Un complejo problema de derechos de autor sobre algunos de los personajes creados por Marvel Comics ha hecho que estos superhéroes queden divididos entre la productora de la compañía, Marvel Studios, y 20th Century Fox, por lo cual la franquicia de Los Vengadores y sus derivados (Capitán América, Thor, Iron Man, etcétera) y la de los mutantes X-Men nunca se han cruzado, y las acciones de estos últimos se desarrollan por fuera del continuo general llamado Universo Cinemático Marvel. Ese aislamiento parcial de la saga de los mutantes la llevó a quedar bajo la supervisión artística casi exclusiva de un cineasta tan personal como Bryan Singer, que, tras revelarse como un talento descollante -frecuentemente comparado con Quentin Tarantino- con películas como Los sospechosos de siempre (1995) y El aprendiz (1998), se pasó casi por completo al cine de fantasía y superhéroes. Suyos han sido los films de X-Men, salvo el desastroso La batalla final (Brett Ratner, 2006) y Primera generación (Matthew Vaughn, 2011), que de todos modos estuvo bajo su supervisión, y lleva la marca de su elegancia visual en cada fotograma.

De hecho, su ausencia en 2006 le causó problemas, porque Ratner mató en su película a varios de los personajes principales y cerró la historia de forma bastante definitiva. Para ser más o menos fiel a la continuidad de la saga, lo que le quedó a Singer fue ir hacia el pasado, a fin de revivir a algunos personajes sin demasiadas explicaciones. El resultado fue una nueva trilogía, con el mencionado film de Vaughn, Días del futuro pasado (2014) y el cierre, por ahora, de esta X-Men: Apocalipsis. Cada una de las tres transcurre en una década diferente, y eso permite que Singer se divierta con pequeños detalles de la recreación de época y genere un pasado alternativo muy similar al que conocemos, pero con mutantes operando como agentes políticos y sociales. Así, Primera generación visitó el exterminio judío durante la Segunda Guerra Mundial y culminó en el casi holocausto atómico de la crisis de los misiles cubanos. Temas tal vez muy serios para entreverarse con personajes sobrehumanos, pero que le daban un mayor relieve adulto a la historia. Días de futuro pasado se situó en tiempos de la crisis de Watergate y las consecuencias de la guerra de Vietnam, comentando en forma metafórica -como los cómics de Marvel en su momento- aquellos días turbulentos. Apocalipsis ocurre en los años 80, durante el recrudecimiento de la Guerra Fría y el temor a la hecatombe nuclear, y aunque el marco histórico es menos visible que en las anteriores, también está presente en este film, que ya ha sido condenado a ser una entrada menor en la franquicia, pero no deja de ser interesante, digan lo que digan.

La crítica estadounidense fue bastante despiadada con esta película y, como lamentablemente suele ocurrir ahora, los motivos del rechazo tuvieron que ver sobre todo con lo contextual o lo directamente extrafílmico. Singer, antes niño mimado de las fuerzas políticamente correctas por su militancia gay, se ganó su enemistad feroz a causa de unas acusaciones de acoso sexual de menores, de las que fue exonerado en el Poder Judicial pero no en los tribunales sumarios de las redes. Por otra parte, el ala más infantil de los fans de las películas de superhéroes se ha volcado a las más explosivas y entretenidas películas de Marvel Studios, rechazando las más elaboradas y ambiciosas propuestas de Singer, que siempre busca algo más (al menos un poquito) que un simple entretenimiento sensorial. Pero hubo críticas con fundamento.

Días del futuro pasado contenía una de las mejores escenas que se hayan visto en una película de superhéroes (o en el cine de acción y fantasía reciente, en general): Pietro Maximoff -el mutante conocido como Quicksilver, pero no denominado así en la película por problemas de propiedad intelectual-, que tiene el poder de moverse más rápido que la visión humana, operaba sobre un grupo de policías aparentemente inmóviles (en realidad se estaban moviendo demasiado lentamente para la percepción velocísima de Maximoff), de modo que erraran sus disparos y se desmayaran a sí mismos, mientras escuchaba “Time in a Bottle”, de Jim Croce, en sus auriculares. Apocalipsis tiene una escena muy similar, en la que Maximoff rescata de una explosión a todos los estudiantes de la escuela de mutantes de Charles Xavier mientras escucha “Sweet Dreams”, de Eurythmics. El virtuosismo técnico de esa escena la hace muy disfrutable, pero aun siendo más larga y espectacular, carece del impacto de su equivalente en el film anterior, por el simple motivo de que ya la vimos. Chiste repetido, chiste aburrido, se decía en las escuelas cuando yo era niño.

Este es el principal problema que aqueja a toda la película, la constante sensación de déjà vu: una vez más se nos muestra que los humanos odian, temen y discriminan a los mutantes; la ira de Magneto hacia la humanidad vuelve a desatarse por una injusticia criminal; Xavier y Magneto vuelven a colisionar como si fueran el Martin Luther King y el Malcolm X de la causa mutante; una vez más Mystique se debate entre seguir a uno u otro, etcétera... Si a eso le sumamos la extensión (dos horas y media) y una lenta construcción, que se demora además en esas reiteraciones, se puede decir que Apocalipsis es lo más flojo de esta trilogía, pero no por eso es una mala película.

El rol de villano alfa le es quitado a Magneto (el siempre excelente Michael Fassbender), lo que le permite abrazar su esquivo carisma de antihéroe. Como de costumbre, todos los personajes están bien, y Singer le otorga minutos a cada uno de ellos, presentando a Sophie Turner (la Sansa de Game of Thrones) como una gran Jean Grey joven. Y, más allá de lo espectacular de las escenas de acción -que no son tan numerosas o extensas, como se ha dicho-, vuelve a demostrar qué cineasta es en pequeños detalles -una veloz y terminante venganza de Magneto, el primer encuentro entre Cíclope y Grey, el carácter adolescente de Nightcrawler-, que le dan al film una calidez emotiva por lo general ausente en las películas de superhéroes.

¿Es tan buena como X-Men 2 o X-Men: Días del futuro pasado? No, para nada, pero sigue siendo simultáneamente un gran espectáculo superficial y una demostración de que atrás hay un director que siempre quiere más que eso.