En un caso sin precedentes, el 18 de este mes la Suprema Corte de Estados Unidos se reunirá para considerar si el grupo de rock The Slants puede registrar comercialmente su nombre, algo que hasta ahora le ha sido negado en virtud de la llamada Ley Lanham (por su impulsor, Fritz G Lanham, diputado por Texas), de 1946, que regula el registro de marcas y otras denominaciones comerciales, y que prohíbe utilizar en ellas palabras que se consideren obscenas o degradantes.

La banda, formada en 2006 y que ha lanzado ya media docena de discos, viene litigando en juzgados desde hace siete años por el derecho a llamarse como quiere, y hasta ahora los jueces, desde el nivel local hasta el federal, han simpatizado con los músicos, pero, como es preciso dictaminar si existe una inconstitucionalidad, el caso ha escalado hasta el máximo organismo del Poder Judicial estadounidense.

El nombre del grupo puede sonar en principio inofensivo, ya que se trata del plural de slant, que puede traducirse como el verbo “inclinarse” o la expresión “punto de vista”, pero en la jerga callejera es (como chink o gook) también un insulto -aunque no uno de uso muy común- utilizado para burlarse de los ojos rasgados de los orientales. Sin embargo, el racismo no parece ser la motivación de The Slants, ya que justamente todos los integrantes del grupo son de origen asiático y se precian de ser “la primera banda de dance-rock en el mundo compuesta totalmente por asiático-estadounidenses”. De hecho, el líder del grupo, Simon Tam, sostiene que el nombre fue elegido como una forma de denunciar el prejuicio de utilizar expresiones como slants para referirse a las personas con determinada apariencia. El caso se considera similar al del equipo de fútbol americano Washington Redskins (pieles rojas de Washington), quienes, a pesar de llamarse así desde 1932, llevan ya un par de décadas defendiendo en las cortes el registro de su nombre.

La historia del rock estadounidense está llena de bandas con nombres impresentables u ofensivos, desde los Dead Kennedys (los Kennedy muertos), los Butthole Surfers (los surfistas del orto) o los Fucked Up -podemos dejarlo sin traducir-, pero no de formaciones que se denominaran con un calificativo que pueda considerarse un insulto hacia una comunidad (o por lo menos, si las hubo, no intentaron convertir ese nombre en una marca registrada). Pero The Slants está decidida a lograrlo, promocionado de paso su conflicto como una causa de la libertad de expresión, lo cual además nunca viene mal como publicidad para un grupo hasta ahora poco conocido, cuyo sitio en internet lleva por nombre “The Slants – La banda que no debe ser nombrada”.