Este libro de Regina Ramos (San José de Mayo, 1992) tiene una personalidad llamativa y –pese a ser el primero editado de su autora– camina con la actitud de quien sale a la calle calzando sus mejores Converse, por si hay que ir a algún toque medio under o a recitar poesía en un slam. Ante la juventud de esta poeta, uno podría esperar alusiones a las redes sociales y otras tecnologías, o a desencuentros amorosos. Nada sería más prejuicioso y equivocado, porque una de las dimensiones de lo out en los textos de Ramos es estar “desconectada” de lo que ocurre a su alrededor, para cultivar y conquistar un territorio propio. Como irse a un lugar tranquilo para escribir y volver con el portafolio lleno de cosas. Sólo que ella nunca se fue, sino que recién ha llegado.

Entonces, no debe malentenderse la noción de “estar por fuera”, de venir desde otro lugar: no se trata de estar aislado, sino de trabajar conscientemente en una zona alternativa, ecualizando las vivencias a otro ritmo, acoplándose a una tradición literaria rara o “maldita” que sin duda ha dejado una huella firme en nuestras letras, desde un Julio (Herrera y Reissig) a otro Julio (Inverso) y contando. La poesía de Ramos tiene un trasfondo auditivo muy interesante: hay ruidaje, goce, oscuridad y, a la vez, ese colchón espectral se combina muy bien con el tono claro y hondo de su voz lírica (si la escuchan leer alguna vez, se darán cuenta), que navega sobre el libro de una manera muy cuidada, intensa y deliberadamente unplugged, lo que permite al lector no sólo escuchar el soporte instrumental de sus textos, sino también concentrarse en las letras.

El poemario cuenta con tres secciones (23 textos en total, de ahí el título): la primera se llama “Origen” y marca la doble procedencia de la otredad; por un lado, geográfica (el campo, la naturaleza, San José) y, por otro, estética, debido a los materiales sensibles que componen la matriz vivencial de la poeta, a medida que recorre y apre(he)nde los caminos de su escritura. Las canciones, mediante epígrafes o intertextualidades, sitúan al lector en una ruta: The Ramones, Jimi Hendrix y Allen Ginsberg colaboran dentro y fuera del discurso, iluminando la búsqueda con una lámpara incandescente: “hoy la misión visceral de un poeta / es encontrar su propia alma”. O bien fortalecen las raíces de una identidad poética que se reconoce en un lugar del que no necesita correrse, sino al cual, por el contrario, se aferra con cierto orgullo: “Tengo el magnetismo del campo estampado en la remera. / Aro cuando taconeo la hoja que va rumiando”.

En la segunda sección, “Uno”, es aun más claro el archivo sensible, que se adscribe a la estética contracultural punkie, sin aquella dosis de protesta pero con el mismo desencanto, la misma incertidumbre y una madurez lúcida: “un motivo que dicen es certeza / un destino que es de un color que todavía no distingo”. Aquí la banda sonora se nutre de Sumo, Trotsky Vengarán y Sex Pistols (con la presencia de Sid Vicious, acróbata del abismo), que la poeta explicita habitando, desde el más allá, “un cuartucho donde aceptar la decadencia / donde renovar la noche en un verso”.

En la última parte, “Trabajo”, se desglosa la constelación del resto de los ascendentes: Arthur Rimbaud, Pink Floyd y Luca Prodan proclaman el empoderamiento de la escritura, el uso pleno de las herramientas del lenguaje, su poder cognitivo y las implicancias del ser al realizar esa tarea fundamentalmente espiritual: “la verdad es la elección / un instante / uno”.

Esto es apenas un ingreso a la lectura. Queda en el debe el análisis de muchos elementos, principalmente los relacionados con una veta oral/folclórica/campera (no es casual que el trovero Wenceslao Varela –1908-1997–, coterráneo de la autora, nos dé la bienvenida al comienzo). Un acercamiento que contemple la sinergia entre ambas vetas permitirá extraer de los textos otras encrucijadas y otros niveles de introspección. Por fortuna, esto es posible en la lectura de 23 veces out. Su notoria riqueza poética no se encandila ante los brillos de la iniciación.

23 veces out, de Regina Ramos. Yaugurú, 2017. 64 páginas.