La banda Gorillaz se presentará el miércoles 13 de diciembre en el Velódromo. Más allá de su carácter, otrora novedoso, de grupo de “músicos virtuales”, se ha transformado en un compendio de las direcciones de la música pop de las dos primeras décadas de este siglo.
El proyecto, creado en 1998 por el músico Damon Albarn y el dibujante Jamie Hewlett, ambos británicos, pareció captar como ningún otro el aire de aquellos tiempos. Mientras internet y la llamada “realidad virtual” comenzaban a ser parte de nuestras vidas, Gorillaz era un “supergrupo” multinacional que mezclaba hiphop con pop, rock y música electrónica, y la presentaba interpretada por una banda ficticia de personajes de cómic animados: el summum del fin de siglo y del comienzo de los 2000.
Albarn, vocalista y compositor de la banda Blur –una de las más populares de la movida britpop de los años 90–, y Hewlett, excelente dibujante responsable del cómic de culto Tank Girl, tuvieron la idea de hacer un grupo virtual como un comentario irónico acerca de la caricaturización en la que habían caído los videoclips musicales del canal MTV.
El concepto de una banda con personajes ficticios no era realmente una novedad. The Monkees, por ejemplo, nacieron en la década de 1960 mediante casting para una serie de televisión. Y, por supuesto, gran cantidad de artistas fueron la cara visible de producciones hechas por otros. Pero en este caso la conjunción de los dibujos animados, el peso de los videoclips y una mezcla musical que reunía las muchas movidas surgidas dentro del pop en los años 90 le daban un toque extremadamente contemporáneo al proyecto.
Para Albarn, que ya había comenzado a mostrar en Blur que sus inquietudes artísticas iban mucho más allá del rock, el proyecto significaba también la posibilidad de internarse en otros géneros, colaborar con artistas en principio muy alejados de su mundo, y liberarse del peso de estar al frente de un grupo masivamente popular.
Así nació Gorillaz, un grupo “integrado” por el cantante y tecladista 2-D, el bajista y compositor Murdoc Niccals, el baterista y MC Russel Hobbs, y la guitarrista y experta en artes marciales Noodle. Hewlett dibujó a estos personajes y le creó una biografía a cada uno, otorgándoles roles en la banda y haciéndolos interactuar en una realidad propia –muy similar al mundo de sus cómics– que es a la vez totalmente fantasiosa y muy parecida a la nuestra. Las historias de los integrantes de Gorillaz se desarrollan en los videoclips de la banda, así como en videojuegos, videos interactivos, cortometrajes, “entrevistas” y sketches en internet, y un libro titulado Rise of The Ogre, que se editó en 2006.
Al comienzo, el énfasis estaba puesto en esos personajes y en lo visual. El álbum debut del grupo, Gorillaz (2001), atribuye todas las canciones a 2-D, Murdoc, Russell y Noodle, e incluye un listado escueto de “colaboradores”, entre los que están el rapero Del Tha Funky Homosapien, el cantante cubano Ibrahim Ferrer, la cantante y tecladista Miho Hatori (del grupo Cibo Matto), Tina Weymouth y Chris Frantz (ex integrantes de Talking Heads) y el propio Albarn, que “personificaba” a 2-D. Haciendo honor a los tiempos que corrían y a la naturaleza del proyecto, ofrecía un CD-ROM interactivo, con acceso a una parte “oculta” del sitio del grupo.
De la mano de temas como “Clint Eastwood”, “Rock the House” y “19-2000”, el álbum se volvió un hit mundial y vendió irónicamente muchos más discos que Blur. En la primera gira de Gorillaz, los músicos “reales” tocaban detrás de una pantalla en la que se proyectaba a los virtuales. Si bien la música traía una cantidad de cosas distintas de lo que había ofrecido hasta ese momento Albarn al frente de Blur, la propuesta tampoco estaba tan alejada de ese mundo. De hecho, bien puede considerarse una expansión de los intereses que habían comenzado a insinuarse en el álbum de Blur 13 (1999) y que se manifestarían con mucho mayor fuerza en Think Tank (2003), el primero posterior a Gorillaz. Luego Blur dejó de existir por un largo tiempo, y Albarn siguió desplazando las fronteras de su música. El segundo disco de Gorillaz, Demon Days (2005), que traía “Feel Good Inc”, mostró un proyecto mucho más colectivo, con una muy numerosa lista de invitados, algo que se haría costumbre en los siguientes.
No tan virtual
Sin nunca dejar de ser un proyecto conjunto de Hewlett y Albarn, en las siguientes “fases” (así decidieron llamar a los cambios de los personajes en cada disco), la imagen y la música fueron lentamente tomando caminos separados.
Los videos siguieron siendo un motor importante y la parte “virtual” permaneció, en las presentaciones en vivo lo visual dejó de ser el centro de atención. Algunos podrían decir que Gorillaz perdió así su esencia, pero quizá el proyecto original no era sostenible en el tiempo. En lo musical, Albarn fue expandiendo en forma creciente el universo sonoro, y la lista de artistas invitados se hizo cada vez más extensa y variada, con lo que los discos de Gorillaz perdieron unidad conceptual al tiempo que ganaban diversidad interna, acompañando el concepto de play-list como compilación o ensalada, que se hizo costumbre con la llegada de los reproductores de mp3 primero y con los sitios de streaming después. La combinación de canciones y mundos muy diferentes en una secuencia de audición, que fue volviéndose dominante en la segunda mitad de esta década y sustituyó a la escucha completa de un álbum concebido como unidad estilística, está en todos los discos de Gorillaz, especialmente en Plastic Beach (2010) y en el reciente Humanz (2017).
Así, Albarn fue usando Gorillaz como un laboratorio de pruebas, juntando artistas variadísimos, algunos consagrados y otros casi desconocidos, y realizando de ese modo una especie de resumen de la música pop desde la década de 1970 hasta el presente. Plastic Beach juntó a Lou Reed con Snoop Dogg, a Paul Simonon y Mick Jones (ex integrantes de The Clash) con la banda de hiphop De La Soul, y a Mos Def con Bobby Womack.
En Humanz, los emergentes Kelela, Danny Brown, Popcaan, Zebra Katz y Vince Staples se combinan con los legendarios Carly Simon, Grace Jones, Jean-Michel Jarre y hasta Noel Gallagher, de Oasis y, por lo tanto, ex “archienemigo” de Albarn.
Aunque los discos de Gorillaz estén muy lejos de tener una unidad sonora, manejan un concepto muchas veces difuso, pero a la vez palpable, que parece acompañar el estado de ánimo de parte de la sociedad occidental del Primer Mundo. En Humanz, que comenzó a gestarse en 2015, Albarn les pidió a algunos de los colaboradores que pensaran en un mundo donde Donald Trump hubiera ganado las elecciones presidenciales estadounidenses, cosa que, como todos sabemos, sucedió al año siguiente. Ninguna canción habla directamente de Trump ni hace referencia a cuestiones políticas actuales, pero el tema de alguna manera está presente. Es el álbum más pop y festivo de Gorillaz, pero el espíritu es más de fiesta del fin del mundo que de celebración gozosa.
Este quinto disco de larga duración (sin contar Laika Come Home –2002–, de remixes) llega tras una pausa de siete años en la que hubo una reunión de Blur y un muy interesante álbum de Albarn como solista, Everyday Robots (2014), posiblemente no sea el mejor trabajo de Gorillaz. Pero las presentaciones en vivo del colectivo alrededor del mundo durante este año vienen recibiendo muy buenas críticas y han sido consideradas de lo mejor que el proyecto ha hecho sobre un escenario.
El show de Montevideo tendrá el atractivo adicional de contar con la mencionada banda estadounidense De La Soul, uno de los grupos más trascendentes en la historia del hiphop. Aunque desde hace un tiempo se nos ha vuelto natural recibir visitas musicales importantes en nuestra capital, esta no deja de ser todo un acontecimiento. La banda se presentará en el Velódromo Municipal como parte del ya clásico festival Primavera 0, que tendrá también la presencia de los locales Atlas y la argentina Juana Molina.