Ejemplo de banda independiente y compleja, capaz de combinar el fluir de la milonga y la angularidad del after punk, Acorazado Potemkin es una suerte de supergrupo formado por músicos del rock argentino de los años 90. Provenientes de bandas como Pequeña Orquesta Reincidentes, Valle de Muñecas y Los Visitantes, Juan Pablo Fernández (guitarra y voz), Luciano Esain (batería) y Federico Ghazarossian (bajo) no apostaron a la nostalgia de sus antiguas formaciones, sino a una producción renovada, de particular energía y una gran elaboración musical y poética. Visitantes con cierta frecuencia –y culto de seguidores– en Montevideo, presentarán este sábado en Bluzz Live su flamante tercer disco, el sorprendente y emotivo Labios del río, acompañados por la notable cantautora Flopa. Conversamos con Fernández sobre esta nueva obra y sobre seguir, convulsivos e independientes, después de los 40 y por fuera de los circuitos masivos.
–¿Qué me podés decir del nombre de Labios del río y su inspiración guaraní? No es muy frecuente escuchar o leer a rockeros argentinos hablando sobre esas latitudes...
–Una vez me dijeron que yrembe’i era la palabra guaraní para decir “orilla”, pero que en realidad quería decir “labios del río”, y me pareció una imagen hermosa para definir algo que todos nombramos con otras palabras. Cuando empecé a escribir la letra de “Santo Tomé” quise contar una situación de una noche en ese pueblo de Corrientes, sobre el río Uruguay, en la triple frontera entre Brasil, Argentina y Uruguay. Una vez que pasé por ahí, dormí junto a las barrancas del río y escuchaba escopetazos por todos lados. Allí se vive muy mezclado y todos hablan guaraní, como una clave o un secreto a voces, y me pareció que tenía una forma de nombrar las cosas, como bautizándolas. Entonces, con esa idea de labios de río, un amor fantasma, una sábana blanca escondida, ojos rojos, balazos y cuentas pendientes con Prefectura... me pareció que había poesía en esa vida de frontera.
–Es un disco musicalmente más intrincado y complejo que los anteriores, pero buena parte se grabó en vivo.
–Capaz que somos vivamente intrincados... De hecho, llevó mucho tiempo de ensayo, hay temas con muchas partes en los que trabajamos mucho las transiciones y llevó mucho tiempo naturalizarlas para que tengan dinámica interpretativa. Tuvo muchísimo ensayo y una preproducción, así que las grabamos en vivo pero muy concentrados y escuchándonos mucho.
–Se le nota mucho trabajo estructural. Me pareció una obra ambiciosa, como consciente de estar haciendo una declaración ético-artística.
–Siento que no hay nada inocente en este disco; puede haber letras mejores y peores, pero todo está puesto en su lugar y lo sostenemos. Quizá lo íntimo y privado, atravesado por ese ideal de nosotros que es la película El acorazado Potemkin, tiene una vuelta de tuerca que le da una carga. Siempre escribimos sobre cosas personales, pero también aparece lo social, lo de al lado, la ciudad, el que golpea en la sala de ensayo y te interrumpe.
–Es interesante, en “Santo Tomé”, el rescate de la palabra “Prefectura”.
–Tiene algo de mostrar el abuso naturalizado de las fuerzas de seguridad en las ciudades y pueblos chicos. Acá en capital está más disimulado, y Corrientes está muy militarizado, pero es una palabra fuerte y mezclada con curepa [“piel de chancho”], que es como nos dicen los paraguayos despectivamente; pero [en la canción] está dicho amorosamente en secreto por una mujer. Tiene que ver con eso, con quién te nombra.
–Vos y la banda hacen mucho énfasis en el carácter independiente del grupo, pero Labios de río no suena a disco casero independiente o de manufactura simple, tiene una producción sonora mayor que los previos. ¿Cómo trasladan eso al vivo?
–Para mí, la independencia es tratar de poner tiempos propios, discutir las reglas del juego; una independencia de puertas para adentro de la sala de ensayo, no tanto un sonido indie o de garaje. Es tratar de generar universos propios, ramas del pensamiento. Eso que nos decías de hablar en guaraní, que no sea habitual, quizá indica que la banda encuentra temas propios para contar, y eso le da una identidad. El disco tuvo mucha labor de producción; fue el más caro, y en el que más días pasamos grabando, mezclando y agregando cosas. Sin experimentar ni improvisar en el estudio, hubo algo de permitirse que las cosas se fueran de madre, confiar en que algunas personas invitadas iban a llevar las canciones a otro lado, y así fue. Es muy probable que nunca se repita en vivo esa yunta. Pero si te fijás, la mayoría de esos arreglos intervienen en las canciones a manera de texturas, planos, sonidos que pasan y agregan capas y dimensiones, pero que no mandan del todo, porque tuvieron que hacerse lugar. La canción tiene que sostenerse en nosotros tres. Las invitadas e invitados tienen que cuestionar eso, agregar, acicatearnos...
–¿Es posible aspirar a esos niveles de producción desde una banda de público mediano y ajena a los grandes medios? ¿Se trata simplemente de mantener el espíritu de trabajo colectivo? ¿O es algún tipo de magia negra?
–Nuestro productor, Manza [Mariano Esain] ayudó mucho; es muy rápido, muy sintético, y de entrada tuvo sonidos en su cabeza para temas muy difíciles. Eso entraría en lo de magia negra. Lo otro es así: hay algo que se fue construyendo con gente amiga, cercana a la banda, levantás el teléfono, decís “hay un disco” y aparecen diez, 15 personas como soldados que dicen “vamos para adelante”. Es muy emocionante, muy motivador, y uno se entusiasma. Eso ayuda a la convicción de pedirle al sello que apoye, a amigos que nos presten plata, a músicos que se acerquen, a estudios que nos abran y nos esperen. Todo eso. Fue hermoso este disco, realmente, salió como queríamos y mejor, fue el disco más importante de mi vida, en el que trabajé más conscientemente y en el que más magia apareció.
–Hay algo muy tanguero en tu fraseo y en las dinámicas de tus canciones, pero este me pareció el disco de Acorazado en el que eso se nota menos.
–Hay un fraseo tanguero que aparentemente me es indisimulable, pero me alegro de que lo notés tras las melodías o las letras. Quiere decir que no es máscara, disfraz; el tango tiene mucho de eso, es muy cachivache. Bueno, como el rock.
–Sí, pero eso no lo encontrás en un rockero uruguayo. Habrá otras cosas, pero eso no. Es como el acento.
–Es verdad, pero ojo, que acá también llama la atención mi fraseo en el rock. Me gusta torear con que Morrissey también frasea, y además acá en Argentina el rock se canta como los uruguayos. Desde hace años la música de Uruguay es una influencia. Hay bandas muy queridas, como No Te Va Gustar y La Vela Puerca, que para los pibes son un bálsamo, antes que otras propuestas de lo que acá se llama rock chabón. Ciertas bandas independientes vamos haciendo un camino distinto a eso, más cercano a los Shakers y a los Mockers [ríe].
–¿Cómo se están llevando con el público montevideano?
–Entiendo que muy bien, cada vez mejor; ademas, siempre estamos apadrinados por gente linda como los de Buceo Invisible o Eté [Ernesto Tabárez]. Esta vez nos mandamos solos por eso, porque vemos que hay mucha gente que nos sigue, que canta las canciones y compra discos, y quisimos llevar el show tal cual lo hicimos acá en Niceto, tocar una hora y media, hacer todo Labios del río y otras cosas más viejas, pero que sea nuestra fiesta y que no se queden con ganas de escuchar nada.
–El disco cierra con “Hablar de vos””, que no sólo es muy distinta a cualquier cosa que hayan hecho antes, sino que parece la suma de algo, una declaración muy personal.
–Y sí, está dedicado a mi hermano Santiago, que murió en enero. Lo cantamos junto a mi otro hermano, Mariano, ellos tocaban en la banda Me darás mil hijos. La letra habla de las preguntas que nos dejó su partida, de estar con amigos, trabajando, y siempre terminar hablando de él. De encontrar una forma de amor distinta, una forma de distraerse, de pasear y comer, pero con su recuerdo. Y la música tiene eso, o creemos que lo tiene: algo que vuelve a empezar todo el tiempo, como cada día lo recordamos.