-Sorprende la musculatura que desarrolló Hugo Piccinini para Clever. Hay muchas películas en las que los actores tienen que cambiar su físico para dar con el rol, pero eso no suele pasar en el cine uruguayo.

Guillermo Madeiro (GM): -Fue un proceso que duró unos ocho meses: había una persona de un gimnasio, amigo de Fefo [Borgia], que fue como un personal trainer. Se cagó a pesas, hizo una dieta y le metió huevo.

Federico Borgia (FB): -Lo que pasa es que cuando empezamos a escribir nos imaginábamos a un loco trabado, y recién después dijimos: “¿Y si lo hace el Pichi?”. Hablamos con él hace años y decía: “Yo lo hago, yo lo hago”; cuando llegó el momento estuvo metiendo fierros un año entero, tres o cuatro veces por semana…

GM: -Además, es un tipo que nunca fue muy deportista, no había estado así. Tuvo una transformación muy grande antes de la filmación, pero antes de varias escenas se inflaba un poco. Teníamos mancuernas para bombear en el vestuario, pero hay cuadros en que el lente y la posición de cámara ayudaron.

-Da la impresión de que, más que a partir de una trama craneada, la historia se fue dando en la medida en que se les ocurrían personajes, escenas y objetos.

GM: -Fuimos haciendo escenas separadas. Arrancamos con Clever, el personaje principal, un pelado de candado al que le interesaba el tuning y que tenía ese Chevette, y después de que aparecieron otros personajes fuimos armando la historia y apareció esa anécdota de que el personaje quisiera pintar los fuegos en el auto. Fue medio caótica la escritura. Encontramos un espacio y un personaje, a ese personaje le construimos un mundo alrededor, y después construimos otro personaje en otro pueblo. Teníamos que juntar esos mundos, y empezaron a aparecer otras cosas.

FB: -Empezamos a escribir juntos y después separados: uno creaba una secuencia, y después el otro, otra. Íbamos enganchando escenas y nos hacíamos correcciones. Había un método.

GM: -En realidad, el guion es muy clásico. Un cubano nos decía que “tiene todos los punticos”.

FB: -Cuando encontramos los personajes y todas las historias se fueron dando, nos concentramos en el “contar”, en darle una estructura bien armada, que en definitiva es casi de cuentito, la búsqueda de un artista a cargo de un tipo.

-Es interesante cómo, con pocas películas, ya se ha creado una especie de mundo propio.

FB: -En realidad, Nunchaku [2011], una película hecha sin plata a partir de las cosas que teníamos alrededor, fue lo que no pudo ser Clever. La primera vez que lo intentamos con Clever se nos fue de las manos, nos pasamos de rígidos en el método y de golpe teníamos como 300 locaciones y un montón de personajes, no llegábamos.

GM: -La idea inicial de Clever era hacerlo sin guita, con amigos, como una especie de juego, con toda la inocencia del mundo. Nos colgamos y se nos fue a la mierda, necesitábamos un montón de guita para hacerla bien.

FB: -Dijimos: “Vamos a dejar esto parado un tiempo” y agarramos con Nunchaku. La hicimos en una casa de La Floresta, metimos al Pichi, encontré un nunchaku en un cajón y empezamos a escribir el guion a partir de ese objeto, pensando en fechas de rodaje. Fue una cosa más como ejercicio, todo lo que no hicimos cuando empezamos con Clever.

-Parece que, a partir del mojón de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, en el cine uruguayo hubo un particular énfasis en la creación de universos propios, cierta continuidad de personajes, lugares y objetos. En otros países hay más bien líneas autorales, y el estilo se ve sobre todo en la forma de contar las historias.

FB: -El que tiene una línea más en ese estilo es Manolo Nieto. El problema es que después te vienen con eso de que “son todas iguales”.

GM: -Nieto me parece que es el que tiene más personalidad, por lejos.

FB: -Yo no diría eso.

-¿Qué problema habría? No está diciendo “Nadie tiene personalidad excepto Manolo Nieto”.

FB: -No, yo sólo digo que no me animaría a afirmarlo. Me parece que Manolo es un director con mucha personalidad, pero hay otros que también la tienen.

-¿Qué fue lo que los hizo querer ser directores de cine?

GM: -No lo planificamos. De niños no queríamos ser directores de cine, ni en pedo.

FB: -En Comunicación estábamos medio pintados, los dos teníamos una inclinación artística. A mí me gustaba dibujar, a Guille le gustaba en pila la música y también escribía. Nos juntamos con amigos y nos empezó a parecer más divertido eso. Yo estuve trabajando en una agencia de publicidad como pasante, y no estaba ni ahí; me di cuenta de que me parecía más divertido hacer narración creativa. Encaramos para ese lado y empezamos a armar un grupo lindo de gente colgada y amigos. En ese momento se hicieron 25 watts [2001] y Whisky [2004], y empezó a parecer posible la idea de hacer cosas copadas acá. Imaginate que la referencia del cine uruguayo que teníamos era En la puta vida [2001], de Beatriz Flores Silva, no había una identificación con ese cine ni a palos. El cine de Rebella y Stoll nos terminó llevando a otro cine más, porque nosotros tampoco éramos guachos muy cinéfilos.

-¿Cuáles fueron las películas que los fueron llevando por esa línea?

FB: -Nos pasó con los hermanos Coen, Fargo, El gran Lebowski. El cine de Ulrich Seidl, también. Yo en un momento estaba fanatizado con [Todd] Solondz, Happiness, Storytelling, Paul Thomas Anderson también...

GM: -Sí, a veces son más películas que directores.

FB: -Por ejemplo, Love Liza, en la que actúa Philip Seymour Hoffman, tiene un poco de eso también. Es un dramón pero tiene algo de humor; después hay otras del mismo director que no están tan buenas. Es lo que dice Guille: a veces son más las películas que los directores. Si hacés muchas películas siempre pifiás en algún momento. Hasta los Coen pifian.

-El fisicoculturista Antonio Osta es uno de los personajes secundarios más interesantes que vi en las últimas películas uruguayas, pero da la impresión de que él en sí, más allá del personaje, es lo más fascinante. ¿Cómo dieron con un ex campeón de fisicoculturismo de Cardona que sabe tocar el piano?

GM: -Hicimos una investigación buscando forzudos que se animaran a actuar; nos pasaban fotos y contactos. Un día nos juntamos a comer una pizza con él y su novia del momento, y quedamos muy entusiasmados con lo que vimos sólo hablando.

FB: -Sin haberlo visto, el hecho de que fuese de Cardona no me dejaba seguro. Era un papel complejo, con mucho diálogo, y no suele haber fisicoculturistas que sean actores. Hay tipos con talento, pero me imaginaba que había que darle mucho entrenamiento y me parecía que trabajar con alguien del interior, que tuviera que venir a ensayar, podía transformarse en un problema. Pero cuando lo vimos estaba tan despegado, tan despegado, que no lo dudamos.

-Algo clásico del cine independiente es que cuando se emplea a actores sin preparación se los centra en un formato naturalista, o en muchos casos en subactuar su rol, pero Osta llama la atención porque uno ve cómo compone específicamente un personaje, cómo se anima a actuar.

FB: -Sabe actuar naturalmente, lo tiene incorporado.

GM: -La primera vez que lo probamos la rompió, agarró el piano y empezó a contar la historia de cómo fue salir campeón de fisicoculturismo, que estaba solo en Rusia, sin nadie con quién festejar, todo eso mientras tocaba el piano; nos pareció alucinante.

-¿Cuánto del personaje estaba pensado desde antes y cuánto se reformuló cuando dieron con él?

FB: -Yo tenía una idea de lo que era el personaje de Antonio, y cuando lo vi me pareció que no tenía nada que ver. El personaje es más un loser que está en un pueblo, que vive con la madre, y este tipo salió campeón del mundo, tiene un ego importante, pero después de que lo conocimos un poco más nos dimos cuenta de que era un loco de pueblo y tenía esa dualidad entre el arte y el físico. Tenía muchas más cosas en común con el personaje que lo que parecía a primera vista. En realidad, no se reformuló tanto en lo profundo como en lo visual, porque nos habíamos imaginado un tipo más delicado, con rasgos más de nerd. Osta podría perfectamente hacer de mafioso italiano en una película.

GM: -Le encantaría ese papel.

-Es muy raro ver una película de tu país en otra parte. Cuando vi Clever en Mannheim, me llamó la atención que todos la interpretaban como una metáfora de la masculinidad y el machismo, algo que en un principio me había pasado completamente de costado.

FB: -Es que nosotros nos enteramos de que era una película sobre la masculinidad en el extranjero.

GM: -Sí, fue recién a partir de una crítica publicada en Chicago.

FB: -Después de que lo pensás te das cuenta. Teníamos conciencia de que eran personajes macho lumpen y de que no había muchos personajes femeninos delineados...

GM: -Sí, había un olor a huevo bárbaro...

-Incluso cuando aparece Horacio Camandule con una peluca, a uno le da la impresión de que la película habla de un mundo de hombres.

FB: -Cuando la hicimos nos sentimos aliviados de encontrar un personaje femenino interesante, porque, quiérase o no, el otro -la mujer de Clever-, no tiene mucha vida. La madre del forzudo es importante, un personaje fuerte.

-Pensaba si será que estamos tan habituados al tema de lo masculino que no lo vemos.

FB: -Sí, porque lo que dijeron en el extranjero es indiscutible, pero no lo percibíamos. Si me preguntabas de qué se trataba Clever, te decía que era sobre un hombre que se inventa algo para salir adelante, que se encuentran dos tipos que necesitan ser valorados por sus seres queridos y salir de la mediocridad. No se me había ocurrido que fuera una sátira sobre la masculinidad, pero me parece correctísimo. Creo que la película también funcionó por eso, pero es algo que no teníamos en la carpeta.

-Hablando de interpretaciones y lugares lejanos, ¿cómo pegó la película en el Festival de cine de Busan?

FB: -El público, bien. El tema es que son raros los coreanos, porque son fanáticos de todo. Allá todos firmamos autógrafos, nos sacamos fotos con la gente.**

GM: -Muy cholulos, los coreanos.

FB: -¿Viste que en los festivales está el momento de “preguntas y respuestas”? En Busan está ese momento y después el de la firma de autógrafos. Nosotros atrás de una pared, tipo espacio de dos por dos, y había como 80 personas en una fila; uno por uno iban apareciendo. No sabés si les gustó o no, porque son muy respetuosos, mucha reverencia. Les llamaba mucho la atención el tema de la cocaína: nos preguntaban cómo era eso, cuánto se toma acá, porque en Corea es algo que está muy perseguido y penado. Pero se reían más o menos de las mismas cosas.

GM: -Pero son tan cordiales que a veces te da la impresión de que sienten el deber de reírse, por respeto a vos.

FB: -Quieras o no, Clever es una película que en los festivales es más divertida que la media. Por más que no sea una comedia de chistes, es una película de humor, y para mucha gente, incluso para los organizadores, era un bálsamo en la programación. Creo que funcionó en festivales por eso: podías justificar la parte seria con lo de la masculinidad y esas cosas, pero también tenías el humor.

-¿Cómo trabajan en dirección?

GM: -Estamos a la par en todo.

FB: -Sí, los dos estamos en todo, todos los planos están discutidos, la forma en que queremos que actúen los actores también. Como Guille es montajista y a mí me gusta actuar, si nos tenemos que separar en el rodaje, yo arranco con los actores y él con el monitor, pero no es algo que quede fijo. Ser dos te obliga a no improvisar tanto, por respeto al otro. Para trabajar en paz necesitamos que esté todo acordado.

-¿Qué onda con los helados de vino? La película sería una buena excusa para promocionarlos.

FB: -En un momento se llegaron a hacer.

GM: -Vos me dijiste que estaban de menos.

FB: -No, yo congelé en una cubetera un vino feo, lo chupé y era un asco. Pero un amigo me contó que hizo una mezcla con Malbec y no sé qué, y que estaba muy rica. La idea era entregarlos en el estreno, pero logísticamente era muy complicado.

GM: -Si no va mucha gente, te clavás con una heladera llena...