Dos tipos peligrosos (extraña traducción del título original “Los tipos agradables”, pero evidentemente los distribuidores suponen que para los hispanohablantes ser peligroso es más atractivo que ser simpático o agradable) es la tercera película dirigida por Shane Black, alguien que si se consideran sólo sus antecedentes como director (el policial Kiss Kiss Bang Bang-2005- e Iron Man 3 -2013-) es un cineasta bastante inclasificable, pero si se toma en cuenta su mucho más nutrido trabajo como guionista resulta ser uno de los hombres más influyentes de Hollywood en las últimas décadas.

De hecho, Black fue quien escribió las dos primeras entregas de la serie Arma mortal (1987 y 1989) y también fue el autor de la menos popular pero hoy en día objeto de culto El último boy-scout (1991), con las que retomó el modelo -entre el thriller y la comedia- patentado por Walter Hill en 48 horas (1982) y redefinió el subgénero de las películas de buddy cops * (policías amigotes). Este se caracteriza por las uniones improbables de dos policías, o de un policía y un delincuente (y varias combinaciones más), completamente distintos y que generalmente pasan de la enemistad al compañerismo en el transcurso del film. Los guiones de Black aportaron, esencialmente, una profundización de los elementos violentos y de humor negro, y muchas referencias a las novelas policiales *hardboiled, en especial las de Raymond Chandler, con quien comparte una notoria fascinación por la ciudad de Los Ángeles, en particular por su zona de colinas. Esto estaba presente incluso en su única película no policial -Iron Man 3-, que era casi un desvergonzado autohomenaje a su guion para Arma mortal 2, del que tomaba literalmente varias escenas.

Esta nueva incursión en la dirección lo devuelve claramente al género de buddy cops, en una versión más refinada y actualizada. Una vez más, los protagonistas son una pareja despareja formada por dos investigadores privados. Jackson (Russell Crowe) es esencialmente un pesado al que padres celosos y acreedores impacientes contratan para que mediante la violencia persuada a novios abusivos y deudores de cambiar sus conductas, cosa que hace al mismo tiempo con brutalidad y buenos modales. El otro, Holland (Ryan Goslig), es un viudo, padre de una adolescente de 13 años, extraordinariamente torpe, alcohólico y bastante menos efectivo e inteligente que lo que se cree, a tal punto que su vida debe ser ordenada por su hija, Holly, que le hace de secretaria y chofer. Ambos se ven mezclados, por motivos completamente distintos, en la desaparición de una joven relacionada con el mundo de la pornografía.

La trama, ambientada a fines de los años 70, es tan enrevesada y poco probable como las habituales en las novelas de Chandler (a quien se hacen varias guiñadas desde el guion), pero, como pasa en esos libros, es sólo una excusa para desarrollar personajes y observaciones sociales, aunque más teñidos por el humor que por la melancolía típica del escritor. De hecho, Dos tipos peligrosos no es tanto un policial con elementos humorísticos como una comedia con una difusa trama policial y un ambiente noir. Y es tremendamente efectiva: algunos de los gags y diálogos son lo más divertido que se ha visto en la pantalla grande este año, y Ryan Gosling se revela como un inesperado comediante al salirse del nicho de galán algo lánguido en el que parecía haberse metido. Crowe, por su parte, un actor más habitual en el género de comedia, ofrece una interpretación muy contenida, que funciona como contrapeso de la máquina de hacer cagadas que personifica Gosling. La química entre ambos es perfecta, pero además se trata de un falso dúo, ya que el grupo se completa con Holly, una casi niña Angourie Rice que es toda encanto y gracia, y a la que habrá que seguir en el futuro.

Tal vez parte de lo divertido de *Dos tipos peligrosos *sea que se trata de una película que parece existir al margen de la paranoia producida por la siempre vigilante corrección política. No es que sea un film transgresor o deliberadamente ofensivo, sino que simplemente da la impresión, por momentos, de haber sido hecho en el tiempo en que está ambientado, antes de que cada detalle fuera evaluado según su posible consecuencia social o mensaje ulterior. Aquí, los dos personajes más simpáticos (no sería exacto calificarlos de héroes) son blancos y rubios; uno es un desastre como padre y un pésimo ejemplo para su hija, pero nunca es juzgado por ello; ambos beben y fuman todo el tiempo; los dos personajes negros que aparecen son villanos; el mundo de la pornografía es visto con cariño, y el de sus opositores esconde terribles secretos, etcétera. Un ambiente de irresponsabilidad, hedonismo y poca delicadeza impregna todo el espíritu de la película, dándole una rara frescura y, si no se está con la susceptibilidad en busca de la quinta pata felina, es muy retorcido encontrarle segundas intenciones a su desprejuicio.

Básicamente, Dos tipos peligrosos es, sin mayores pretensiones de profundidad, una de las comedias más entretenidas, bien hechas e interpretadas en bastante tiempo, y una recomendación casi obvia para los fans de aquellos films violentos y veloces de fines de los 80. Contiene como plus un excelente saludo a Abbot y Costello, que para muchos veteranos resultará evidente y hará reír a muchos jóvenes sin que sepan exactamente por qué.