Generación Copo de Nieve I

En noviembre del año pasado el Diccionario Collins de la lengua inglesa -conocido por ser particularmente atento a la inclusión de nuevas expresiones y neologismos- introdujo en su nueva edición, junto a novedades como brexit y el globalizado término danés hygge, el concepto de “generación copo de nieve” (generation snowflake), posiblemente el insulto o término despectivo de más rápida extensión en los últimos años. La expresión fue popularizada por algunos portavoces de la nueva derecha estadounidense relacionada con la campaña de Donald Trump, especialmente por los columnistas estrellas de la red de noticias Breibart, como Stephen Bannon o Milo Yiannopoulos, pero fue adoptada no sólo por los comentaristas de derecha o conservadores, sino también por los liberales o izquierdistas adversos a la política enfrascada en las identidades o lo políticamente correcto.

El Diccionario Collins define a la generation snowflake como “los adultos jóvenes de los 2010, vistos como menos resilientes y más proclives a ofenderse que las generaciones previas”. Es decir, la “generación copo de nieve” sería aquella cuyos integrantes tienen entre 20 y 30 años, aproximadamente (es decir, los también conocidos como millennials), y que son caricaturizados como personas narcisistas, hipersensibles y celosas de sus microidentidades, que se ofenden y reaccionan ante todo lo que consideran agresivo, discriminatorio o poco sensible con sus sentimientos. El origen del término se solía situar en una filmación de hace poco más de un año, en la que se veía a algunos estudiantes de la elitista Universidad de Yale (sobre)reaccionando ante el respetado sociólogo y biólogo Nicholas Christakis y montándole un berrinche porque la esposa de Christakis había sugerido en un artículo que los estudiantes bajaran un poco las revoluciones en relación a lo ofensivos que consideraban los disfraces de Halloween, por creer que la mayoría de estos implicaban una apropiación cultural de algún colectivo oprimido. Sin embargo, la calificación de “copo de nieve” -que evoca ante todo algo efímero y muy frágiltiene un origen definido y simple de rastrear, y su autoría ha sido reivindicada por el transgresor escritor Chuck Palahniuk, quien recordó que él había acuñado la metáfora en su best seller de 1996 El club de la pelea, que luego se popularizaría con la versión cinematográfica dirigida por David Fincher en 1999. En el libro el narrador, Tyler Durden, dice en uno de sus nietzscheanos y nihilistas monólogos: “Tú no eres un hermoso o único copo de nieve. Tú eres de la misma materia orgánica en descomposición que todos los demás, y todos somos una parte de la misma pila de abono”.

Palahniuk se ha declarado contrario a la política y la ideología de Trump, pero al mismo tiempo no se ha quejado por el uso de su metáfora para una generación que, según declaró, considera “nuevos victorianos” (en referencia a la moralista reina Victoria de Inglaterra) y “demasiado fáciles de ofender”.

Generación Copo de Nieve II

Una de las características culturales más criticadas de los estudiantes millennials y por la que son acusados de hipersensibles es su predisposición, cuando no exigencia, a que en las universidades y casas de estudio del mundo anglosajón incluyan trigger warnings (“advertencias gatillo” o “advertencias de gatillo”) en los textos y materiales de estudio que por su contenido pudieran “gatillar” recuerdos traumáticos en estudiantes que han pasado por experiencias muy difíciles. La metodología ha sido criticada tanto por los profesores como por los psicólogos especializados en estrés postraumático, pero ya ha pasado a formar parte del entorno de seguridad psicológica que los estudiantes de algunas de las universidades más prestigiosas del mundo exigen para no ser perturbados y/o ofendidos por determinadas palabras, conceptos o imágenes.

Esta tendencia parecía haber traspasado el límite de lo opinable para incursionar en lo ridículo con la exigencia de algunos estudiantes de leyes de Oxford, quienes -aun si estaban cursando estudios sobre derecho penal relacionado con crímenes violentos- solicitaron que se realizara advertencias cuando se fuera a tratar delitos sexuales, y que se les permitiera abandonar la clase a quienes consideraran que la descripción de estos podía impresionarlos demasiado.

Sin embargo, la Universidad de Glasgow les mató el punto a los vulnerables estudiantes de Oxford, ya que en dicha universidad escocesa los estudiantes de teología están recibiendo advertencias en relación a que algunas imágenes y textos de la Biblia les pueden resultar perturbadores. Específicamente los de la crucifixión de Cristo, cuya violencia, al parecer, podría resultar excesiva y sorprendente para gente que estudia teología, quienes también pueden abandonar el salón si consideran que las representaciones del calvario pueden ser demasiado para su sensibilidad.

Esta precaución se suma a otras ya adoptadas por la celosa y protectora institución escocesa, como la de advertir a los estudiantes de veterinaria que van a tener que tratar con animales muertos, dar trigger warnings a los de ciencias forenses respecto de la sangre y el estado de los cuerpos que van a encontrarse, y el aviso a los estudiantes de arqueología antes de una presentación en Power Point de que iban a ver un cuerpo momificado que podían encontrar “un poco grotesco”.

Generación Copo de Nieve III

Poca gente debe haber más en las antípodas espirituales de los delicados estudiantes de teología de Glasgow que los integrantes de la legendaria y brutal banda de heavy metal Slayer, grupo fundador del thrash -y posiblemente del death, el black y quién sabe cuántos subestilos más del metal más extremo-, conocidos también por su gusto por las letras ultraviolentas y plagadas de referencias satánicas. Esto la convirtió en una de las bandas más criticadas y hostigadas desde tiendas del cristianismo estadounidense, que lleva unos 30 años advirtiendo acerca de los peligros de la música de Slayer y su mensaje subversivo e inmoral, e intentando boicotear sus actuaciones. Pero ahora la banda se encuentra bajo una nueva campaña de repudio, proveniente esta vez del lado opuesto al de sus habituales enemigos, luego de que el bajista y vocalista Tom Araya publicara en Instagram, el día de la asunción del nuevo presidente, una foto ridícula y evidentemente trucada en la que los integrantes del grupo -mucho más jóvenes que en la actualidad- aparecían junto a Donald Trump, quien hacía los clásicos “cuernitos” metaleros con los dedos.

La foto fue bajada, al parecer por Instagram, luego de recibir centenares de protestas, tras lo cual Araya volvió a subirla, diciendo que le parecía una imagen divertida, acompañándola con un texto en el que decía: “Nunca hubiera imaginado que hubiera tantos ‘copos de nieve’ comentando su desagrado por el nuevo presidente. Les guste o no, él es el presidente”. No les gustó, y las oleadas de críticas e insultos se multiplicaron por la red, convirtiendo a Slayer en peores antisociales que cuando eran considerados los heraldos de Satanás y mandándolos a “comer mierda” y otras sugerencias del mismo tono. Araya -nacido en Viña del Mar hace 55 años- empeoró las cosas haciendo un chiste en los comentarios sobre el homofóbico vicepresidente Mike Pence, conocido por su apoyo a las terapias de “rehabilitación de homosexuales”, tras lo cual incluso medios humorísticos y liberales como The AV Club -el suplemento cultural del periódico satírico The Onion- comenzara a cribar las letras del grupo, buscando lecturas filonazis o racistas de sus numerosas canciones sobre guerra y destrucción. Aunque cabe suponer que Araya no es el mayor de los opositores al nuevo gobierno, el bajista volvió a interceder para aclarar que en ningún momento -ni antes ni después de las elecciones- había hecho alguna declaración pública de apoyo a Trump, y de hecho el guitarrista de Slayer, Kerry King, lo había tratado como “el peor de los mentirosos que he visto en la política” en una entrevista reciente. Pero el disgusto y los reproches son casi unánimes, porque una cosa es apoyar a Satán y los demonios de El exorcista, y otra muy distinta es decirles “copos de nieve” a quienes se descompensan ante el presidente del cabello naranja.