Henry Marsh ya era un reputado neurocirujano -y bastante famoso, fundamentalmente a partir del documental The English Surgeon, de 2007 y dirigido por Geoffrey Smith- cuando publicó en 2014, a punto de retirarse, Ante todo, no hagas daño. Este libro, en el que confluyen varias tradiciones literarias, resultó una revelación, con críticas positivas y varias reediciones, y a principios de este año fue editado en español por Salamandra.

Vale detenerse en algunas de esas tradiciones como forma de acercarse a una obra difícilmente catalogable. Por un lado, se puede pensar en la extensa tradición británica de libros científicos o de divulgación que tienen cierto valor literario más allá de su interés concreto, y logran grandes ventas entre el público general; de este modo, se lo puede pensar en relación con El viaje del Beagle (1839), de Charles Darwin, o Breve historia del tiempo (1988), de Stephen Hawking. Por otra parte, participa también en el brumoso género definido por el tratamiento extensivo de un fenómeno científico, con un anclaje en la historia personal y un abordaje enciclopedista, donde el sorprendente The Emperor of All Maladies: A Biography of Cancer (2011, lamentablemente sin versión en español), de Siddhartha Mukherjee, ocupa un sitio privilegiado. Pero también forma parte de la inagotable tradición de memorias que un profesional de cierto renombre a menudo escribe hacia el final de su carrera o tras terminarla, donde cuenta sus experiencias laborales más destacadas, a la vez que las salpica con pinceladas de autobiografía y reflexión sobre su disciplina.

Sin embargo, esquivando un poco el pacto que propone toda obra “basada en hechos reales”, se puede también hermanar este libro con los de dos rusos que además eran médicos: Mi vida (1896), de Anton Chéjov y, sobre todo, los Relatos de un joven médico, de Mijail Bulgakov (publicados en revistas de 1925 a 1927, y en un solo volumen tras la muerte del autor), en el que cuenta con un negro sentido del humor sus desventuradas primeras experiencias profesionales (que recientemente sirvieron de base, junto a la novela Morfina -1927-, del mismo autor, para una excelente serie de la BBC con Jon Hamm y Daniel Radcliffe).

Esa relación se ve fuertemente apoyada, además, por el subtítulo que acompaña la versión original: Stories of Life, Death and Brain Surgery. Y en el “stories”, que comparte la misma dualidad que su contraparte española “historias” (y se puede leer inclinándose hacia lo “basado en hechos reales” del asunto o como sinónimo de “cuentos”, tomando partido por una versión más “literaria”), se sostiene una forma de leer sobre “vida, muerte y neurocirugía” que cambia un poco la perspectiva, pero que sobre todo contribuye a ver en este libro una pequeña obra maestra.

Ante todo, no hagas daño, didácticamente, está dividido en 25 capítulos cuyos títulos, salvo contadas excepciones, anticipan su tema y nombran una enfermedad del sistema nervioso, y que vienen acompañados, además, por una breve definición, como de diccionario. Este procedimiento no tiene más sentido que el mencionado: de hecho, las enfermedades no están agrupadas por órgano, ni por frecuencia, ni en una escala de malignidad; tampoco los casos se presentan cronológicamente, y de hecho en varios capítulos hay más de un caso que no se ciñe a su título. Y ahí, justamente, es donde entra la ficción.

El orden utilizado, entonces, es dramático, porque apunta a la creación de un clima, a una progresión trágica que alcanza su punto máximo aproximadamente en el comienzo del último tercio del libro. Este manejo del tiempo, cifrado en una manipulación consciente de los textos, es probablemente el mayor acierto de una obra llena de ellos. Pensando que todo lo que aparece en el libro es verdad y, de hecho, tiene como comprobante las historias clínicas de muchos pacientes, es útil por un momento distanciarse de la obra (que continuamente nos exige una conexión) y ver sus cualidades literarias más allá de los temas, más allá de los argumentos, que no pueden ser más interesantes (¿qué más interesante que nuestro cerebro y su aún inexplicable funcionamiento?, ¿qué más interesante que su relación con nuestra personalidad, con nuestros estados de ánimo, nuestros recuerdos, nuestra identidad?).

Con el humor que caracteriza lo mejor de la literatura inglesa (que se burla de la autoridad pero no puede dejar de sentir un respeto reverencial hacia ella), con las dosis justas de reflexión casi ensayística, de cavilación metafísica y existencial, con el justo toque humano y autocrítico que sólo dan los años de experiencia, Henry Marsh ha logrado una obra que se sostiene por su lenguaje, por su estructura, aun más que por su contenido (si esos aspectos no fueran indisociables). Hay capítulos, de hecho, como “Tic douloureux”, “Carcinoma” o “Hibris”, que merecen ser leídos con detenimiento y valen la pena por fuera del esquema; capítulos que, aun si se suspende al leerlos, como he propuesto, ese pacto de verdad, hacen de Ante todo, no hagas daño un libro perfecto.

Ante todo, no hagas daño

De Henry Marsh. Barcelona, Salamandra, 2016. 352 páginas.