Cuenta Luis Bravo, en un artículo sobre el diario adolescente de Ibero Gutiérrez, que en la portada del segundo tomo aparecen tres imágenes. Escribe el diarista y cita el crítico: “He colocado en el comienzo de este libro tres fotos, de teatro, plástica y cine respectivamente. Respecto a la primera, como dice en la foto, es acerca de la obra teatral El asesino sin sueldo, de Ionesco. Está dirigida por Sergio Otermin y tiene grandes y experimentadas personas en cuanto a actores y escenografistas [sic]. Esta es una obra de vanguardia (como todas las de Ionesco) que junto con muchas otras por el estilo, ofrecen nuestras salas teatrales”. La contundente afirmación deja la pregunta: ¿qué obras “por el estilo” ofrecían, a juicio de Gutiérrez, las salas teatrales a fines de los 50 y durante los 60, años de formación del joven poeta?
Carlos Rehermann ha notado que, aunque Brecht fue el autor de posguerra más representado en el país, la primera de sus obras que se puso en escena en Uruguay (La ópera de tres centavos) se estrenó tres semanas después que la primera de Ionesco. De este modo, se puede constatar, por ejemplo, que en 1957 el Taller del Teatro presentó, en programa doble, La lección (1950) y Las sillas (1952), del dramaturgo rumano, mientras que en 1958 el grupo La Farsa puso en escena su debut, La cantante calva (1950). En 1961 la compañía francesa de Madeleine Renaud y Jean-Louis Barrault estrenó, en su idioma original, El rinoceronte (1959), que sería puesta en escena, ya en nuestro idioma, por la Comedia Nacional al año siguiente (debido a su éxito, la obra se repuso en 1963); también en 1962 se estrenó La improvisación del alma (1955) en el Solís, por un elenco francés; en 1964, por la Comedia Nacional, El rey muere (1962); y en 1965, El asesino sin sueldo (1958), todas de Ionesco.
De 1961, por otra parte, fue el estreno de El encargado (1959), de Pinter, en el Nuevo Circular, y de 1964 el de Noche de fiesta (1959), en la sala Verdi. También en 1961, la compañía teatral de Alfredo de la Peña había presentado Esperando a Godot (1952), de Beckett. Del irlandés se estrenarían también Final de partida (1957) y La última cinta magnética (1958), ambas en 1962 y en el Nuevo Circular; Días felices (1961), por el elenco del Teatro de la Ciudad de Montevideo (1963) y, en su idioma original, bajo la dirección de Roy Rich en el Solís en 1965; por su parte, el grupo Teatro Uno volverá a producir La última cinta... en 1964 junto a Acto sin palabras (1956), y también pondrá en escena Las criadas (1947), de Genet.
De aquella época son las puestas de obras de otros autores cercanos al absurdo, como René de Obaldía (El sátiro, de 1963, fue estrenada en Montevideo al año siguiente), y de algunos considerados como precursores, como el alemán Christian Dietrich Grabbe (1801-1836) y el surrealista francés Roger Vitrac (1899-1952). Dramas de Albee como El cuento del zoológico (1958) o El sueño americano (1961) se representaron en el Odeón en 1963 y en El Galpón en 1964, respectivamente.
A esto habría que sumarle las obras uruguayas cercanas al absurdo y la ruptura con el realismo tradicional, como las de Jorge Bruno (El cuarto de Anatol es de 1956), Luis Novas Terra (M.M.Q.H. es de 1958), Hugo Bolón (Water 2000 se puso en escena en 1966) y Jorge Blanco (La araña y la mosca fue estrenada en 1962), y, sobre todo, el trabajo sostenido y renovador del grupo Teatro Uno, fundado en 1963 por Alberto Restuccia, Luis Cerminara, Graciela Figueroa y Jorge Freccero, que en 1964, por mencionar un solo espectáculo, presentó El infierno, programa traducido y adaptado por Restuccia, que incluía fragmentos de Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud, Un diario del infierno (Pesa-nervios), de Antonin Artaud, y de un trabajo abandonado de Beckett.