Hasta la fecha, Irvine Welsh (Edimburgo, 1957) ha publicado 11 novelas y cuatro colecciones de relatos; es, sin embargo, su primer libro, Trainspotting (1993), el que parece destacarse como su aporte más perdurable, tanto a la literatura en lengua inglesa como a la cultura popular (sin duda, gracias también a la adaptación cinematográfica dirigida por Danny Boyle, de 1996).

Ya en ese primer trabajo aparecían las características más sobresalientes de la escritura de Welsh: el interés por los conflictos de las clases trabajadoras, el lugar de las drogas en la cultura contemporánea, el empleo de una variante ortográfica no normalizada que reproduce las particularidades del habla escocesa y, notoriamente, cierto gusto por lo visceral, por lo chocante y por el humor negro.

Pero hay más; por ejemplo, es especialmente interesante la manera en que Welsh construyó Trainspotting no tanto como una novela convencional, sino, más bien, como una serie de relatos encadenados, sin una lógica narrativa lineal pero que, reunidos, construyen un universo ficcional. Cada uno de los personajes, además, sirve de narrador de cierto número de secciones y su “voz” aparece ofrecida tanto como un elemento más en la caracterización (por ejemplo, Sick Boy narra un número determinado de episodios, pero aparece también visto por los otros en otros tantos, y el lector elabora a ese personaje ensamblando ambas perspectivas) como a manera de un recurso narrativo que ofrece múltiples puntos de vista y, por lo tanto, enriquece la exposición de la trama o, mejor, las tramas.

Ese universo ficcional, además, ha sido expandido por Welsh en otras novelas y colecciones de cuentos. Nueve años después de Trainspotting publicó Porno, propuesta como continuación, y en 2012 apareció -en inglés, la traducción al castellano es de 2015- Skagboys, que sirve de precuela y nos cuenta, entre otras cosas, la primera exposición de los personajes a la heroína.

Parece fácil pensar en esa trilogía como la obra maestra de Welsh; los libros que la forman, leídos como partes o episodios de ese macrorrelato del que hablaba más arriba, ensamblan un mural fascinante, que abunda en historia -por ejemplo, los capítulos de Skagboys ambientados durante las grandes huelgas de 1978-1979-, humor y personajes inolvidables.

Skagboysworld

Sin embargo, el universo ficcional inaugurado por Trainspotting no se agota en esa trilogía de novelas, sino que incluye apariciones (o cameos) de sus personajes en otras obras de Welsh. Así, en su segunda novela -Marabou Stork Nightmares, de 1995, traducida al castellano dos años más tarde como Pesadillas del marabú- encontramos al sociópata Francis Begbie, uno de los personajes centrales de Trainspotting. Esta es, por cierto, una de las joyas escondidas de la bibliografía de Welsh: una de las dos secciones que la integran está narrada como el monólogo interior de un personaje en coma y se desarrolla en un mundo fantástico y oscuro, creado por el personaje en cuestión, un poco a la manera de las secciones de “Lanark” en la fundamental novela homónima de Alasdair Gray, otro escocés.

También en Filth, de 1998 (Escoria, en la traducción al castellano de 2000), aparecen referencias a personajes y acontecimientos narrados en Marabou Stork Nightmares y Trainspotting, entre ellos Sick Boy y Spud; esta novela incluye uno de los experimentos tipográficos más interesantes de Welsh, el tapeworm (en castellano hablaríamos de “tenias” o, más rigurosamente, de “platelmintos cestodos”), que aparece a modo de cadena de palabras por encima de las líneas del texto principal y se desarrolla en el monólogo interior de la tenia que crece en el intestino de uno de los personajes.

Glue, de 2001 (traducida al castellano en 2003 como Cola), seguía a cuatro personajes a lo largo de cuatro décadas (e incluía no pocas referencias a Filth), y la ya mencionada Porno, de 2002, además de servir de secuela a Trainspotting incluyó varios personajes de Glue (y está en proceso de adaptación al cine, también con dirección de Danny Boyle).

Hasta ese momento Welsh había publicado, además, dos colecciones de relatos, The Acid House (de 1994, publicada en castellano en 1997 sin traducir el título) y Ecstasy: Three Tales of Chemical Romance (de 1996, traducida como Éxtasis: tres relatos de amor químico en 1998), esta última considerada usualmente otro de los libros más importantes del autor. Ambas incluyen cameos de nuestros ya queridos personajes de Trainspotting y comparten tanto los temas como los edificios de apartamentos del distrito de Leith en Edimburgo, explorados extensamente en aquella novela. The Acid House, además, fue llevada al cine en 1998, en una película dirigida por Paul McGuigan que adapta tres de los 22 cuentos del libro.

Más allá de Porno

Quizá, sólo para ordenar un poco la bibliografía, podríamos pensar que el tipo de retorno a Trainspotting planteado en Porno sirve como punto de partida para pensar una segunda etapa en la obra de Welsh. Si bien, como quedó anotado más arriba, ninguno de sus libros deja de incluir personajes del reparto de su primera novela, proponer explícitamente un texto como una continuación, como pasa con Porno, implica sin duda un pacto diferente con el lector y una puesta en evidencia aun más marcada de esa construcción de un universo ficcional. En tal sentido, The Bedroom Secrets of the Master Chefs, de 2006 (traducida al castellano en 2007 como Secretos de alcoba de los grandes chefs), parece alejarse marcadamente de ese procedimiento y de los temas y personajes recurrentes de los libros que lo precedieron. En el libro que publicó Welsh al año siguiente, la colección de cuentos If You Liked School You’ll Love Work (traducida como Si te gustó la escuela te encantará el trabajo en 2009), no hay tampoco cameos de los personajes de Trainspotting.

Esa (breve) tendencia pareció interrumpirse con Crime (traducida en 2010 como Crimen), una novela publicada en 2008 y propuesta como secuela de Filth. Después, en 2009, Francis Begbie fue retomado en uno de los cuentos de Reheated Cabbage (Col recalentada en la traducción de 2012), libro que incluye, además, un relato de ciencia ficción sobre el incidente de Roswell y un texto centrado en uno de los personajes de Glue. Además, como ya se dijo, en 2012 apareció Skagboys, la precuela de Trainspotting.

De los tres libros que publicó Welsh desde entonces, sólo uno ha sido traducido al castellano. Se trata de The Sex Lives of Siamese Twins (La vida sexual de las gemelas siamesas), una novela desvinculada del universo ficcional que hace a la mayoría de su obra y ambientada en Miami. Este libro, como Trainspotting pero en menor escala, descompone su trama mediante diversos narradores reconocibles por marcas de habla, y hace uso de recursos tipográficos especialmente expresivos. Quizá se trate de un Welsh menor, pero de todas formas se trata de una novela sólida y llena de humor.

En los libros aún no traducidos hay un retorno al universo ficcional de Trainspotting. En A Decent Ride, de 2015, encontramos a Juice Terry Lawson, de Glue, y en The Blade Artist se nos ofrece una vez más a Francis Begbie, ahora rehabilitado y mudado a California.

Los otros lenguajes

En estos momentos Welsh está escribiendo el guion para una película centrada en la vida de Alan McGee, el fundador y director de Creation Records y Poptones, sellos que publicaron a bandas como Primal Scream, My Bloody Valentine, Oasis, Teenage Fanclub, The Cramps, Guided by Voices, The Hives y The Boxer Rebellion. Además de novelas y colecciones de cuentos, el escocés ha escrito dos obras de teatro (You’ll Have Had Your Hole -1998- y Babylon Heights -2006-) y un musical (Blackpool, de 2002), además de no pocos guiones que incluyen la adaptación de su libro The Acid House para la película ya mencionada (en la que, además, representa a un personaje, del mismo modo que hizo con Mikey Forrester, quien le vende a Renton los supositorios de opio en la adaptación al cine de Trainspotting). Pero también ha dirigido cortometrajes -muchos de ellos videos para bandas, incluyendo el de “Atlantic”, de Keane, con una alusión a El séptimo sello, de Bergman- y, en 2009, su primer largometraje.

Y ya que hablamos de adaptaciones y traducciones, es cierto que para un lector rioplatense puede volverse difícil superar el efecto generado por el trabajo del traductor Federico Corriente para la editorial Anagrama, quien apela a giros, modismos y términos del español peninsular que han hecho rasgarse las vestiduras y proclamar variantes de “¿cómo va a decir ‘mola mogollón’ un escocés de Edimburgo?” a no pocos lectores uruguayos o argentinos. Por supuesto que una traducción “neutra” socavaría aun más el disfrute, ya que desafiaría abiertamente una decisión de escritura de Welsh, pero cabe pensar hasta qué punto es ideal que los mexicanos obtengan traducciones en su variante del castellano, los cubanos en la suya, y los chilenos y peruanos y etcétera. No faltará quien diga que la mejor opción es siempre el original, pero incluso para lectores más que competentes de narrativa en inglés puede volverse complicada la tarea de abrirse camino por la escritura fonética y cargada de jerga que ofrece Welsh. Sin duda es una cuestión complicada, que se vincula además con la manera en que está conformado el mercado editorial para traducciones al castellano. Lo cierto es que afortunadamente casi toda la obra de Welsh está disponible para un lector hispanohablante; acaso la mejor puerta de entrada sea, siempre, Trainspotting (y después Porno y, especialmente, Skagboys), pero quienes prefieran no arrancar por una novela harán bien en conseguir Éxtasis (en particular si tienen predilección por las novelas cortas) o Si te gustó la escuela te gustará el trabajo. Por último, quienes optan por rehuir los grandes murales narrativos -quién sabe por qué- disfrutarán seguramente de las novelas más desvinculadas del macrorrelato, como La vida sexual de las gemelas siamesas y Secretos de alcoba de los grandes chefs.