A pesar de que del universo del manga –historieta japonesa– se conoce sobre todo lo más comercial y adolescente, es tan grande que encierra todo tipo de joyas. Una de ellas es El perro enamorado de las estrellas, de Takashi Murakami, un mangaka –autor– que no tiene relación con el artista plástico millonario que lleva el mismo nombre (y tampoco, ya que estamos, con el escritor Haruki Murakami, eterno candidato al Nobel; ni con Jimmy Murakami –1933-2014–, director en 1986 de la brillante y tristísima película de animación Cuando sopla el viento). Esta edición, vale aclararlo, respeta el sentido de la lectura oriental, como se hace muchas veces en las traducciones de manga, es decir, que se debe ir de atrás hacia adelante, leyendo de derecha a izquierda.

De hecho, este libro, que se compone en realidad de cinco historias finamente interconectadas, no podría estar más lejos de la estridencia pop del trabajo del Murakami que es artista plástico. La primera de ellas es la que le da título al volumen, y que se explica con un epígrafe que el autor pone en la primera página: “La imagen del perro que observa las estrellas como si quisiera alcanzarlas es la metáfora de quienes anhelan lo imposible”.

Es una historia triste, pero no depresiva, que comienza con el hallazgo de un automóvil abandonado en medio de un campo de margaritas. En su interior hay dos cadáveres, de un hombre y un perro. La voz que relata la historia es la de ese perro, cuyo nombre es Happy.

Como si pintara la historia con pequeñas pinceladas, el autor hace que Happy hable lo justo y de forma más canina que humana. Usa muy seguido la expresión “Dueño mío”, que parece una interpretación propiamente japonesa de la forma en que un perro considera al humano que lo adopta. En esta primera historia, quien adopta a Happy es “El señor”, el padre en una familia cuyos vínculos son relatados desde el punto de vista del perro. Sin demasiadas explicaciones para el lector, la esposa de ese hombre le pide el divorcio y lo expulsa de la casa. Él, que parece no tener apego por lo material, emprende entonces un viaje en auto con Happy. El final de esa primera historia se conoce desde la segunda página, y su desarrollo es lo que Murakami nos cuenta.

De todos modos, el final del libro no se puede anticipar hasta la última página, cuando todas las historias se han interconectado. Algunos cruces son casuales o menores, mientras que otros resultan más importantes, porque cambian el sentido de las vidas de algunos personajes. Por el camino puede haber melancolía y hasta algo de tristeza en la sucesión de personajes solitarios y de sus relaciones con perros (este es el eje), pero el mangaka le da a todo un tono de aceptación y naturalidad que convierte la pena en belleza.

Donde un autor occidental se apoyaría en el drama verborrágico, en la exploración psicológica o en las piruetas narrativas, Murakami apuesta a la sencillez y a la economía de palabras. En esa economía siempre hay espacio para golpes bajos a la sensibilidad. En cierta parte, un perro se debate entre la vida y la muerte y su dueña exclama: “¡No te ha pasado nada bueno todavía! ¡No te puedes morir!” Y el perro piensa: “Nada de eso, abuelita. He sido muy feliz contigo”. Eso, que parece melodrama, encierra también una postura ante la vida, porque Murakami dibuja al animal con un gesto relajado, a pesar de que está en coma, y le hace expresar que está en paz con lo poco que ha vivido.

Eso corre por detrás, ya que no se trata de un libro de filosofía oriental, sino de un manga, en la tradición de un arte que se caracteriza por su gran fluidez en la narrativa visual. Por eso, los tres centenares de páginas del libro se pueden leer de un tirón, atravesando a todos los personajes y situaciones hasta llegar a un final satisfactorio y naturalista. Al incluir episodios como nacimientos, muertes y otros acontecimientos relevantes para los personajes, Murakami se las arregla para dejarnos la impresión de que sintetizó vidas enteras por medio de la simplicidad de la mirada de varios perros.

El epígrafe inicial mencionado antes habla más, en realidad, de lo que una imagen representa que de las historias incluidas en el libro. Además de los perros y de aquel hombre expulsado de su casa, los protagonistas son un niño descuidado por su madre, un abuelo enfermo, una veterana solitaria y una adolescente rebelde. Ninguno de ellos sueña con lo imposible. Pero la compañía de los animales le da a cada uno algo distinto, que en la relación entre humanos parecía imposible.

El perro enamorado de las estrellas, de Takashi Murakami. Ponent Mon, España, 2016. 302 páginas.