede a nivel regional, Mautone retomó la reflexión sobre un Ministerio de Cultura, reconociendo que “nuestra estructura, nuestra legislación, e incluso nuestros gobernantes no son comprensivos con la lógica de la cultura”, y afirmando que eso implica “una pelea que debemos dar sistemáticamente”.