El canal para abonados Arts & Entertainment (A&E) anunció hace menos de un mes su intención de emitir una serie de ocho episodios acerca de la organización racista estadounidense Ku Klux Klan (KKK), que primero pareció que iba a ser un reality show, luego se anunció formalmente como un documental y después fue cancelada por la emisora, pero que se ha convertido finalmente en una especie de reality mediático y en una pesadilla para quienes iban a producirlo.

El anuncio original de A&E, realizado básicamente mediante Twitter, fue que la serie iba a llamarse “Generación KKK”, y que estaría dedicada a las actividades de “una red de activistas” mientras trabajaban “para romper el ciclo de odio en prominentes familias del Ku Klux Klan”. Se difundieron, por la misma vía y como adelanto del contenido del programa, fragmentos de entrevistas con activistas que se dedican a convencer a integrantes del grupo de abandonarlo, y con hijos de personas que forman parte del Klan.

Según un informe del diario The New York Times, la idea de realizar el programa comenzó a tomar forma a mediados de 2015, poco antes de que la reciente campaña electoral estadounidense “envalentonó a miembros del Klan y de otros grupos nacionalistas”. En aquel momento, de acuerdo con el periódico, el cineasta Aengus James, productor ejecutivo de la serie, envió equipos al sur de Estados Unidos, con el objetivo de retratar en toda su crudeza a la actividad de base del KKK, sin el barniz de relaciones públicas que aplican sus dirigentes para describir las actividades y los objetivos de la organización, y con especial interés en registrar conflictos internos en las familias de esos militantes.

James dijo al diario que, en el contacto con varios integrantes del KKK, sus equipos les habían comunicado con claridad que “esperaban que vieran la luz y dejaran ese mundo”, por considerarlo “un ambiente increíblemente destructivo para cualquiera que esté en él, y muy especialmente para los niños”.

Las primeras reacciones -también en Twitter- fueron, sin embargo, sumamente adversas y con llamamientos por anticipado a boicotear el show y a A&E, sobre la base de suponer que la serie sería una especie de reality show sobre la vida cotidiana de miembros del grupo, y que eso implicaba un grave riesgo de que el público “naturalizara” la pertenencia al KKK o a organizaciones similares. El canal se esforzó por revertir esa percepción, y su gerente general, Rob Sharenow, aseguró que, en el tenso clima político asociado con la campaña electoral y el ascenso de Donald Trump (a quien el Klan apoyó abiertamente), A&E asumía la necesidad de hallar un delicado equilibrio entre ganar la confianza de los miembros del KKK y asegurar que el programa no fuera utilizado por ellos para propagar sus puntos de vista.

Además, la empresa decidió cambiar el nombre de su producción a Escapando del KKK: una serie documental que expone el odio en Estados Unidos, para dejar claras sus buenas intenciones y que no se trataba de un reality sino de un documental en episodios, pero nada de eso dio resultado.

La campaña anticipada contra el programa continuó in crescendo en las redes sociales, sin duda potenciada por reacciones ante el triunfo de Trump, y, poco después de anunciar el nuevo nombre de la serie, A&E dio a conocer que había sido cancelada, agregando un motivo para esa decisión que aún no era manejado por los críticos: algunos de los entrevistados habían recibido un pago para “facilitar el acceso” a ellos, y aunque el canal aseguró que se había tratado de una remuneración simbólica, de poca entidad y realizada por una empresa tercerizada que participaba en la producción, también aseguró que eso se había hecho sin conocimiento de A&E, proclamó que había sido una violación de sus políticas para la realización de documentales, y enfatizó que, de todos modos, el proyecto de serie -del que sólo llegó a difundirse algún trailer- había estado orientado a “exponer y combatir el racismo y el odio en todas sus formas”, sin la menor intención de aportarle glamour o cualquier otro tipo de atractivo a la imagen del KKK.

Pero las cosas se complicaron aun más para A&E en los días siguientes, cuando, en declaraciones publicadas por la revista Variety, más de dos docenas de integrantes del KKK que habían sido entrevistados para la frustrada serie, en seis estados distintos, aseguraron que la compañía productora tercerizada, cuyo nombre es This Is Just A Test (“esto es sólo una prueba”) no sólo les había pagado, sino que no se había tratado de algo simbólico sino de remuneraciones que habían llegado a la suma de 500 dólares por día, y que la contrapartida de recibir ese dinero había sido el cumplimiento de instrucciones sobre qué decir y hacer cuando los filmaran, actuando como si hubiera conflictos familiares que en realidad no existen. Según esos testimonios, la productora incluso pagó la confección de esvásticas nazis para que aparecieran en el programa, así como la construcción de cruces de madera que les pidió a los entrevistados que quemaran ante cámaras, e incitó a uno de los dirigentes del Klan a que empleara la políticamente incorrectísima palabra nigger en sus parlamentos.

Por el momento, A&E decidió no hacer comentarios sobre esas acusaciones, y aunque portavoces de This Is Just A Test afirmaron que iban a investigar si las denuncias eran ciertas, también dijeron que manejaban información acerca de que los miembros del Klan que hablaron con Variety podían haber sido presionados para que mintieran.

Para completar la serie de eventos desafortunados que afronta A&E, se subió al carro de la controversia la Iglesia de la Cienciología. Como informamos hace poco más de un par de meses, el mismo canal está emitiendo una serie documental de ocho episodios sobre esa institución -especialmente notoria, pese a su secretismo, porque cuenta entre sus adeptos a estrellas de Hollywood como Tom Cruise y John Travolta- conducida por la actriz Leah Remini, que abandonó el culto en 2013, después de integrarlo durante 30 años. Esa serie, llamada Leah Remini: cienciología y sus consecuencias, incluye entrevistas a otros ex miembros de la iglesia, en las que estos revelan supuestos abusos sufridos y prácticas poco presentables de la cienciología. La organización religiosa ha hecho todo lo posible por desacreditar el programa de Remini, y ahora arguye, mediante uno de sus abogados, que A&E también habría debido cancelar Cienciología y sus consecuencias, porque en esa serie también hubo dos entrevistados que recibieron “sustanciales pagos en efectivo” por su participación. La cuestión es que, en realidad, los pagos -sustanciales o no- a participantes en series documentales son bastante habituales, por la sencilla razón de que esas personas dedican bastante tiempo -a menudo perdiendo horas de trabajo- a realizar aportes para un producto comercial, por el cual sus productores reciben -o esperan recibir- ganancias. Quizás el problema es que A&E apeló a una excusa formal para justificar el abandono de un proyecto que había metido a ese canal en un gran lío (y que no parece haber terminado).