Publicado en 1988, el cómic Batman: la broma mortal (Batman: The Killing Joke) completa lo que los fans del caballero de Ciudad Gótica consideran la trilogía dorada de las historias en su momento renovadoras -y ahora de alguna forma clásicas- que concretaron en forma definitiva una evolución, haciéndolo ascender de un personaje de historieta eminentemente orientado hacia el público infantil o adolescente (en especial durante la segunda mitad de los años 50 y, con la aparición de la serie de televisión protagonizada por Adam West, a fines de los 60) y convirtiéndolo en una lectura aceptable y no culposa para los adultos. Si bien ya habían existido precedentes de esa tendencia, la publicación sucesiva de las dos primeras series que hoy se consideran parte de esa trilogía, Batman: Year One (Batman: año uno, de 1986) y The Dark Knight Returns (El regreso del caballero oscuro, de 1987) -ambas con guion de Frank Miller-, elevó el grado de madurez y complejidad narrativa de las historias del enmascarado, relanzando a la editorial DC Comics y su galería de superhéroes con un grado de ambición (y realismo, si cabe el calificativo para cómics de superhéroes) que rejuveneció a esa compañía, devolviéndole buena parte del terreno que había perdido en las décadas anteriores frente a Marvel Comics y sus personajes psicológicamente más matizados.
Batman: The Killing Joke fue guionada por el genial y enloquecido británico Alan Moore (Watch-men, V de Vendetta, From Hell), y si bien no estaba a la altura de las grandes obras de ese autor (que la ha repudiado en algunas ocasiones), era de cualquier forma una historia original y violenta, con uno de los mejores finales que haya tenido nunca un cómic de superhéroes, y se volvió un objeto de culto instantáneo para los batmanófilos. El mayor logro de esa obra, editada en un solo volumen y dibujada por Brian Bolland, fue delinear a la figura del Joker (el Guasón, creado en 1940, apenas un año después que Batman), más allá de sus características previas de villano avaricioso, payasesco y algo extravagante, como una fuerza de la naturaleza enloquecida, un huracán de destrucción aleatoria marcado por su pasado traumático, que recordaba en su arbitrariedad al Calígula de Albert Camus, y mucho más próximo a Batman de lo que se creía. Si bien suele citarse al The Dark Knight Returns de Miller como la principal influencia de la elogiada película Batman: el caballero de la noche (The Dark Knight, 2008), de Christopher Nolan, lo cierto es que lo mejor de ese film -el Joker interpretado por Heath Ledger- estaba claramente inspirado en la versión de este personaje que había delineado Alan Moore (y que ha sido infinitamente imitada desde entonces). Es decir, aquellas 48 páginas de 1988 dejaron una marca en la historia reciente del cómic.
En todo caso, era una obra lo bastante prestigiosa como para que DC Universe Animated -la subdivisión de Warner Animated dedicada a elaborar películas de animación basadas en personajes de DC Comics- se interesara en adaptarla a la pantalla grande (o más bien chica, ya que estos films se lanzan esencialmente en DVD y Blu-Ray). Esa subdivisión ya ha editado ocho largometrajes (sin contar los de la Liga de la Justicia) basados en las historias más populares de Batman, incluyendo versiones razonablemente fieles de las ya mencionadas Batman: Year One y The Dark Knight Returns. Para realizar esta adaptación de la obra de Moore y Bolland reunió a un equipo de lujo compuesto por Sam Liu -el mejor de los directores de las adaptaciones anteriores y uno de los responsables de la versión de Batman: Year One-, el prestigioso guionista de comics Brian Azzarello y el legendario Mark Hamill (el Luke Skywalker de Star Wars) poniéndole la voz al Joker. A diferencia de los demás lanzamientos animados de la misma compañía, The Killing Joke no fue sólo editada en discos para consumo en el hogar, sino que además tuvo estreno en salas de varios países (incluyendo el nuestro) y fue presentada con bombos y platillos en la Comic-Con de San Diego, posiblemente la mayor convención de cómics del planeta.
El problema que se enfrentaba al adaptar este tercer clásico de la era de oro de los cómics de autor sobre Batman era, básicamente, que se trata de una historia mucho más breve que las dos ya mencionadas de Frank Miller, de modo que llevarla al formato de una película animada de más de una hora implicaba, obligatoriamente, estirar en forma grosera el desarrollo de su trama o, como terminó siendo el caso, agregarle contenidos e historias adicionales. De hecho, se le añadió toda una historia extra que funciona como preámbulo a las acciones narradas en el cómic original y que ocupa media película. Esa historia gira alrededor de Batgirl (Batichica) y -aprovechando que la película sólo podía ser calificada en Estados Unidos de “R” (restringida para menores), por el contenido violento que es esencial en la historieta de Moore- aprovecharon para introducir varios elementos provocativos relacionados con la sexualidad de la chica murciélago, algún personaje gay e incluso un chiste sobre el período menstrual de la heroína.
Los puristas nerd -a veces más celosos que los fundamentalistas religiosos- pusieron el grito en el cielo por todo ese prólogo y por las libertades que se tomaron los realizadores con respecto a los personajes y a la amada historia original. Esta vez hay que darles la razón acerca de lo poco feliz que resulta la introducción. Pero la historia agregada no falla por sus leves transgresiones (es muy discutible que la película merezca la calificación “R”, incluso con esta parte añadida) ni por la sexualización de sus personajes, sino porque quiebra la película en dos y destruye su balance.
La primera parte podría perfectamente haber sido un episodio breve y hasta emancipador de la figura de Batgirl, pero el tono de los diálogos de Azzarello es totalmente distinto del de los de Moore, e incluso su figura central (Batgirl, que además es la narradora) desaparece casi por completo cuando comienza la adaptación propiamente dicha de Batman: The Killing Joke, y, como si fuera poco, es olvidada cruelmente. Esto le da cierto mal gusto al resto del film, que es rabiosamente fiel a la historieta -reproduciendo literalmente los diálogos de Moore, así como varias de las complejas viñetas originales de Bolland, y mejorando incluso algunos encuadres- y está muy logrado en sus aspectos más difíciles, como la musicalización en clave de vodevil de una canción del Joker de la que -lógicamente- en el cómic sólo aparecía la letra.
En resumidas cuentas, esta adaptación no es realmente mala ni malintencionada, es fallida e incongruente como un gato gordo con cabeza de león. No da para ofenderse con furia, pero sí para pensar en el efecto boomerang que suelen tener las buenas intenciones.