En 2003, la editorial neoyorquina Continuum comenzó a editar una colección de libros breves titulada 33 1/3, que dedicaba cada uno de sus volúmenes a la exégesis de un disco en particular -generalmente se trataba de las obras más renombradas o representativas- de diversos artistas. La idea -aunque las libertades concedidas a los autores eran enormes- era no dispersarse en la biografía o la continuidad artística de determinados músicos, sino concentrarse exclusivamente en una de sus obras (en el entendido, actualmente jaqueado, de considerar obra a un disco de larga duración). El recurso no era nuevo en la historia de la crítica de arte y ni siquiera en la de rock, ya que críticos como Greil Marcus habían llevado esta aproximación metonímica al extremo de dedicar un libro entero al análisis de una canción y de sus múltiples connotaciones históricas o culturales. Pero la abundancia de títulos ofrecidos por la serie -que incluyó discos de artistas tan variados como Black Sabbath, Dusty Springfield, Love, My Bloody Valentine, ABBA, The Beatles y A Tribe Called Quest, que tienen como único punto en común la excelencia de cada trabajo seleccionado- no sólo hizo de 33 1/3 una colección extremadamente atractiva para los melómanos, que podían encontrar en ella trabajos exhaustivos sobre sus discos favoritos, sino que, además, la mera inclusión de una obra entre las analizadas pasó a significar que formaba parte de un elaborado y extenso canon de los discos pop contemporáneos esenciales y más valiosos.
No bombardeen Barrio Norte -subtitulado “Yendo de la cama al living y el triunfal ingreso de Charly García en los años 80”-, del marplatense Martín Zariello, forma parte de la colección Vademécum. Libros sobre discos, obviamente influenciada por el concepto de 33 1/3, y es un libro dedicado en su totalidad al primer disco solista de Charly García, o, para ser exacto, a sus dos primeros discos, ya que también estudia la banda de sonido de la película Pubis angelical, de Raúl de la Torre (basada en el libro homónimo de Manuel Puig), editada simultáneamente con Yendo de la cama al living en 1982, aunque es evidente que el centro es el disco de canciones.
Cuando lanzó Yendo de la cama al living, García tenía 31 años, una edad muy joven para los parámetros actuales del rock, pero que en aquel entonces se consideraba la de un rockero ya maduro, sobre todo si se tenía en cuenta que se trataba de alguien que ya había participado en alrededor de una quincena de discos -como integrante de Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán- que lo habían tenido como principal compositor. Extrañamente, y a pesar de haber sido un prodigio musical desde niño (y de no tener precisamente problemas de baja autoestima), García había elegido siempre subsumirse en el contexto de proyectos colectivos, relativamente equilibrados, con lo mejor del rock argentino de su momento, de modo que Yendo de la cama al living era, aparentemente, el primer disco del que era completamente responsable y que salía exclusivamente bajo su nombre. Esto en cierta forma había sido un accidente producido por la separación obligada de Serú Girán, a raíz de la incorporación del multiinstrumentista Pedro Aznar a la banda del guitarrista estadounidense Pat Metheny. De hecho, el disco puede calificarse más de una obra de transición entre aquella banda de inclinaciones jazz-rockeras/progresivas -incluso algunas de las canciones que lo componen habían sido presentadas como parte del repertorio de Serú Girán- y el repertorio más propiamente pop que inauguraría García con Clics modernos (1983), que en algunos aspectos puede considerarse su auténtico primer disco como solista. Más allá de todo eso, Yendo de la cama al living era una maravilla; una colección de siete canciones formidables a las que se sumaba una zapada bastante lograda (la graciosa pero irrelevante “Peluca telefónica”, con Aznar, Luis Alberto Spinetta y el baterista Willy Iturri), que pasaron a ser parte esencial no sólo del repertorio del tecladista del bigote bicolor, sino del rock argentino en general. También fue un disco editado en un contexto muy especial -el de la Guerra de las Malvinas y el desmoronamiento de la dictadura militar argentina-, al que refería en forma explícita en algunos de sus temas, y que tuvo mucho que ver en la conversión del disco en algo que era (y es) mucho más que un simple conjunto de buenas canciones.
Esto último, señalado varias veces por Zariello, es reconocido en el libro desde su título, para el que se toma un recordado verso de “No bombardeen Buenos Aires”. Pero resulta muy significativo que el autor de este volumen haya nacido dos años después de que aquel disco fuera editado -y del conflicto bélico-, lo que en cierta forma le permite acercarse a Yendo de la cama al living con una mirada no teñida por la nostalgia generacional o los recuerdos contextuales, sino mediante un redescubrimiento a posteriori por parte de alguien que pudo escuchar la obra sin asociarla con su experiencia personal en un momento muy especial de ese inconsciente colectivo al que García le hablaba en la más hermosa canción del disco. Esto, sin embargo, no entraña para nada una objetividad de la que Zariello reniega desde el prólogo, en el que afirma que “el libro expresa abiertamente el espíritu de un fan y pretende ser la celebración de la existencia de un artista brillante”, para luego continuar en el mismo grado de excitación: “Sólo un elogio en mi tumba: ‘Admiró a Charly García’”. Una introducción que deja bien en claro que lo que sigue no es precisamente una visión crítica, imparcial o distanciada.
Un superhéroe
Ese carácter de fan absoluto del objeto de su estudio es simultáneamente un lastre y un motor del libro; el fervor de Zariello por Yendo de la cama al living es muchas veces explosivo de más. A menudo, rellena párrafos con adjetivos hiperbólicos, y el vocabulario al que suele recurrir -lleno de coloquialismos más o menos rockeros, que van desde el “cagarse en todo” hasta el uso del anglicismo fucking con la misma generosidad con que lo hace habitualmente García- le dan un tono un tanto naíf a algunos de sus análisis. Lo mismo pasa con su afán por presentar a García bajo la más positiva de las luces, que lo hace colisionar con la naturaleza ocasionalmente contradictoria u oscura del trabajo del músico. Así, cuando defiende la melancolía de la bellísima “Vos también estabas verde” (una gran canción generalmente olvidada) piensa que es necesario señalar que la música de García ha sido muy vitalista para mucha gente, en cierta forma criticando a quienes prefieren sus aristas depresivas o autodestructivas. Más allá del moralismo que encarna, esta observación implica la pretensión de cierto “blanqueo” de la obra de un artista que se resiste muy bien a esas consideraciones anímico-valorativas y que cuenta en su repertorio con algunas de las canciones más desesperadas y dolorosas que haya dado el pop-rock rioplatense. Sin embargo, el entusiasmo juega a favor de Zariello en otras ocasiones, en parte porque es explícito, descarado y asumido, y en parte porque en sus mejores momentos le da una particular calidez a la prosa.
Toda esta devoción sería simplemente irritante y mataría el interés del libro si no fuera porque le ha servido a Zariello para acumular un conocimiento realmente amplio acerca del trabajo -tanto oficial como pirata- de García. Aunque no parece haber hecho un trabajo de campo específico compuesto de entrevistas con los involucrados en la creación de Yendo de la cama al living, el conocimiento de grabaciones, declaraciones y testimonios de aquella época (que no fue la suya, recordémoslo), así como de presentaciones en vivo, es enciclopédico, y su aporte sobre versiones alternativas de los temas incluidos en el disco o acerca de su génesis es notable. Por otra parte, mantiene el foco en el disco, y las extrapolaciones que hace, más allá de alguna teoría discutible, nunca se alejan demasiado del tema central, algo muy apreciable teniendo en cuenta lo tentador que seguramente le haya resultado bucear en el ya extenso anecdotario del compositor. El análisis de las canciones no es musicológico, sino esencialmente impresionista y centrado en el contenido lírico, emocional y referencial. No obstante, da la impresión de que tal abordaje se debe a una limitación en cuanto a conocimientos técnicos o musicales, algo bastante frecuente en la crítica rockera rioplatense. Por el contrario, sus observaciones estrictamente musicales -y sus referencias comparativas- son adecuadas, y el capítulo dedicado a la banda de sonido de Pubis angelical -un disco que suele ser considerado un accesorio instrumental de Yendo de la cama al living- demuestra que Zariello puede moverse con soltura y expresividad sin tener textos (es decir, letras) a las que parafrasear o interpretar.
En todo caso, No bombardeen Barrio Norte es un trabajo de amor hacia un disco clásico y ya liberado de cierto escepticismo con el que fue recibido por parte del público rockero en su momento. Si se dejan de lado algunos devaneos filosófico-interpretativos (y se comparte por lo menos algo del fanatismo del autor), es informativo y cumple con su principal objetivo, que es simplemente una exhortación a escuchar una vez más ese gran disco y redescubrir que sigue estando vivo y dando motivos para que alguien se siente a escribir un libro sobre él.
No bombardeen Barrio Norte
De Martín Zariello. Perro Andaluz Ediciones / La Edad de Oro, colección Vademécum, 2016. 174 páginas.