Era una leyenda del teatro argentino, y se lo consideraba uno de los mayores dramaturgos del país vecino desde la década de 1950. Carlos Gorostiza falleció el martes a los 96 años, y muchos se sorprendieron al recordar su edad, ya que en 2015 había estrenado cuatro obras en forma simultánea, y se mantenía muy activo en las tareas a las que había dedicado su vida, incluyendo un tenaz compromiso político y su desempeño como novelista traducido a varios idiomas.

A Gorostiza no sólo se lo recuerda por su aporte artístico, sino también por haber impulsado en 1981 el ciclo Teatro abierto, un verdadero terremoto de resistencia político-cultural que reivindicó al teatro argentino frente a la dictadura. Según la prensa porteña, la idea de formar aquel movimiento surgió en el living de su casa. Ya antes de esa epopeya, por sus opiniones o por sus obras tan vinculadas con la realidad social, integraba sistemáticamente las “listas negras” de artistas prohibidos por aquella dictadura -que, confirmando su escasa familiaridad con la cultura artística, lo incluía en ellas como “escenógrafo”-.

En 1949 estrenó su primera y recordada obra, en la que la familia y los amigos de dos jóvenes -un obrero y un ingeniero- trabajan en la construcción de un puente, hasta que comienzan a surgir distintas reacciones frente a un posible accidente. El puente fue excepcionalmente exitosa, y con los años pasó a ser considerada por la crítica el comienzo del teatro moderno en Argentina. Ya reconocido como dramaturgo y director teatral, en los años siguientes Gorostiza estrenó varias piezas de su autoría, y en 1958 tuvo su segundo gran éxito con El pan de la locura, que, al igual que otras de sus obras (como El lugar, de 1970, otra joyita), fueron realizadas con cierta frecuencia en escenarios de otros países. Aquí nomás, su conmovedora pieza Aeroplanos, de 1990 (en la que dos amigos, veteranos y viudos, deciden salvarse de un tedio en el que sus vidas parecen apagarse), fue estrenada por el teatro Circular, con actuaciones de Walter Reyno y Carlos Frasca, pocos años después de su presentación en Argentina.

Como recuerda el obituario del diario argentino Página 12, el director decía, un poco en broma y un poco en serio, que Federico García Lorca lo había plagiado al decir, en su muy citada “Charla sobre teatro”, de 1935: “El teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu [...] no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama matar el tiempo”. “Es exactamente lo que pienso yo”, comentaba Gorostiza.