En otros tiempos, los aficionados uruguayos a la ciencia ficción y la fantasía debían recurrir al método de ensayo y error, explorando lo que llegaba de editoriales relativamente confiables y, en el peor de los casos, restituyendo volúmenes al mercado de canje. De ese modo, en la segunda mitad de los años 80, se pudo acceder a los tres primeros libros de la Saga del exilio en el Plioceno, de la estadounidense Julian May, publicada por Ultramar: La tierra multicolor, El torque de oro y El rey nonato, y hubo que esperar años para leer el cuarto, El adversario, o para saber que había más entregas, ubicadas antes o después según se mire (porque la historia incluye viajes en el tiempo): La intervención (tres tomos en español, titulados La vigilancia, La revelación y El metaconcierto) y, en inglés, Jack the Bodiless, Diamond Mask y Magnificat.
No es fácil resumir en poco espacio la trama, que combina razas extraterrestres, poderes mentales, aventuras épicas separadas por millones de años, conspiraciones, referencias mitológicas celtas y de otros orígenes, asesinatos misteriosos, revelaciones inesperadas y cuestiones filosóficas emparentadas con la obra de Teilhard de Chardin. Además, la trama es sólo parte del encanto, que reside también en un estilo narrativo que maneja con solvencia desde lo gracioso a lo sórdido, y –sobre todo– en por lo menos una docena de personajes fascinantes.
May, autora de cerca de 300 libros –muchos de ellos con seudónimos–, nació en Chicago, y su vínculo con la ciencia ficción comenzó en la adolescencia, como editora de fanzines. A los 22 años se alejó durante más de dos décadas del género (y escribió hasta una biografía de Pelé), hasta que comenzó en 1981 los libros mencionados, que fueron su mayor logro. Se habló varias veces de adaptarlos a la televisión, y el agente de May informó que ella estaba trabajando en eso para un productor cuando murió.