A mediados de la década pasada, Efraim Diveroli y David Packouz, dos veinteañeros estadounidenses sin mayor talento que su voracidad monetaria, encontraron una mina de oro en la decisión del gobierno de George W Bush de ampliar y tercerizar completamente las compras de armamento para el ejército de su país (y los de sus aliados), abriendo la posibilidad de que cualquier emprendedor con ganas de exportar rifles AK-47 o pistolas Beretta hiciera el negocio de su vida como intermediario o proveedor. Lo que a Diveroli y Packouz les faltaba en capacidad de inversión y logística lo suplieron con su falta de escrúpulos y una inventiva digna de un vendedor profesional de buzones, viviendo una ráfaga de ganancias extraordinarias y no pocos riesgos personales. Esa es la historia que narra este film dirigido por Todd Phillips.

Las películas de Phillips siempre se destacaron por el interés del director en lo transgresor y el humor negro, y por cierta cualidad amoral que hace que frecuentemente uno se extrañe ante alguna escena rara de ver en el cine comercial estadounidense. Esto se explica principalmente por los orígenes de Phillips, ligados con el minoritario “cine de la transgresión” de los años 80 y 90, al que contribuyó con su primer film, el documental Hated (1993), centrado en la figura del escatológico y autodestructivo performer punk GG Allin (y definitivamente no un documental para estómagos sensibles). Pero tras su paso por Hollywood se especializó en comedias más bien zafadas y algo políticamente incorrectas, como las notables Road Trip (2000), Old School (2003) y la efectiva revisión cinematográfica de Starsky & Hutch (2004). En 2009 logró su mayor éxito con la resacosa, hedonista y muy divertida ¿Qué pasó ayer?, pero ese breve cenit fue opacado por dos innecesarias, mediocres y descontroladas secuelas, y por la flojísima comedia de carretera Due Date (2010), de modo que la carrera de Phillips necesitaba una renovación que lo sacara de su nicho de comedias de amigotes más o menos reventados. La escapatoria parece haber sido esta Amigos de armas, en la que trata de un tema más serio y basado en la realidad. O, al menos, lo intenta.

Porque la visión de Phillips del caso de Diveroli y Packouz (una historia bastante conocida en Estados Unidos pero no fuera de allí, por lo que evitaré datos acerca de su resolución) es básicamente una dedicada imitación del estilo burlón, sarcástico, amoral y febril que Martin Scorsese delineó en sus clásicas Buenos muchachos (1990) y Casino (1995), y que llevó a la hipotrofia en El lobo de Wall Street (2013). No sólo retoma el tono desprejuiciado (y hasta celebratorio) con el que Scorsese retrató a sus más bien villanescos personajes de la vida real, sino también varios de sus estilemas visuales, como las imágenes congeladas y comentadas por la voz del narrador (que expone el punto de vista de uno de los personajes, en este caso Packouz), o las placas que dividen las secciones del film adelantando frases posteriores. Incluso utiliza a uno de los protagonistas de El lobo de Wall Street -Jonah Hill- en un rol muy similar (o una actuación muy similar) a la que realizara para aquel film. La imitación incluye el uso de clásicos del rock en la banda de sonido (una plaga en el cine estadounidense actual), desde “Wish You Were Here” hasta “Behind Blue Eyes” e incluyendo “Fortunate Son”, de Creedence Clearwater Revival, que parece ser la única opción que se les ocurre últimamente a los encargados de seleccionar las canciones para ambientar una escena en un país en guerra.

En todo caso, en cine la imitación no es un demérito, salvo que su resultado sea despreciable. Phillips carece de la voluptuosidad visual de Scorsese (y tal vez de su presupuesto), pero tiene un gran oído para los diálogos humorísticos y cierta calidez hacia sus personajes bastante distinta del distanciamiento frecuente en su modelo. Pero el intento de humanizar, por ejemplo, a Packouz -tan orondo con la representación que hace de él la película que incluso tiene un pequeño papel como un músico que interpreta “Don’t Fear the Ripper”, de Blue Öyster Cult, en un asilo de ancianos (un chiste de humor muy negro, ya que el título podría traducirse como “no temas a la Parca”)- parece olvidar por momentos que no se trata sólo de un muchacho entusiasmado con el dinero fácil, sino de un traficante de armas y muerte. No es que sea obligatorio juzgarlo o presentarlo como un villano, pero Phillips, más que darle profundidad al personaje, le otorga una dimensión obscena al film y su propuesta. ¿En serio tenemos que conmovernos por los problemas maritales que producen las mentiras de un hombre que vende miles de armas de guerra en forma ilegal? Películas como esta, El lobo de Wall Street y la reciente La gran apuesta (Adam McKay, 2015) parten como una crítica hacia el predominio de la avidez monetaria sobre cualquier consideración ética o moral, pero en el camino terminan enamorándose del proceso de acumulación y oportunismo, para culminar con una reflexión sobre lo que la codicia les causa a los protagonistas, sin recordar nunca a las auténticas víctimas.

De cualquier manera, Amigos de armas se deja ver, y su tema es tan interesante como indignante. Además, cuenta con una actuación de Hill realmente notoria y expresiva, aunque sea exactamente igual a 90% de lo que el actor ha hecho en los últimos tiempos.

Amigos de armas (War Dogs)

Dirigida por Todd Phillips. Con Jonah Hill, Miles Teller, Ana de Armas y Bradley Cooper. Estados Unidos, 2016. Grupocine Ejido; Life Cinemas Costa Urbana; Movie Montevideo, Nuevocentro, Portones y Punta Carretas; shoppings de Colonia, Punta del Este, Rivera y Salto.