El adjetivo “renacentista” suele emplearse con excesiva generosidad en la actualidad para describir a cualquier aspirante a artista que sabe tocar la guitarra y también andar en bicicleta, pero en el caso del británico John Berger el calificativo no parece tan exagerado; escritor, pintor, crítico de arte, poeta, guionista de cine y militante y columnista político, Berger no sólo abarcó estas diversas áreas de la expresión, sino que también se destacó en varias de ellas por igual.

Nacido en Londres e hijo de un inmigrante húngaro, el interés artístico inicial de Berger fue particularmente la pintura -un primer amor al que no abandonaría nunca-, y su obra en ese terreno fue expuesta y bien considerada en las galerías londinenses, pero se dedicó también a la docencia de ese arte, y comenzó a desarrollar un trabajo crítico para la revista socialista New Statesman, adoptando un enfoque del arte y la cultura orientado por el marxismo, seguidor y difusor de las teorías del alemán Walter Benjamin (1892-1940), y esos artículos fueron también el modo en el que desarrolló su técnica de escritura.

Su actividad en el terreno de la crítica llevaría a que la BBC lo convocara en 1972 para guionar una serie de cuatro programas especiales sobre la percepción de las artes visuales en la actualidad llamado Ways of Seeing (formas de ver). Estos programas tuvieron un considerable éxito (en un tiempo en el que los documentales sobre teoría del arte podían tener alguna clase de éxito), y Berger convirtió a los guiones -ampliándolos- en un libro de igual nombre que hoy en día se considera uno de los textos esenciales sobre artes visuales de las últimas décadas, y que entre otras cosas se volvió sumamente influyente en las lecturas feministas del arte popular.

Pero el trabajo literario de Berger no se limitó a la crítica, y ya en 1958 publicó su primera novela, Un pintor de nuestro tiempo -que trataba sobre un pintor ficticio, de origen húngaro como el padre del autor, a quien hubo quien tomó por un artista real-, y siguió publicando novelas hasta 2008, cuando editó De la A a la X. Tal vez su obra más conocida entre quienes lo han leído en castellano sea la satírica G. (1972), que le mereció el premio Booker -el más importante de las letras británicas- la mitad de cuya dotación, en un acto clásico de su constante militancia, cedió a la rama inglesa de los Panteras Negras, una organización revolucionaria socialista y antirracista.

En 1995 haría algo similar, al ceder todos los derechos de autor de su novela Hacia la boda, publicada ese año, a diversas organizaciones de lucha contra el sida. También fue autor de cuatro obras de teatro, y es posible que los asiduos a Cinemateca Uruguaya recuerden el nombre de Berger en los créditos como guionista de las dos principales películas del director suizo Alain Tanner -La salamandra (1971) y Jonás, que tendrá 25 en el año 2000 (1976).

Además de sus ensayos sobre arte, Berger escribió otros, numerosos y extensos, sobre política (incluyendo un volumen de correspondencia con el subcomandante Marcos, publicado en 2001 con el título The Shape of a Pocket, cuya discutible traducción al español fue El tamaño de una bolsa) y sociología, basados muchas veces en su propia vida y en sus viajes en motocicleta por toda Europa.

Investigando para uno de estos libros -Un séptimo hombre (1976, en colaboración con Jean Mohr)- acerca de la cuestión de las poblaciones migrantes en Europa, conoció el pequeño pueblo llamado Quincy, de la Alta Saboya (en los Alpes, próximo a la frontera suiza), donde se establecería durante las siguientes décadas. A su vez, aprovechó la experiencia de residir allí para escribir la trilogía de novelas titulada De sus fatigas -compuesta por Puerca tierra, de 1979; Una vez en Europa, de 1987, y Lila y Flag, de 1990- que trata sobre el desarraigo de las poblaciones rurales y su creciente éxodo hacia las grandes ciudades, y que es considerada una de las obras mayores de la literatura inglesa de fines del siglo XX.

En los últimos años había pasado a vivir en un suburbio de París, y a pesar de su edad ya avanzada permanecía intelectualmente activo, y dedicaba su atención al análisis de procesos tan recientes como la votación en Reino Unido por el abandono de la Unión Europea y la situación en Europa de las últimas oleadas de inmigrantes, uno de los temas en los que centró sus últimos esfuerzos como activista.

John Berger falleció en su casa unos meses después de haber llegado a su novena década. En su última entrevista, concedida al diario británico The Guardian, había confesado humildemente que se consideraba “el tipo alerta en un barco que hace pequeños trabajos, como meter cosas en una caldera, pero no un navegante”; que pasaba mucho de su tiempo enviando mensajes de texto y que a los 90 años todavía seguía indignándose como antes. También dijo que si se había convertido en un narrador de historias era, antes que nada, porque tenía la capacidad de escuchar, una virtud que muchos de sus allegados recordaron al enterarse de su muerte.