El lunes, la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU) emitió una declaración para expresar su consternación frente a la “creciente y ya desmesurada extensión, en nuestro circuito de exhibición cinematográfica, de funciones con versiones dobladas de películas”. Explican que, durante la vigencia de las copias en fílmico, en Uruguay eran casi inexistentes las versiones dobladas, salvo en producciones destinadas al público infantil. Por eso, para los críticos, “la proliferación de versiones dobladas de películas destinadas a un público mayor de diez años no obedeció inicialmente a una demanda del mercado, sino simplemente a la aceptación pasiva de una política diseñada por los distribuidores internacionales en función de un mercado latinoamericano genérico (es decir, países que, en comparación con Uruguay, tienen mucho menor tasa de alfabetización e inferior calidad educativa)”. La creciente ausencia de la opción de ver una película subtitulada, en un país que, tradicionalmente, respetó el idioma original, parece depender de la ubicación geográfica de las salas, al menos en la política que llevan adelante los shopping: en el Costa Urbana y el Nuevo Centro, los films subtitulados son casi inexistentes, mientras que en Portones, Montevideo Shopping y Punta Carretas su proporción es notoriamente mayor, aunque algunas producciones sólo se puedan ver con subtítulos en horarios posteriores a las 22.00.

Muchos advierten que la voz de un actor no es un elemento superficial en la construcción de un personaje, sino parte fundamental de ella, en lo que tiene que ver con el conjunto de entonaciones, pausas, matices y registros lingüísticos que entran en juego. En ese sentido, uno de los maestros del cine francés, Robert Bresson, en sus Notas sobre el cinematógrafo (1975), exigía que el sonido respondiera a cierto realismo, y por eso, en “Barbarie ingenua del doblaje”, definió este como “voces sin realidad, no conformes con el movimiento de los labios. Contra el ritmo de los pulmones y del corazón. Que se han equivocado de boca”. Para algunos, el doblaje analfabetiza e impide acercarse a nuevos idiomas y culturas, y para otros los subtítulos sólo distraen al espectador. Como muchas veces se sugiere, si bien el subtitulado también puede tergiversar el contenido, en ese caso el espectador que más o menos acceda al idioma original podrá advertirlo.

Álvaro Caso, director de ENEC (la distribuidora que ofrece más alternativas a las ofertas de las grandes productoras de Estados Unidos o majors, apostando por cine estadounidense independiente, europeo y algunos estrenos latinoamericanos) y socio de Life Cinemas, se pregunta si es el público el que demanda el doblaje, o si los distribuidores fueron los que marcaron la tendencia y acostumbraron al público. “¿Las majors generan tendencia al doblaje o responden a la expectativa del público? Lo cierto es que hay complejos de cines que solicitan que las películas populares tengan una versión doblada. Nosotros, como distribuidora, estamos dedicados al cine segmentado [para determinados sectores], y ese público de ninguna manera toleraría el doblaje. Creo que el tema es si lo hago porque me lo piden o si estoy formando tendencia”, comentó, aunque admitió que hay también “un segmento de la sociedad que no mantiene una práctica habitual de lectura”, y que eso en algunas ocasiones se convierte en un obstáculo.

También señaló que la explotación inmediata y violenta de las obras genera que los tiempos se acoten. “Antes del VHS, cuando comprábamos una película para cine, al tiempo estaba la posibilidad de venderla para la televisión. Entonces, nos hacíamos también del doblaje. Después, a la explotación en cine y televisión se sumó la explotación en el formato de video, para alquiler o venta. Y después los tiempos comenzaron a acortarse. Ahora tenemos una situación en la que prácticamente todos los derechos se encuentran uno al lado del otro: cine, video on demand –comprás la película antes de verla–, video on demand por suscripción –como el modelo de Netflix o Amazon–. Claramente ha cambiado el paradigma del negocio. Ahora también tenés la posibilidad de acceder a materiales doblados, porque lo hacen todo en un paquete, cuando antes lo hacían sólo para cuando iba a la televisión. Las majors tratan de centralizar todo por una cuestión de costos, y por eso arman todas las versiones juntas. Esto genera que los independientes nos integremos a grupos de compras, o a gente que adquiere derechos para Latinoamérica y realiza sus operaciones con el mismo modelo”.

Asimismo, Caso destacó que la tradición en Uruguay es muy distinta, por ejemplo, de la española, donde el doblaje, que desde los años 30 fue una fuente de trabajo para actores locales, pasó a ser obligatorio a partir de 1941, durante la dictadura de Francisco Franco, que lo empleó también para cambiar diálogos que le parecían inconvenientes. El director de ENEC recuerda haber visto Casablanca (Michael Curtiz, 1942) con Humphrey Bogart hablando con entonación gallega, y que “fue muy difícil. Si ves hablando en alemán a algún actor al que le conocés la voz, también es traumático. Por algo en España, ahora, los cines que exhiben la versión original tienen mucho éxito”. Sin embargo, reconoció que el público de las salas de algunos shoppings no sólo prefiere el doblado, sino que este incluso determina una programación muy distinta de las de las salas Alfabeta o Life Cinemas 21 (ex Casablanca).

Por su parte, Francisco Armas, director ejecutivo de Movie, cree que hay una tendencia clara, y no sólo en Uruguay, a ver películas dobladas. “Esto va muy unido al nivel sociocultural, y creo que el manifiesto de la ACCU apunta a eso. De hecho, cada vez más jóvenes te reclaman películas dobladas, y la oferta se va acompasando a la demanda. De todos modos, creo que en el comunicado se exagera un poco acerca de la poca oferta de subtitulado, porque si bien es claramente menor que antes, sigue habiendo una oferta importante de películas con subtítulos, aunque eso depende de la sala, porque cada shopping tiene su perfil de público. En Nuevocentro y Costa Urbana se proyectan dobladas la mayoría de las películas, y en el Movie de Punta Carretas casi todas son subtituladas; lo mismo sucede en las funciones de las 22.00 –y varias de las 20.00– de Montevideo Shopping, y en Portones conviven las dos, dependiendo del horario. Pero claramente hay una tendencia y nosotros no podemos dejar de ver lo que pide el mercado”, aseveró.

Armas considera que se trata de un fenómeno creciente en los últimos dos años, y cree que, lejos de revertirse, esto “lamentablemente se va acentuando cada vez más”. Él preferiría que no fuera así, dice, porque en lo personal prefiere el subtitulado: “Me acostumbré de chico a ver de ese modo, y me gusta escuchar el idioma original. Pero no se puede decir que uno es mejor que otro. Hay cinéfilos que dicen que el subtitulado te distrae, mientras que el doblaje te permite concentrarte en lo que muestra la película, e incluso hay países del primer mundo como Italia, España y Alemania que doblan todos sus estrenos. Hay que cuidarse de calificar esto, se trata de reconocer lo que está pasando. Creo que lo no grato de esta situación es que responde a que los jóvenes les da pereza la lectura”. En la misma línea, alega que se intenta interpretar la demanda del público y, “por una cuestión comercial, lo que vende”, pero que también le interesa que la programación abarque a “todo el público, e incluso a personas con capacidades diferentes. Ahí el subtitulado requiere otro análisis, porque en lo que tiene que ver con la accesibilidad siempre estamos abiertos”, asegura.

Otros cines

Consultado sobre esta situación, el director del Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay, Martín Papich, dijo que en verdad este no es un tema que ese organismo tenga en agenda, ya que en la actualidad está abocado fundamentalmente a promover la circulación de contenidos nacionales en el interior y el vínculo de la producción con el público. “Tengo una opinión personal sobre el tema –comentó–, porque está bueno que las películas mantengan en todos sus términos la propuesta originaria. Más allá de otras consideraciones, que tienen que ver con un público que también se ve beneficiado en función de alguna dificultad física o auditiva para acceder a ese contenido, como la comunidad sorda y de menor audición. Por otro lado, el espectáculo cinematográfico es masivo, o pretende serlo; por lo tanto, también está presente la necesidad de captar mayores públicos, y eso tiene que ver con el asunto. Lo vemos con atención, y esta es nuestra postura sobre el tema, pero hay una cuestión principal que está por encima de todo esto, que tiene que ver con cómo se desarrolla esta actividad en nuestro país y en otros territorios. Esa situación está dentro de un escenario de desregulación: no hay regulación al respecto. ¿La opción entre subtitulado y doblaje es el único tema a tener en cuenta para pasar de la desregulación a otro escenario? Me hago esa pregunta, porque creo que es un tema mucho más complejo”.

El presidente de ACCU, Guilherme de Alencar Pinto, explicó que el motivo de la declaración es el crecimiento del doblaje, que hace un tiempo podía causar alguna molestia ocasional en algún cine, mientras que en la actualidad algunas películas sólo se estrenan dobladas, y en otros casos, con una sola función subtitulada, en horario de trasnoche. Esa nueva realidad “afecta muchísimo a los críticos”, afirmó, porque “es totalmente irresponsable comentar una película cuando en verdad no la vimos exactamente del modo en que fue realizada. El doblaje es una reinterpretación, una modificación, incluso es como si fuera un remix: es como si yo, en vez de comentar un disco, comentara el remix de ese disco. Por eso los críticos estamos desesperados por acceder a la película original. Y nadie está diciendo que se deben prohibir las películas dobladas, la cuestión es poder contar con otras opciones”.

Hace unos años, el argentino Juan Sasturain ofreció una buena anécdota sobre la larga tradición del doblaje, cuando contó que en España, al morir Marlon Brando, se escribió una nota en la que “se destacaba –con justicia– lo extraordinario de su voz, inolvidable para los espectadores españoles. Seguramente lo era: el problema es que no era la de Brando sino la del laborioso actor que lo dobló –supongo– desde Nido de ratas a El Padrino y Apocalipsis Now”.