¿Cómo convertir diez centavos de dólar en 956.000 dólares? La alquimia depende de que la obra u objeto en cuestión se convierta en algo único o poco usual, y de que se revalorice por haberse vuelto (con ayuda de las décadas transcurridas desde que era un simple conjunto de hojas de papel barato, dentro de un género poco prestigioso) el símbolo de una cultura pasada o futura. En este caso, la obra u objeto es un ejemplar de Action Comics #1, la primera aparición del personaje Superman en la historia, en la que se narra el origen de ese superhéroe. El hambre coleccionista llevó a que el viernes de la semana pasada se rematara, en el sitio de internet eBay, esa revista a una torta de guita que, sin embargo, no es la suma más alta que se ha pagado en los últimos años por una de las ediciones originales.
En 2010, otro ejemplar se vendió a exactamente un millón de dólares, mientras que, en 2011, uno que le habían robado al actor Nicolas Cage (que en 1990 iba a encarnar a Superman en una película dirigida por Tim Burton, que la fortuna y el buen gusto de los productores logró que nunca se filmara) se vendió por 2.100.000 dólares, y en 2014 se alcanzó el récord: 3.200.000.
Primero hay que saber saltar, después volar
Action Comics #1 se publicó en Estados Unidos en 1938, guionada por Jerry Siegel y dibujada por Joe Shuster. Eran dos jóvenes de ascendencia judía y de familias obreras que habían llegado a América huyendo del fantasma del antisemitismo que ya recorría Europa.
La dupla había colaborado antes con varias tiras policiales y de ciencia ficción que ofrecían los diarios de la época y por las que se pagaban sumas ínfimas. Una de ellas, El reinado del Super-Hombre, apareció en 1933 y presentaba en media página a un villano telépata que dominaba el mundo. Lo único que sobrevivió de ese personaje fue el nombre; cinco años después, Siegel y Schuster vendieron a la empresa Detective Comics, por 130 dólares, una historia de 13 páginas que presentaba a un superhombre totalmente diferente.
Una pareja de trabajadores pobres. Un niño que vino del cielo, que hace cosas que los hombres no pueden hacer y que carga un legado y una misión: combatir el mal y guiar a su pueblo hacia algo parecido a la libertad. Tal vez uno de los motivos de que Superman se haya convertido en un ícono que se grabó en los cerebros de Occidente es la resonancia en el personaje, no demasiado disimulada, de la narrativa bíblica. Habrá aparecido en Belén o en Smallville, tendrá barba o un rizo sobre la frente, usará túnica o capa roja, no importa: todos necesitamos un salvador. Inspirado en héroes de la mitología griega como Hércules y Aquiles, este ser de origen extraterrestre -o sea, no un superhombre sino otra cosa- podía saltar edificios, levantar pesos extraordinarios, correr más rápido que un tren o resistir el impacto de las balas, y se le fueron agregando otros grandes poderes con el paso de los años.
“Superman: campeón de los oprimidos, maravilla de la física que juró dedicar su existencia a ayudar a los necesitados”, escribía Siegel, y es inevitable captar la influencia biográfica del guionista, víctima de abusos (bullying, diríamos hoy) en su barrio por su origen judío, y huérfano de padre (más bien de padrastro) en la Tierra, tras la muerte de aquel durante un asalto. En su primera historieta, Superman salvaba a un condenado a la silla eléctrica, peleaba contra un hombre que azotaba a su esposa con un cinto, detenía a un senador corrupto y salvaba a su compañera de trabajo Lois Lane (cuyo nombre se tradujo a Luisa, para el de Clark Kent no encontraron un equivalente) de dos mafiosos.
Superlucro
Action Comics #1 se convirtió en el primer fenómeno masivo de una revista de historietas: se imprimieron 200.000 copias y sentó las bases de una edad dorada para un género entero que se fue complejizando. El destino de Schuster y Siegel tuvo altibajos propios de un electrocardiograma: la carrera del primero agonizó debido a una ceguera de causa congénita, y la demanda de los derechos del personaje por parte de ambos fracasó varias veces en el sistema judicial. Recién en los años 70 del siglo pasado la empresa DC Comics -que heredó al personaje- agregó créditos para la dupla creativa original en cada uno de los productos basados en Superman y pasó a pagarles una indemnización de 20.000 dólares mensuales.
Superman se ha convertido en una gigantesca franquicia, que se explota, entre otras cosas, mediante dibujos animados, series, muñecos y películas (como la reciente y fallida Batman versus Superman). Todo a cargo de DC, que hoy pertenece a Warner. Mientras el personaje sigue mutando según caprichos editoriales e ideas de los guionistas, hay unos 100 ejemplares de Action Comics #1 guardados en las cajas fuertes de personas que pudieron y quisieron gastar millones de dólares en ellos (sin contar a las que conservan alguno y no lo han querido vender). Para los uruguayos hay una opción más amigable con el bolsillo promedio: el Grupo Clarín argentino editó en 2011 una serie de libritos con las 100 primeras historias del personaje, que se pueden comprar en la mayoría de las librerías de saldos o en quioscos a menos de 100 pesos cada uno. Más que una oferta, un verdadero regalo para quienes carecemos de superpoderes monetarios.