Aunque con menos reconocimiento crítico que HBO o Netflix -y menos éxito comercial que AMC o Sony-, desde que el canal FX (una de las tantas ramificaciones de la megacorporación Fox) comenzó a producir series propias ha demostrado ser uno de los más inquietos en términos de creatividad, riesgo y calidad. De hecho, vale la pena recordar que su primera serie original, estrenada en 2002, fue nada menos que The Shield, un policial más que transgresor para su momento y una de las series esenciales en la revolución cualitativa de la televisión que se produjo en lo que va de este siglo.

Pero a pesar de The Shield, Sons of Anarchy, Nip/Tuck, The Americans y algunas otras notables series de acción o drama, donde FX se ha hecho más fuerte es en las comedias y programas humorísticos -aunque no sea un canal especialmente dedicado a esos géneros- que suelen destacarse -desde It’s Always Sunny in Philadelphia hasta Archer- por ser poco convencionales y sutilmente renovadores.

Esto se debe en parte a que FX, que cuenta con presupuestos menores que los de los grandes canales de cable, suele ofrecer a los realizadores de series, a modo de compensación por ajustarse a cierta austeridad, condiciones de libertad creativa bastante sorprendentes, como las que obtuvo en su momento el comediante de stand up Louis CK.

Este, tras fracasar en HBO con la efímera Lucky Louie, recaló en FX con su Louie, más modesta en lo económico pero mucho más ambiciosa en lo artístico. Louie nunca llegó a ser masiva -habría sido algo muy extraño para una serie tan compleja y agridulce- pero logró un rating más que aceptable y una aclamación crítica que la hizo el mascarón de proa del canal.

Sin embargo, por desgracia para FX -y para los fans de ese programa- las libertades contractuales de CK le permitían ponerle fin a la serie cuando lo deseara, y tras la deslumbrante quinta temporada, el comediante decidió interrumpirla y dedicarse por completo a un proyecto aun más experimental, la tragicómica serie Horace and Pete, distribuida sólo por él mismo en la web, que pese a sus virtudes lo dejó al borde de la quiebra. Pero, evidentemente, FX lo extrañaba bastante, ya que acaba de estrenar dos nuevas series, Better Things y Atlanta, que denotan claramente la influencia de CK, e incluso una de ellas lo tiene como guionista.

La ciudad de las mujeres

Better Things (cosas mejores) gira alrededor de Sam Fox, una actriz de alrededor de 50 años y divorciada que vive con sus tres hijas en Hollywood. El personaje es muy similar a su intérprete, Pamela Adlon, que se hizo conocer sobre todo por sus participaciones en la mencionada Louie.

Adlon es graciosa y carismática, y tiene una distintiva voz ronca que puede convertir en un chillido de ardilla cuando lo desea. Los episodios están compuestos por series de viñetas -en ocasiones muy breves- sobre su vida cotidiana, mientras va de un casting a otro, cuida de sus hijas, mira pornografía o bebe vodka. Así, la serie, hiperrealista y muy directa, se centra en la habilidad de Sam para lidiar con mil problemas sin reventar como un globo.

Muchos de los dilemas del personaje tienen que ver con su condición de mujer madura en un ámbito profesional signado por el machismo y la obsesión por la juventud, pero aunque la serie explora muchos aspectos propios de la condición femenina (el segundo episodio gira alrededor de su menopausia), nunca adquiere un tono de denuncia o de reivindicación feminista como el de Inside Amy Schumer o Girls, entre otras cosas porque Better Things es -al menos en sus primeros episodios- un programa casi carente de personajes masculinos, focalizada en los conflictos entre Fox, sus amigas y colegas, sus hijas y su madre (una anciana bohemia que nos recuerda que la generación de rebeldes de los 60 ya llegó a la tercera edad).

No hay casi una nota o artículo dedicado a elogiar Better Things que no aclare en algún momento que no se trata simplemente de una versión en clave femenina de Louie, y eso es cierto. Se trata de otra cosa, pero la equivalencia temática y formal es lo bastante evidente como para que hubiera sido notada aun si no estuviera protagonizada por Adlon y Louis CK no fuera el guionista. Son básicamente el mismo formato, la misma duración y el mismo humor ligeramente deprimido, que en Louie se relacionaba con la crisis de mediana edad de un hombre, y en Better Things apunta a algo similar en la vida de una mujer. Pero parecido no es lo mismo.

Este programa tiene momentos brillantes, pero en sus primeros episodios el ritmo y el humor han sido más bien irregulares, y algunas situaciones, demasiado previsibles. Louie y su autor dieron un salto cualitativo durante la segunda temporada que convirtió a la serie en mucho más que una simple actualización para el siglo XXI de las introspecciones de Woody Allen y los ambientes de Seinfeld. Por ahora, Better Things no ha dado un salto semejante, pero tiene tiempo para hacerlo. Hay gente talentosa en su génesis y Adlon es una actriz encantadora, así que se merece una espera.

La ciudad de las rimas

Por el contrario, Atlanta se mostró efectiva y extraordinariamente personal desde su primer episodio. Es una creación casi unipersonal de Donald Glover, quien la escribe, musicaliza y protagoniza. Una vez más, los componentes autobiográficos son esenciales en esta serie, cuyo personaje central, Earn Marks, es un joven desocupado negro que, tras abandonar la universidad, busca levantar cabeza como mánager de su primo, Paper Boi Miles (Brian Tyree Henry), rapero en ascenso y traficante menor de drogas.

Los episodios, de apenas media hora cada uno, giran en torno a algún hecho cotidiano en las vidas de Earn y Paper Boi: una cena del primero con la madre de su hija (con la que aún convive, aunque sean independientes en lo emocional), una transa de drogas plagada de malentendidos y pánico, un día perdido en una comisaría. Elementos que -junto al contexto musical- pueden hacer que se piense a priori que Atlanta es una versión en formato de comedia televisiva de los hood films, aquellas películas populares a fines de los 90 que describían/denunciaban la realidad urbana en los barrios afro de las grandes ciudades, con sus personajes al borde de la ley. Pero en realidad el espíritu no puede ser más distinto; el retrato de la vida de estos jóvenes negros de Atlanta es muy incisivo y directo en lo social y en relación con la conflictividad étnica, pero eso nunca deja de ser un contexto, y el centro está en los personajes, extraordinariamente complejos.

Glover, de 32 años, se revela como un talento sorprendente. Surgido como uno de los guionistas de la graciosísima 30 Rock, y con un rol menor en Community, es un artista polifacético, que lleva una exitosa carrera simultánea de compositor y cantante bajo el seudónimo Childish Gambino. Pero en Atlanta todos sus intereses confluyen para generar algo que no se parece a nada. Según ha dicho, intentaba hacer algo tan incongruente como “una comedia parecida a Twin Peaks y con rap”, y de hecho Atlanta es algo así. Algo que se entiende mejor si se sabe que Atlanta -capital del estado de Georgia y apodada “la ciudad demasiado ocupada para odiar”- es una urbe con una cultura muy peculiar, conocida por ser una de las mejor integradas del sur estadounidense y cuna de una escena de hip-hop particularmente excéntrica y de ribetes psicodélicos, de la que emergieron Ludacris, Outkast y Cee Lo Green.

Glover proviene de allí, y su serie -dirigida por el talentoso autor de clips Hiro Murai- la retrata con excelente gusto visual, llenándola de personajes extrañísimos que entran y salen de la acción dándole cierto clima surrealista. Pero el centro de todo está en Glover, un actor de rara expresividad y gracia, en un humor nada estridente y lleno de sorpresas, y en una calidez que jamás parece forzada o discursiva y que, una vez más, recuerda al humanismo renuente de Louie.

Todavía hay que concederle a Atlanta, al igual que a Better Things, un compás de espera, ya que después de sus impactantes primeros episodios podría descarrilar y sabotear sus propios logros. Pero más bien da la impresión de que estamos ante una serie de la que se va a seguir hablando mucho y muy bien.