Mientras afuera cae la lluvia, adentro del Monteverde, en Rivera y Arenal Grande, llueven las anécdotas del bajista Daniel Jacques. Con un whisky de por medio, una salida para fumar y una entrevista que de a poco se fue transformando en una charla de bar, contó el surgimiento de Ahora y entonces -su primer disco solista, que adelantará hoy a las 23.30 en el bar Inmigrantes (Paullier y Guaná) junto a Diego Azar y Juan Carlos Ferreira-, recordó cómo fue tocar con Eduardo Mateo, habló sobre su larga experiencia en Los Terapeutas y cuestionó la falta de búsqueda musical en la actualidad.
–En una entrevista planteaste que el amiguismo político impide que el músico crezca. ¿Seguís pensando eso?
–Sí, claro. No digo que todo el mundo sea así, pero en gran medida sí. Con las radios pasa también, porque las multinacionales ponen guita para que pasen determinada música. A muchos políticos les sirve más que una persona escuche música fea y que no tenga que pensar, porque así esa persona es más fácil de manejar. Cuando todo el día te bombardean con basura, no tenés oportunidad de elegir otra cosa, y no te hablo sólo de rock, porque la música buena es de cualquier estudio. Si te bombardean todo el día con un tipo de música, podés ser curioso, pero es difícil salir. Por eso no culpo a la gente. Hace un tiempo que tenemos un problema de difusión radial y televisiva.
–Vi que el primer tema, “No voy a estar”, lo hiciste cuando pensabas que habían terminado el disco. ¿Cómo fue?
–En la mañana terminamos el disco con Guillermo Berta, el productor de Los Terapeutas, y esa misma tarde me sale un tema. Trataba de frenarlo, pero no pude, entonces llegué a casa y lo terminé de noche. Las canciones no las podés guardar; si lo hacés, es como un cáncer que te queda adentro. Suele hacer daño guardar las cosas: no sólo las canciones, también los sentimientos. En este país ese silencio pasa mucho, pero no te conduce a nada y te angustia.
–Hablando de ese silencio, ¿considerás que a la música actual le está faltando crítica social?
–Es un tema difícil, pero estoy de acuerdo contigo, me parece que no hay crítica social. Además, creo que tampoco hay mucha búsqueda musical. Sé que es difícil crear algo totalmente nuevo, pero siento que se usan muchas recetas al momento de hacer música. El problema es que buscan que todo se repita, como los hippies y los punks. Ya no va el punk is not dead, hay que decir punk is dead: no se puede volver a lo mismo. No se van a repetir los Beatles, ni los Sex Pistols. Está todo bien si querés recrear algo, pero Woodstock fue en 1969, no lo que quisieron hacer después. Está bárbaro que se haga el Montevideo Rock, pero no es lo mismo que en aquella época.
–En “No voy a estar” cantás: “A nadie voy a contar / ni tampoco publicar / nuestras historias en una red social”. ¿Pensás que la vida está demasiado ligada a lo que se muestra en redes?
–Sin duda. Lamentablemente, he visto a músicos amigos que salen a escribir cosas privadas en Facebook, y no puedo creer que gente grande haga eso público. Hay otras cosas más importantes, como sentirse herido por el ninguneo. Acá, cuando se habla del porcentaje de suicidios, la mayoría de los estudios dice que son por amor u otras cosas, pero no se habla de los suicidios por ninguneo, que radican en la sociedad. Siendo una persona que todavía tiene cosas para ofrecer, a veces te ningunean.
–¿Como músico te has sentido ninguneado?
–No, pero es lo que pasa hoy en día.
–A finales de los 80 tocaste con Eduardo Mateo. ¿Creés que a él sí lo ningunearon?
–Sí, pero además era una época durísima. Igual pienso que si él lo hubiera buscado, habría podido trabajar; fue una decisión personal, pero merecía mucho más que eso. Después de que murió todos lo empezaron a admirar.
–Ahora se buscan sus discos a lo loco, pero cuando salió el último, La mosca (1989) sólo vendió 400 copias.
–Mirá, ese disco lo tocamos en vivo con Mateo al final de su vida. Era un espectáculo a medias en un boliche que se llamaba La Tramoya. Tocábamos la primera mitad Los Terapeutas y la otra mitad con él, y hacíamos temas de La mosca.
–¿Cómo llegaron a tocar con él?
–Lo teníamos de la vuelta, ya nos conocíamos. Cuando estaba por grabar La mosca yo estaba ocupadísimo: en Los Terapeutas, en un grupo de música instrumental que se llamaba Zafhfaroni, con el Choncho [Jorge] Lazaroff... y le tuve que decir que no a Mateo. Con todo el dolor le tuve que decir que no, porque no podés estar en muchos lados a la vez, termina sonando todo igual. Después hicimos una joda que se le ocurrió al dueño de La Tramoya y de ahí salió todo, pero lamentablemente duró poco tiempo: cinco o seis meses. En esa época Mateo estaba enfocado, trabajaba más, tenía una novia estable y era el primero que llegaba a los ensayos. La mayoría de las veces te hablaba y sabías por dónde tenías que ir. No te voy a mentir, he sido un tipo muy afortunado. De repente hay tipos que tocan mucho mejor que yo y no tuvieron la suerte de tocar con gente tan grosa.
–¿Se habían enterado de que estaba enfermo [Mateo murió de cáncer poco después, el 16 de mayo de 1990]?
–No, en realidad nos empezamos a dar cuenta porque se cansaba cada vez más seguido. Después, un amigo en común de la banda lo llevó al médico para que se hiciera revisar y, bueno, ya conocés el final de la historia. Pero él no murió solo; hay gente que dice que murió solo para vender notas, pero murió acompañado por mucha gente. Fue una pena, porque supuestamente íbamos a grabar un disco juntos, había temas nuevos, pero bueno, no se dio. Mirá si es irónica la vida, que murió justo el día en que habíamos pensado tocar en el teatro Stella con él y con Fernando Cabrera.
–¿Por qué esperaste tanto para terminar este primer disco solista?
–Tuve un problema durante muchos años: al haber tenido la suerte de tocar con músicos que son tan grosos componiendo, como Mandrake [Alberto] Wolf o Juan Casanova, y ser amigo de Jaime Roos, me volví muy exigente. Cada vez que iba a hacer un tema, me parecía que ya estaba todo hecho. Llegó un momento en que estos amigos me dijeron: “Mirá, si querés hacer algo completamente original, no vas a llegar nunca a nada”. Después de eso, se liberó todo y la música salió de golpe.
–¿Cuándo arrancaste a grabarlo?
–A fines de 2013, en la casa de Berta, grabábamos en el tiempo que nos dejaba el laburo. El disco tiene invitados como Luciano Supervielle, Juan Casanova y Mandrake, pero también hay músicos más jóvenes. Hay gente que creyó que yo iba a hacer un disco instrumental a lo bajista virtuoso, pero son canciones. Siempre fui defensor de hacer canciones; primero las compuse con guitarra criolla, luego vino la letra, fui agregando cosas y ahora lo voy a mostrar. El trabajo está terminado desde hace un año y pico, pero se demoró la edición.
–¿Qué falta?
–Ya se mandó a hacer, está la tapa. Hice una pasada por varios sellos hasta que decidí editarlo de forma independiente. No te voy a contar ahora los intermedios de los sellos, no conmigo, sino también con gente conocida, que tiene que aceptar unos términos que no puede ser. No todos, pero hay grupos grandes que llevan mucha gente y han tenido problemas con sellos. Entonces, me parece mejor así, porque no me interesa ganar algo de guita y sé que el medio es chico, pero lo poco que quede va a ir de ganancia para mí.
–¿En qué elementos te centraste al momento de la composición?
–La búsqueda fue más que nada tímbrica, y yo soy muy ladilla con las letras, las cambio muchísimo. Cuando los del arte fueron a pasar las letras para imprimir, se dieron cuenta de que las había cambiado todas. Soy así, al haber tocado con gente que escribe tan bien, soy muy ladilla con respecto a la sintaxis, de repente escribo algo y después lo voy cambiando, hasta que finalmente me decido. Escribía canciones y las guardaba para alguno de los grupos en que estaba. Me decían: “¡Qué bueno, lo vamos a hacer!”, pero esperaba un año, dos, y no pasaba nada. Al final dije: “Ya está”; está todo bien, pero soy un tipo grande y no puedo esperar mucho. Finalmente, terminé el disco y estoy muy conforme. Espero que la gente que lo escuche, sea mucha o poca, lo disfrute. También quiero tocarlo por ahí en vivo, aunque sé que no es fácil porque lanzar un disco solista es como empezar de nuevo, pero ahí está lo bueno de los desafíos. Si no te los planteás, la vida puede ser frustrante.