“En un mundo de gusanos capitalistas hay que tener mucho coraje para ser una mariposa”. Aquella frase, que en algún momento sacudió Lohana Berkins, fallecida activista por los derechos transgénero argentina, terminó convirtiéndose en bandera: maricas sin closet, ¡unidxs! Y si hay una revolución, que sea montada y llamativa. Se sabe poco pero más se intuye que, en términos formales, una drag queen es un hombre (o una mujer o lo que sea) que se viste con ropa del sexo femenino de manera extravagante por motivos generalmente ligados al entretenimiento.

Dicen, incluso, que la palabra “drag” nace de la boca del mismísimo William Shakespeare en la época en que las mujeres no tenían permitido actuar en el teatro. Sugieren que significa “dressed as girl”: vestidx como chica. Sin embargo, el origen etimológico corresponde a la década del 70, cuando en los salones de baile lxs reinxs arrastraban sus largos vestidos por el piso. Acá hay escenificación, hay pose y hay pasarela. Y hay divismo, glitter y mariposas con coraje en un mundo de gusanos capitalistas. To drag es, literalmente, “arrastrar”. Lo drag tiene arrastre.

“Creo que el público les devuelve generalmente amor y halagos cuando el trabajo está bien hecho. Hago énfasis en el ‘generalmente’ porque siempre está el/la hater o quien se cree juradx de Rupaul’s Drag Race criticando el laburo sin haber estado del otro lado”, comenta Gonzalo Gorosito, director de Reynas: El arte drag queen, la webserie que pinta un lienzo sobre la movida drag local. En su entramado, permite ver cómo varixs artistas de la escena drag en Buenos Aires se esculpen en la forma de su alter ego. Asimismo, al tener un tinte informativo, ayuda al espectador a conocer y comprender más sobre esta subcultura underground pero incipiente.

Poco a poco, la movida drag en Argentina empieza a volverse cada vez más popular. Por estos días dejó de ser algo exclusivo de los boliches gay y ya es posible ver a drag queens en discotecas con concurrencia de público heterosexual. Hasta hace algunos años, los lugares en los que podían verse drag queens no eran tantos como ahora: aparecían en algunos bares o boliches pequeños, haciendo algún show de comedia o musical. Por lo demás, es casi un hecho que uno de los factores que ayudó a que esta escena crezca y se visibilice fue Rupaul’s Drag Race, un glamoroso reality show gringo que busca coronar a “la próxima superestrella drag”. Rupaul es, para este mundo, una suerte de semidios.

“En el interior de Argentina (como Tucumán) el drag es algo súper grande. Se hacen concursos, elecciones nacionales, incluso hay un registro nacional. En Buenos Aires la cosa no es tan así. Si bien se toma como algo en serio, creo que en el interior aun más”, suma Gorosito. A fines de 2016, Le Brujx (protagonista del segundo capítulo de la serie) creó en Buenos Aires el primer drag club, Trabestia, cambiando las reglas del juego de la noche por completo y haciendo historia en la noche porteña. Un lugar donde la drag no es simplemente una animadora sino que es la estrella preponderante.

Mina. Foto: Gonzalo Gorosito

Mina. Foto: Gonzalo Gorosito

Mina, que forma parte de la Fiesta Whip (una celebración 100% pop con base en Capital Federal), asegura que fueron ellos quienes tuvieron por primera vez en el país un staff conformado íntegramente por drags. “A la Whip concurre gente que quiere ser libre y sin prejuicios”, comenta Mina, alias de Juan Manuel Capi. Acá “alias” se dice “drag name” y se trata de un bautismo que se lleva para toda la vida. Desde Whip alientan a su público a que se monte, a que la pase bien. Lo drag es también una celebración. Montarse: lookearse encarnando una nueva personalidad. “En la fiesta se genera un crisol de audiencias muy divertido”, sigue.

En 2015 se estrenó en Chile un reality show llamado The Switch, en el que, como en el programa conducido por RuPaul, se busca encontrar a la drag más “completa”. ¿Y de qué consta una drag de estas características? Se busca que actúe, que cante y que enaltezca el arte drag. “El hecho de que un programa de este estilo haya llegado a Sudamérica y haya tenido tanta repercusión es algo súper grande y a la vez trascendental, no sólo en la historia de la comunidad LGBTIQX sino en la historia como cultura”, explaya Gorosito. “Programas como el de RuPaul o estos reality shows le otorgan a la sociedad un acercamiento que permite entender un poco más el porqué y todo el esfuerzo que requiere ser drag y ejercer este oficio”, esboza Sosuna Morosa, seudónimo de Joseph Attieh, maquillador venezolano y drag.

Existen infinitos tipos de drag. Hay casi tantos como drag queens en el mundo. Conviven diversas categorías como las “club kid” (con un estilo súper exagerado, colorido y extravagante, liderado en los 90 por grandes potencias como Leigh Bowery y James St. James), las “góticas” (oscuras beldades paridas entre The Crow y Marilyn Manson), las “fishy” (con una estirpe más femenina) o las “barbudas” (diosas de prolija barba tupida).

—¿Cómo es la drag argentina?

—La drag argentina es por sobre todo astuta. Te puede usar tres veces seguidas el mismo vestido pero jamás te vas a dar cuenta. Esto se debe a que el sueldo de las chicas no suele ser el mejor. Las variedades de telas u objetos que, por ejemplo, uno ve en tutoriales de YouTube no suelen ser tan fáciles de conseguir, entonces improvisa con lo que hay. La drag argentina es más que nada creativa —opina Quintana.

—Está evolucionando. Antes, las drags en Latinoamérica eran más andróginas. Eran como hombres gigantes con zapatos estrafalarios. Ahora podés encontrar todo tipo de drags en nuestro país. Estamos en un momento de expansión y está buenísimo eso. Creo que todo está virando hacia los looks, más que otra cosa. Quizás se perdió esa cuestión transformista, que era como teatral —agrega Mina.

—Una de las cosas que más me llama la atención es lo ingeniosas que son. Desde la parte visual hasta el momento de hablar con ellas. Siempre son muy divertidas y tienen la chispa pendiente para tomarte el chiste y generar un momento gracioso —completa Sosuna Morosa.

Como era de suponerse, al costado de los espacios refulgentes, la discriminación y la violencia también resuenan en este mundo. A la sazón, los riesgos que corren las drag queens son muchos. “Innumerables son las veces que han golpeado a una drag o insultado en la calle por el solo hecho de estar montada”, manifiesta Gorosito. A ojos de la violencia machista institucionalizada: lo diferente irrita. Lo ajeno llama la atención. Y la violencia late. Mina dixit: “Incluso hay discriminación dentro de la escena, por eso indigna más”. Señala Gorosito, flameando la bandera colorinche de su obra: “Por tal motivo, Reynas me parece súper importante, ya que es mi pequeña y humilde colaboración para que se deje de hablar sin saber y atacar a lo desconocido”.

Entre las referentes locales, la más icónica fue Maverik, quien falleció a principios de 2016. No obstante, siguen vigentes grandes faros como Isis, Jem Successfully, Hollywood Drag Queen Point y Elektra Iuculano, que representan a la vieja escuela. Además, hay íconos contemporáneos, como Le Brujx, Rita La Salvaje, Roxy Foxy, La Payuca, Mina y Lest Skeleton. Y nuevos personajes que vienen pisando fuertísimo en la escena, como Sosuna Morosa, Asia Argenta, Lady Nada, Valentina Brishantina, Meg Galáctica, Dixit Lepetit, la Santa María, Sónica, entre otras.

La Brujx. Fotos: Gonzalo Gorosito

La Brujx. Fotos: Gonzalo Gorosito

A nivel global hay personas que marcaron un antes y un después de este universo, comenzando por Divine, protagonista de películas trascendentales como Pink Flamingos, Hairspray, Female Trouble, todas gemas realizadas por el cineasta John Waters, el verdadero rey de la basura y la provocación. Divine, redonda y genial, fue el ariete chancho que se incrustó en millones de hipotálamos desde el imaginario cinematográfico. Entretanto, fue Rupaul quien, durante los años 90, terminó metiéndose como drag en distintos ámbitos del mainstream como la música, la televisión y el cine. Del mismo modo, existen otros personajes sobresalientes que han hecho su aporte, como Coco Perú, quien está hace ya casi 20 años realizando shows de humor por todo el mundo, la Dj Lady Bunny, la cantante austríaca Conchita Wurst, La Prohibida, Amanda Lepore y Michelle DuBarry. O, mismo, desde el séptimo arte, la contribución drag que erigió el film Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert, 1994), del australiano Stephan Elliott.

Es muy común que las drags tengan más de un trabajo. ¿Cuál es el motivo? En Argentina todavía es imposible vivir siendo drag. Aun así, muchas de ellas se las rebuscan haciendo presentaciones en boliches, antros y tugurios; en fiestas, cócteles y saturnales. Aunque luminosos, los márgenes todavía son su hábitat. No se trata de lumpenaje, sino de costados, de bordes: de ir a contramano. Poco a poco, a fuerza de cultura pop, perfeccionamiento y militancia, la cultura drag queen va saliendo del closet y continúa abriéndose camino hacia lugares más populares como el teatro, el cine y la televisión. Sugiere Gorosito: “Lo bueno es que no se la pone a modo de burla, sino que hoy se la respeta mucho más”.

En su estado más primitivo, “lo drag” tiene que ver con “lo gay”: surge en esa comunidad, ya que el movimiento LGBTIQX permitió jugar con la construcción social del género sin discriminar. A la drag se la necesita no sólo para entretener sino también para romper barreras impuestas por la sociedad heteropatriarcal como la belleza, el género, la vestimenta y la actitud. Si bien hoy la drag queen no es exclusiva del boliche gay, el público heterosexual que consume este arte es reducido y, por lo general, se lo admira desde un lado de extravagante y, posiblemente, no tanto desde el costado político social.

Guste o no: todo drag es político. Y es una forma de protesta. El hecho de querer ser visto y no pasar desapercibidx ni ser unx más se yergue aquí como un acto de rebeldía. ¿Por qué motivo? “Porque en un mundo en el que se considera que la mejor forma de ser parte de un grupo es pareciéndose y comportándose como quienes lo integran”, apunta Gorosito, “el drag intenta derribar esa pared de lo socialmente dual: yuxtaponer lo femenino y masculino es una forma de colocarse en contra de los mandatos sociales”.

—¿Qué falta para terminar con los prejuicios?

—¡Ufff! ¡Es que todavía hay muchísimos prejuicios! Se deben más que nada a la falta de información y de conocimiento. La gente suele creer que la drag, la transexual y la transgénero son lo mismo, cuando esto no es así. Hay que tener en claro una cosa: el drag no es una identidad de género, sino una forma de expresión artística. En el tercer capítulo de mi serie, Sosuna Morosa habla sobre esto y explica que la persona trans es aquella que se identifica con un sexo que no es el que se le asigna, ya que difiere de su identidad de género. Mientras que la drag queen es una representación artística. La drag no es “un hombre que quiere ser mujer”, como se suele decir vulgarmente. La drag es una experiencia artística subjetiva —dice Gorosito.

—Hay que seguir haciendo esto y muchas cosas más. Si bien nuestro objetivo es entretener, creo que estamos teniendo más llegada y está bueno seguir abriendo cabezas. Hay que seguir rompiendo con los estereotipos, con lo que está establecido y que la gente vea que hay más del abc que nos mostraron desde siempre. Es algo hermoso que exista un abanico tan grande y que la gente deje de etiquetar. Va a llevar tiempo, pero estamos en un buen camino. Este es un momento de quiebre. Dentro de unos años los prejuicios van a ser mucho menores —explica Mina.

—Primero, hay que dejar de ser machistas. Seguimos creciendo en una sociedad en que lo que está bien o es visto como “superior” es lo masculino, protegido por el mismo patriarcado. Y lo femenino es visto como débil o inferior. No es un trabajo fácil, de a poco se ha ganado territorio, pero todavía falta mucho por conquistar. Hay que educar a quienes nos rodean y a quienes son de nuestra misma comunidad —dice Sosuna Morosa.

—¿Cuál es el deseo de la comunidad drag para los próximos años?

—Que siga creciendo, continuar luchando en contra del machismo y que nadie te juzgue por vestirte de mujer —concluye.

Texto: Hernán Panessi | Fotos: Gonzalo Gorosito.