Los múltiples proyectos en que HBO se ha embarcado, buscando encontrarle compañía a ese buque de proa que es Game of Thrones (aún sin sustituto a la vista cuando faltan dos temporadas para que termine), incluyen algunos programas de menor perfil, pero no de menor calidad, entre ellos una comedia recién estrenada que seguramente no va a ser un fenómeno de popularidad, pero a la que vale la pena acercarse, Vice Principals (“subdirectores”).
Creada y coprotagonizada por el comediante Danny McBride, cuenta justamente la historia de dos subdirectores de una secundaria, Neal Gamby (McBride) y Lee Russell (Walton Goggins), mortalmente enfrentados en sus aspiraciones de pasar a dirigir la institución ante el retiro del titular. Este -que no confía en ninguno de los dos- opta por elegir para el puesto a otra persona, la doctora Belinda Brown (Kimberly Hebert Gregory), quien no sólo es mujer, sino que también es negra, y está mucho mejor calificada a nivel de estudios que los otros dos aspirantes. Esta situación ofende tanto a ambos hombres que deciden aliarse para sabotear el trabajo de su nueva superior y provocar su despido o renuncia.
El chiste básico es que los dos subdirectores ofendidos por no haber conseguido el puesto son dos notables imbéciles: Neal es pedante, autoritario, se mete en todo y es odiado por los estudiantes; Lee es vago, bastante racista y chupamedias, con pocas aptitudes fuera de la intriga y la hipocresía. El rostro de piedra de ambos hace que la algo incauta directora nueva los considere buenos trabajadores, sin tener ni idea de las tramoyas que están tejiendo a su alrededor.
Como es indispensable en las buenas comedias, el atractivo de Vice Principals depende mucho del talento de sus protagonistas y de la química entre ambos, y ese es uno de los fuertes de la serie. Gamby, divorciado y carente del menor sentido del humor, es interpretado en forma deliberadamente inexpresiva por McBride. No es realmente un hombre maligno, sino más bien un desgraciado, pero su autosuficiencia y su tendencia al abuso de autoridad hacen que sea imposible tenerle lástima, a pesar de su tendencia a fracasar en todo lo que emprende, desde organizar una protesta en contra de la nueva directora hasta seducir a una compañera de trabajo. Por su parte, Goggins -como sabe cualquiera que haya visto Los ocho más odiados (Quentin Tarantino, 2016), y como ya sabían quienes se habían deslumbrado con su indignante, enloquecido y en definitiva conmovedor personaje de Shane en la serie The Shield (2002-2008)- es un fenómeno, una fuerza de la naturaleza. Dueño de uno de los rostros más expresivos que se hayan visto en el cine y la televisión estadounidenses de las últimas décadas, no había tenido una oportunidad real de destapar todo su potencial como comediante, y aquí, aunque su espacio es levemente menor que el de McBride, se da el gusto. Su personaje es el de lo que podríamos llamar sin eufemismos un tremendo hijo de puta, pero es un hijo de puta muy gracioso en sus pequeñas maldades y su permanente falsedad. No es mucho más brillante que su otrora contrincante y actual aliado -y sí bastante más prejuicioso y villanesco-, pero al menos posee cierta picardía que lo vuelve más simpático, si se puede aplicar el término.
Vice Principals no es en absoluto una comedia que produzca carcajadas como Unbreakable Kimmy Schmidt o Brooklyn Nine-Nine (por nombrar a las que posiblemente sean las dos series más graciosas de la actualidad), pero tampoco intenta serlo. Su sentido del humor -evidentemente inspirado en la versión original inglesa de The Office, y en el personaje que interpretaba allí Ricky Gervais, aunque sin las distintivas pausas embarazosas que distinguían a aquel programa- pasa más bien por la incomodidad y la vergüenza ajena de ver a esos dos estúpidos canallescos hacer todo tipo de bajezas y planes ridículos, y por la satisfacción de verlos fracasar en sus intentos. A veces, como en The Office, la sensación de incomodidad resulta algo opresiva -ver a Neil en sus soberbios y patéticos intentos de impresionar a una profesora que lo atrae es divertido, pero llega a rayar en lo insoportable-, pero hay suficientes gags risibles para que el asunto no se vuelva asfixiante. En todo caso, Vice Principals es una muy buena comedia para ver en dosis pequeñas, no para una maratón de episodios.
Vale la pena señalar que, apenas estrenada, ha recibido críticas bastante feroces de parte de espectadores que consideran inaceptable una comedia en la que dos hombres blancos acosen e insulten a una mujer negra. Parece mentira tener que explicar algunas cosas, pero esos dos personajes son posiblemente racistas y misóginos (aunque su principal motor es más la envidia y la ambición que cualquier tipo de prejuicio), pero antes que nada son mediocres envidiosos de una mujer que es mejor en términos profesionales -y humanos- que cualquiera de ellos. ¿Cómo es posible, salvo en la mente febril de alguien con el cerebro totalmente cooptado por el fetichismo simbólico y la interpretosis absoluta, considerar racista algo así? En todo caso, una de las virtudes de la serie es su capacidad de reírse de las miserias de un ámbito laboral competitivo, mofándose del absurdo de los derechos o privilegios “adquiridos”. Las risas en Vice Principals pueden ser intermitentes (no así el despliegue de talento de McBride y Goggins), pero en los últimos tiempos la incapacidad de entender cualquier tipo de gracia por parte de los autodesignados vigilantes del humor tiene una constancia crítica que, de utilizarse para algo más útil y menos idiota, sería admirable.