Desde fines de 2015 una enfermedad minaba la salud de Amir Hamed. Casi no podía salir de su casa porque, desde entonces, sus fuerzas menguaron sin pausas. Pero no su voluntad, la de siempre, la que lo llevó a construir contra cualquier corriente una obra fundamental. Escritor, periodista, profesor universitario, animador cultural, músico, a lo largo de más de 30 años de actividad ininterrumpida estaba conquistando en las letras hispanoamericanas, por fin, el lugar central que le correspondía, por lo menos desde que publicó la novela Artigas Blues Band (1994). Luchó hasta el final sobreponiéndose a las mezquindades de este mundillo y a la brutal agresión que sufría su propio organismo. Hasta el último resto nunca dejó de escribir ni de pensar con independencia y lucidez, siempre expresó con una prosa restallante, única, provocativa y aguda (a veces hiriente), sus ideas sobre el mundo acerca del cual reflexionaba acudiendo a las más insospechadas fuentes antiguas. Como si hubiera sido provisto de una rara energía, durante 2016 escribió la novela Febrero 30, publicada a fines de ese año. Tal vez sea su obra maestra, tal vez la narración más notable de las últimas décadas aquí y en varias partes. Ahora, además, comprobamos lo que se podía sospechar sin mucho esfuerzo; de algún modo también es su testamento literario.

Si su narrativa obtuvo, de a poco, reconocimiento local –dentro de los habituales límites y prácticas– y un creciente eco internacional –con premios incluidos y la preparación de un volumen crítico colectivo acerca de su obra–, su labor como crítico y ensayista asomaba en revistas de gran prestigio, como la Revista Iberoamericana, de la Universidad de Pittsburgh, o Hispamérica, de la de Maryland. Pero Hamed no era un académico clásico ni, mucho menos, un scholar. Por eso nunca abdicó de su trabajo en medios de prensa locales y –junto a un grupo de amigos– fue pionero en la difusión de ensayos críticos en la web, mediante las columnas de Interrruptor y el sitio de H enciclopedia, en el que se recogen centenares de textos de los más notorios intelectuales y escritores contemporáneos de la región (www.henciclopedia.org.uy).

Fuera de estas actividades centrales, Hamed trabajó años en la elaboración de artículos para la Guía del Tercer Mundo (2000-2012), en la que tuvo a su cargo un amplio equipo y en cuyas pesquisas pudo conocer de primera mano, día tras día, las crudezas y los fulgores de esta tierra. Hace muchas décadas se desempeñó como docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (Udelar); luego, y hasta el final, enseñó e investigó en la universidad ORT. Fuera del país, una vez que obtuvo la licenciatura en Letras en la Udelar, estudio y trabajó en la Northwestern University, donde obtuvo una maestría (1987) y un doctorado (1991) en el área de Literatura Latinoamericana, con fuerte énfasis en los problemas de teoría literaria. Nunca publicó su tesis, síntoma de que sus horizontes se habían ampliado.

En 1996, luego de años de una rutinaria repetición de ideas y valores, dio a conocer la antología poética Orientales, con un extenso estudio preliminar en el que pugnó por un cambio de paradigmas que, a la larga, terminó imponiéndose. En 2010, cuando reeditó ese volumen con algunos cambios, sus ideas se habían hecho patrimonio corriente o mayormente aceptado. En forma paralela, y mientras estaba en apogeo la mal o bien llamada “nueva novela histórica”, publicó dos extensos relatos –el citado Artigas Blues Band y el no menos extraordinario Troya blanda (1996)– extensos, barrocos, que dejaron al desnudo las rigideces de una opción que, pronto, había esclerosado sus fórmulas. La desbordante imaginación de Hamed, su escritura compleja y seductora, lo llevaron por caminos nuevos en este tipo de discurso, y luego lo impulsaron a profundizar otras experiencias de ruptura.

Como toda auténtica literatura, su obra narrativa llegó para remover lo establecido. Sus ensayos, así como los que podrían llamarse textos de intervención en el campo de la cultura y la vida social, lo han ubicado como una voz clave al menos del siglo XXI uruguayo. Desde 2014 publicó tres pequeños libros, primorosamente diseñados, que no han alcanzado aún el eco merecido, seguramente porque su agudeza se desvía del perezoso andarivel de las formas habituales de percibir la realidad. Se trata de Ella sí (2014), ensayo sobre la lengua que parte del tratado de Dante sobre la lengua vulgar, hace un recorrido inverso y, luego, proyecta el problema hacia el presente; Encantado (2014), que se centra en el problema de narrar atendiendo los relatos del Lejano Oriente, los cuentos de hadas y algunos textos modernos; y, finalmente, M (2015), ensayo sobre la escritura a partir de un examen del alfabeto semítico. Pocos o ninguno, entre nosotros, pudo alcanzar tal cota de sofisticada reflexividad. Esa fue su última partida. Ahora que Amir Hamed no está, quizá sea hora de empezar a darse cuenta.