El grado de ansiedad y expectativas alrededor del universo de Star Wars se ha suavizado considerablemente, ya que los adictos al universo creado por George Lucas han tenido bastante con qué entretenerse en los últimos dos años, con los estrenos de Episodio VII: El despertar de la fuerza (JJ Abrams, 2015) y la sorprendente precuela Rogue One: Una historia de Star Wars (Gareth Edwards, 2016), que consiguió complacer hasta a los más insaciables fanáticos. Por eso el interés alrededor de la filmación de la próxima película de la saga principal -Episodio VIII, cuyo estreno está previsto para diciembre de este año- ha sido un tanto más laxo que lo habitual, hasta el punto de que el anuncio -que se hizo ayer vía Twitter- del nombre de la película y el avance de un primer afiche tomó por sorpresa a los celosos adeptos a esta historia, tal vez aún golpeados por la cercana muerte de la actriz Carrie Fisher, quien interpretara a la princesa Leia.

El afiche no dice prácticamente nada; es simplemente el logo de la franquicia sobre el habitual fondo estrellado, acompañado por el nombre de esta nueva entrega, que es The Last Jedi (el último jedi). No es precisamente el título más imaginativo de la saga (El despertar de la fuerza tampoco era un derroche de imaginación), y se parece demasiado al nombre de Episodio VI: El regreso del jedi, pero no hay que ser un experto en los vaivenes del enfrentamiento entre el Imperio y los Rebeldes para imaginarse que la película se centrará en la figura de Luke Skywalker (Mark Hamill), quien tras la muerte ficticia de Han Solo y la real de la princesa Leia es el último de los personajes clásicos de Star Wars presentes en este ya prolongado conflicto cósmico.