Seguís componiendo. ¿Sabés cuántas canciones tenés?
-El otro día fui a AGADU [Asociación General de Autores del Uruguay], y tengo como 470 canciones registradas, más las que no registré, como las que hicimos con [Eduardo] Mateo en su casa. Pero como no teníamos grabador, las tocábamos, y al otro día nos juntábamos: “Mateo, vamos a hacer las canciones de ayer”, “Uy, no me acuerdo”, “Yo tampoco”. Perdimos más de 30 o 40 canciones, pero después de mucho tiempo te vienen a la memoria. De repente ahora estoy haciendo alguna melodía que era de la época de Mateo, porque las músicas vuelven.
¿Cómo era trabajar con Mateo?
-Maravilloso. Nos quedábamos todo el día, muertos de hambre; a veces la vieja nos tiraba algún cacho de comida. Pero nuestra vida era sentarnos a componer. Después tocábamos los viernes o los sábados en Orfeo Negro, allá en Carrasco. Y nos divertíamos muchísimo. También componíamos canciones en la espera de media hora para tocar, en el sótano de Orfeo Negro. Pero nos echaban de todos los boliches porque éramos unos mersas por tocar candombe beat o canciones en español con tumbadoras.
Carlos Santana metió tumbadoras y con eso parece que inventó el “rock latino”...
-Hay gente que comentó que Santana estuvo en Montevideo. Mirá que no todas las cosas vienen de allá, sino que muchas van de acá para allá. Como la habanera, que de repente fue de acá para Cuba, porque los cubanos venían para llevarse la carne y se juntaban en los quilombos con los negros, donde se tocaba “El choclo” [tararea la melodía], que es igual que “dos gardenias para ti, / con ella quiero decir”... Andá a saber, loco, cómo viene la cosa.
Hace un mes apareció en Spotify, con sonido muy bien remasterizado, un disco que grabaste con Sonido Original del Sur (SOS). No es muy conocido y tiene flor de mezcla de jazz con folclore.
-Sí, porque en aquella época estábamos enamorados de Blood, Sweat & Tears, que era un grupo blanco al que Miles Davis no quería mucho, pero tenía unos músicos increíbles. La que me gusta más de ese disco es la que dice: “Llévele ese pollo al maistro, / si vergüenza no le da, / papá no tiene otra cosa / que le pueda regalar”. En esa metimos el carnavalito. Sonaba un disparate. Fue por el 73, 74 [se grabó en Buenos Aires en 1974 y fue editado en 1976]. Tocaban [Héctor] Finito Bingert [saxo y flauta], Gustavo Bergalli [trompeta] y Bo Gathú [bajo].
¿Cómo te cae que tu obra más refinada sea menos conocida que, por ejemplo, “Cha cha, muchacha”?
-Cada cosa tiene su curso. Pienso que esa banda [SOS], como Opa o Los Shakers, fue totalmente adelantada. Cuando grabé con Tótem, que volaba, recién estaba saliendo Sui Generis. Charly [García] y [Luis Alberto] Spinetta -que Dios lo tenga en la gloria- se escapaban del liceo para ver a Los Shakers.
El primer disco de Tótem salió en 1971, año en el que en Inglaterra se editaron obras maestras del rock como Led Zeppelin IV, Sticky Fingers, de The Rolling Stones, y Who’s Next, de The Who. Ustedes estaban a la par.
-Tótem es el grupo más conocido y el más fuerte de toda la historia, porque era avasallante. No solamente por la forma de tocar, sino también por las canciones y por las letras, que eran bastante políticas, como “Biafra”, “Dedos” y “Negro”. Pero, en realidad, ninguno de nosotros tocaba rock. “Negro” tenía que ver con el rock porque era un blues. El otro día hice una canción que dice: “El rock & roll hoy se hizo inglés, / no está tan negro / si es blanco lo que querés”. El rock inglés nunca llegó a ser negro, porque el rock era un ritmo para bailar, no para cantar “I want to ride my bicycle” [“Bicycle Race”, de Queen]. Eso es una ópera, no tiene nada que ver. Si querés rock blanco, los ingleses lo tienen. También dijeron que Elvis Presley fue el rey del rock & roll, pero fue Chuck Berry. Los negros fueron saqueados por todos lados. Para mí, con todo el respeto del mundo, el creador del jazz fue Johann Sebastian Bach [tararea una melodía imposible de transcribir]: esas frases las encontrás en la improvisación del jazz. El tipo componía tocando. Por ejemplo, “Billie’s Bounce”, de Charlie Parker, es una improvisación.
¿Cómo ves la música uruguaya actual?
-Bien, con personalidad, pero muy alejada de lo que fueron Hojas, Los Campos, Tótem, Los Killers, Psiglo y Los Moonlights. Pero no por culpa de ellos. La unión estaba, se iba pasando de una generación a la otra, pero cuando vinieron los militares se cortó, porque el canto popular no quería saber nada con el rock, entonces quedó un montón de gente afuera. Después vuelve con Los Estómagos y Los Tontos. Cuando arrancaron, nosotros los escuchamos, pero estaban lejos de Opa, de Los Shakers, de todo.
¿Cómo te cae el tratamiento que ha tenido tu obra en materia de reediciones?
-Soy un desastre. No respeto mi obra. El que me rompe todos los días es mi hijo Matías, que es muy capaz y muy inteligente para eso: “Papá, tenés que hacer esto, tratar de recuperar tales canciones”. Ahora recuperé discos de Argentina: En familia [1982], “Rada en Obras” [La cosa se pone negra, de 1983] y La Banda [1979], y el loco [Matías Rada] se puso re feliz, porque era una parte de la historia que estaba velada. Y ahora que apareció SOS... Mi música es como el mercurio: se tira al suelo y después se va juntando de a poco. Gracias a mi hijo, estoy entendiendo un poco lo que hice, porque yo no me acuerdo mucho de las cosas.
Ahora estás en la etapa más prolífica de tu carrera, a un ritmo de casi dos discos por año.
-Estoy apurado. Tengo 73 años y pienso que me rasqué las bolas durante mucho tiempo, por no molestar a la gente. Pero yo podría hacer, fácilmente, dos discos por año y grabar uno más con otra gente amiga, sin ningún problema, porque estoy todo el tiempo componiendo y tirando ideas. Pero me debo al ritmo de las compañías [discográficas]. Allegro [2015] lo hice en dos meses: llamé a los músicos, los junté, compuse los temas y los grabé. Me meto acá adentro [en su estudio] y me pierdo. Es como estar en una fiambrería. Cuando era chico tenía mucha hambre y soñaba con tener una fiambrería; me la habría comido toda. Con 73 años, ya las balas pican cerca: se fueron Osvaldo [Fattoruso], [Jorge] Galemire, Leopoldo Federico, Rubén Juárez, [Luis Alberto] Beto Satragni, [Horacio] Buscaglia. Y gente mucho más joven que yo. Entonces, me dedico a componer para los dos mil fieles que tengo. Pero no por vanidad, sino porque pienso que nunca di todo lo que tenía que dar; que los músicos me ayudaron mucho pero yo no ayudé en nada.
Pero ayudaste.
-Ya sé, pero yo siento que jugué con 50% de lo que puedo hacer musicalmente. Por ejemplo, siempre dejé que mis discos los produjeran otros, porque como no soy músico y no sé armonía y todo eso... Pero después digo: “¿Para qué quiero eso? Tengo que tocar con un pianista, cantarle las frases que quiero, hacer discos y producirlos: ‘Quiero que la batería suene así y el bajo así’”.
Decís que no sos músico, pero sos.
-Sí, la música está en la cabeza. Pero si vos querés ir a AGADU y presentarte como músico, tenés que tocar piano, guitarra, bajo o lo que sea; yo ni siquiera soy percusionista lector, toco todo lo que me sale de la cabeza. De armonía no puedo opinar. Opino si me gusta o no, o si un acorde me rechina, pero de atrevido o porque lo siento. Pero no me considero músico, sino un tipo afortunado en la música y en el amor...
Hay gente que estudia música y capaz que no compone ni 10% de lo que creaste vos.
-Claro, es un don. Pero vos pensás que podés hacer todo, y un día agarrás un tambor para tocar a lo Billy Cobham y no te sale, porque para hacer eso que hace el tipo tenés que estudiarlo, no sale solo.
El año pasado tuviste un problema de salud y te colocaron un stent. ¿Eso te cambió el ritmo de vida?
-No, porque confío mucho en la medicina. La gente vive más de lo que tendría que vivir. Antes el promedio de vida era 55 años. Como dice un amigo mío: “La salud va y viene, lo importante es la guita”. Si tenés guita, vivís un rato más. Gasto cerca de 4.000 mangos por mes en medicamentos, para vivir un mes más. Voy gastando guita hasta el infarto. Mi vieja se fue a los 65 años.
Hablaste de que pasaste hambre en tu infancia y recordé la letra de “Biafra”: “Quiero darle un tirón de orejas al hombre / que piensa en la política y no responde, / que están muriendo niños a borbotones”...
-“Que olvide las banderas, piense en el hombre”. El lema, el lema fue el que liquidó al Partido Nacional. A Wilson Ferreira Aldunate le ganó el lema, pero las elecciones las ganó él [en 1971, cuando todavía cada lema podía presentar varios candidatos a la presidencia, que sumaban sus votos, Ferreira fue el candidato más votado, pero ganó Juan María Bordaberry porque la suma de los candidatos colorados fue mayor que la de los blancos].
También pienso en la letra de “Botija de mi país”, en la que cantabas “botija, reí, reí”...
-“Que el tiempo que vos vivís / mañana será un lindo pasado”. Y yo tuve una infancia horrible: fui tuberculoso, raquítico, pobre; pasé por todas. Y cuando analizo eso, pienso que fue la universidad de la vida. No podría decir las cosas que digo si no las hubiera vivido. Por ejemplo, si un psicólogo es un capo y sabe muchísimo, porque estudió en tal lado y no sé cuánto, pero tiene 25 o 30 años, no lo voy a ir a ver, porque el tipo, aunque sepa mucho, no tiene vivencias. Tiene experiencias por haber estudiado, pero no por haber vivido.
¿Vas al psicólogo?
-No, pero tengo a mi mujer que es psicóloga. Cuando vivíamos en México estábamos muy mal, desesperados, extrañábamos mucho y nos queríamos venir. Entonces, fuimos a lo que se llama la “cámara de Gesell”: detrás de un espejo había diez personas escuchando todo lo que hablábamos, y después se juntaban, comentaban y daban el veredicto de lo que necesitábamos como familia.
¿Cuál fue el veredicto?
-Que no nos hacía bien estar en México.
Mencionaste a Wilson Ferreira: ¿cómo te llevás con la política?
-Nunca le escapo. Soy del Frente [Amplio]. No soy fanático de ningún partido político, pero sí de una idea: el socialismo. Pero si no hay socialismo en el gobierno, y las cosas no andan bien, yo no puedo ir en contra de mi patria; si tengo que votar en contra del Frente, voto. En contra de Peñarol, nunca.
¿Qué te parece Peñarol en la actualidad?
-Maravilloso. Siempre bien, aunque perdamos. Soy fanático de Peñarol, pero no de la política. Porque la política es con hombres, Peñarol es un mito. Hasta [José] Mujica y los primeros días de Tabaré [Vázquez] me sentí muy bien. Después vino, como siempre, el ataque de la oposición, que empieza a desbaratar todo y a pelear. Yo me quedo tranquilo, espero, no critico, les doy tiempo. Igual, tengo el voto en la mano. No soy de destruir gobiernos, a menos que sea uno militar, como el que hubo.
¿Cómo viviste la dictadura?
-Yo no estaba acá. Sí estaba poco antes, en la época de Tótem. Para contarte algo: yo tocaba siempre para el [Movimiento] 26 de Marzo en cualquier lugar. Un día iba en un taxi con tres músicos y nos paró la cana. De repente, uno miró para adentro y dijo: “¡Ah, el Negro Rada! Cantame ‘Las manzanas’, negrito”. “Si te gusta...”. Y pasamos. Algo parecido le pasó a Horacio Guarany, que no se llama así, tiene un nombre raro [Heráclito Catalín Rodríguez]: lo pararon y le exigieron los documentos. Guarany dijo [imita la voz]: “Dejame pasar, hermano, que me pierdo el show”, le dio el documento, y el tipo leyó: “Horacio Guarany”, pero no decía eso. No sabía leer... Eso sufrimos en la época de la dictadura.
¿Desde niño te manejaste con humor?
-Sí. Mi mujer me dijo que en las Flores de Bach -mirá qué paquete- yo soy Agrimony, el tipo que quiere que todo el mundo esté feliz pero en el fondo es triste. Una de mis canciones más importantes es “Aquel payaso”, que está en mi primer disco, Las manzanas [1969]. Siempre me gustó hacer chistes. De hecho, en los conciertos quiero que la gente se divierta. Si canto una canción triste, por ejemplo, “Mi país”, el público se emociona, y en seguida trato de salir con una divertida.
Quizá por eso les llegás a los niños.
-Eso se lo debo a [Horacio] Buscaglia, que me dijo que tenía que cantarles a los niños. Él traía las letras y yo ponía la música. Buscaglia se cagaba de risa. Si no me sale una letra en el día, la borro y no la hago más. Hay músicos que están un año para hace una canción. Eso no tiene ningún sentimiento; para mí no es componer, es fábrica. Componer es cuando sentís algo, lo vas largando en ese momento y se va hilvanando todo.
¿Recordás cuál fue la letra que te salió más rápido?
-La más fácil, “Las manzanas”. Y después, la otra fue la del despecho, cuando me dejaron: “Malísimo”. “Puedes, puedes, puedes ver el mar”. Porque le estaba diciendo “puedes ver la luz, pero a mí no me vas a ver. Podés contar las estrellas y abrir el cielo, pero yo no voy a estar”. Al pedo, porque la mina al otro día estaba con otro, sin ningún problema. Pero viste que el hombre tiene esa omnipotencia, eso de qué va a hacer la mina sin mí, si yo soy todo.
¿La temática amorosa tuvo mucha influencia en tus letras?
-Sí, el amor me salpica. Yo no tengo ninguna letra que diga “¡Qué feliz que estoy! ¡Cuánto te amo!”. Lo mío siempre es desgarrador. Pero el tema que más me gusta es de Mateo: “Más que ternura tienen tus ojos tristes...” [“Mejor me voy”, de la época de El Kinto]. La mitad de la letra la hice yo. “Me voy, si de nada sirvo para ti”. Yo siempre me voy, me tomo los vientos.
Estuviste en los inicios de El show del mediodía. ¿Qué hacías?
-Boludeces. Les hacía caso a Cacho [de la Cruz] y a [Alejandro] Trotta. Hacíamos Ironside, que era un detective que andaba en silla de ruedas y tenía a un negro que lo llevaba para todos lados y lo tiraba por el medio de la calle. Después hicimos Calígula: yo iba al lado de él, que era Cacho, con una vela en la mano. Hacíamos cosas increíbles. Había un tango que decía “ya no soy más aquel muchacho oscuro” [“Cuartito azul”], y me dejaban esa parte de la letra a mí. Jugábamos con esas cosas.
¿Extrañás aquello?
-Me encanta el humor. Uruguay perdió eso; y Argentina también, después de [Alberto] Olmedo y [Jorge] Porcel, se acabó. Se extrañan los programas de humor.
En estos días, te hicieron notas en todos lados. ¿No te cansás de dar entrevistas?
-Sí. Pero cuando lo hago, lo hago con mucho respeto, porque entiendo que me pasé muchos años sin que me dieran bola.