Lo del monomito y el viaje del héroe puede no sonarles familiar a muchos lectores, pero son conceptos de matriz narrativa que han calado hondo en la industria del entretenimiento de Estados Unidos. Tan hondo que, a esta altura, esa matriz se ha convertido en una fórmula que se aplica una y otra vez, como si por sí sola fuera la clave del éxito. En el cómic Ms. Marvel, la guionista Gwendolyn Willow Wilson coquetea con esas ideas, en parte las aplica y en parte las esquiva con habilidad.

El concepto de monomito fue definido por el académico estadounidense Joseph Campbell (1904-1987), especialista en mitología comparada, quien lo encontró como denominador común en relatos clásicos y religiosos de todo el mundo. En sus palabras, esa trama básica se puede resumir así: “el héroe se lanza a la aventura desde su mundo cotidiano a regiones de maravillas sobrenaturales; el héroe tropieza con fuerzas fabulosas y acaba obteniendo una victoria decisiva; el héroe regresa de esta misteriosa aventura con el poder de otorgar favores a sus semejantes”. Todo esto se desarrolla en el periplo típico que Campbell denominó “viaje del héroe”, estructurado en tres etapas con varios puntos intermedios, desde la partida hasta el regreso. Eso es lo que tienen en común historias tan distintas como las de Terminator, Star Wars, el Nuevo Testamento y ahora Ms. Marvel, que cuenta la historia de Kamala Khan.

Kamala es una adolescente común y corriente de familia musulmana, fan del grupo de superhéroes Los Vengadores y aspirante a escritora. Una misteriosa niebla, cuyo origen se explicará después en la serie, le da la habilidad de modificar su cuerpo a voluntad. Lo interesante que hizo la guionista es que este poder que adquiere Kamala es algo así como una manifestación superheroica de los cambios físicos que atraviesa cualquier adolescente. Y para ser el primer personaje musulmán con una serie propia en Marvel Comics, es todo un acontecimiento. Entre el miedo y el entusiasmo ante todo lo que le pasa, la chica evoluciona, se redescubre y da varios pasos en la vida, como en una versión bien hecha de las fantasías de poder que replican muchas historietas de superhéroes.

El público femenino del cómic ha crecido muchísimo y aparecen cada vez más mujeres entre los autores estadounidenses, con Kelly Sue Deconnick, Gail Simone y Willow Wilson a la cabeza. Ms. Marvel es un reflejo de esto. La guionista tiene unos cuantos puntos a su favor: por un lado, el humor; por otro, la sensibilidad con la que da justo en el blanco para retratar a la protagonista y sus pasiones de 16 años en medio de una fantasía marveliana. Además están los dibujantes, y este punto no es menor. El artista principal es el canadiense Adrian Alphona, conocido también por la serie Runaways, de Brian K Vaughan. Trabaja con una línea clarísima, personajes caricaturescos y muchísimo detalle, tanto que se nota que disfruta al crear planos generales en los que uno puede pasar un rato descubriendo elementos. Hay algo en su manera de crear personajes de fondo, y de dibujar anatomías y elementos de las decoraciones, que recuerda al francés Nicolas de Crécy.

La serie podría haber sido un título más de la Casa de las Ideas, como se autodenomina Marvel, porque después de todo trata sobre la cuarta encarnación de un personaje que existe hace casi 40 años. Pero en este caso hay una razón de ser muy específica de la historia, en la medida en que se crea un personaje que realmente representa a su público y, cosa rara, trae aire fresco. Otros puntos a favor están en la cuestión religiosa y cultural, muy bien entreverada con la trama, con la que Willow Wilson se pone una vez más la camiseta de los jóvenes. Lo hace de forma explícita cuando Kamala habla sobre su generación y los prejuicios de los mayores, que los ven sólo como enajenados con sus celulares. Entre la aventura, el humor, cierta sensibilidad generacional y algunos compromisos comerciales, la guionista se las arregla para decir algo simple e importante: los más jóvenes no se merecen tantas críticas y prejuicios, porque no crearon el mundo en el que viven, y tienen mucho más para dar de lo que creen los adultos.