Alejandro González Iñárritu debutó con Amores perros, un film que batió récords de recaudación en México y arrasó con premios en múltiples festivales, incluyendo al de Cannes. Luego logró, entre otras distinciones, dos Oscar consecutivos al mejor director, por Birdman (2014) y El renacido (2015), y sigue acumulando premios: el viernes la academia de Hollywood anunció que recibirá un Oscar especial por Carne y arena, su obra de realidad virtual sobre la inmigración. Se trata de una instalación en la que el espectador, utilizando unos lentes de realidad virtual, se traslada al desierto de Sonora y comparte el complejo drama de unos indocumentados en el intento de ingresar a Estados Unidos, al tiempo que los agentes de inmigración tratan de detenerlos.
El director admitió en sus comienzos: “Soy autodidacta, aprendí a hacer cine viendo cine: [Martin] Scorsese, [Francis Ford] Coppola, [John] Cassave-tes, [Jim] Jarmusch, Wong Kar Wai, Lars von Trier, Peter Weir... y no soy un director de probeta, de escuela de cine, donde si te toca un mal maestro puedes salir lleno de vicios”. En la edición de este año de Cannes presentó este trabajo, basado en testimonios de inmigrantes irregulares. Según un periodista de El País de Madrid que lo vio en México, lo más impactante “son los cientos de zapatos que hay desperdigados [...]. Tras las detenciones en el desierto, los agentes de la patrulla fronteriza obligan a los migrantes a quitarse el calzado. Iñárritu ha decidido arrancar la experiencia subrayando esta vulnerabilidad”, y por eso incluyó championes de adultos y sandalias de mujeres, pero “más dramáticas resultan las pequeñas zapatillas de niños decoradas con personajes de caricaturas. También hay mochilas que fueron halladas en el desierto por activistas estadounidenses que recopilaron durante años objetos perdidos por migrantes” en un territorio que ha sido escenario de miles de muertes.