En estos días se conmemoran en Brasil 80 años de la quema, en una plaza de Salvador, de más de 1.800 libros considerados promotores del comunismo, requisados en la ciudad por la entonces flamante dictadura de Getúlio Vargas. La gran mayoría eran obras del escritor bahiano Jorge Amado, que tenía 25 años, y había 808 ejemplares de su sexta novela, Capitanes de la arena. Vargas había agitado, como excusa para su golpe de Estado, un falso plan del Partido Comunista Brasileño para tomar el poder.

Capitanes de la arena es hoy un clásico de la literatura brasileña, con tanta vigencia como el drama social que retrató: la extrema pobreza que lleva a muchos niños a vivir a la intemperie y sin familiares que se ocupen de ellos. El desafío que aún plantea el libro es el registro de la humanidad entrañable de sus protagonistas, presentados ayer y hoy por los medios de comunicación sólo como criminales desalmados.