Con sólo 24 años, la argentina Samanta Schweblin (1978) ya se situaba como la mejor cuentista de su generación. Su primer libro, El núcleo del disturbio (2002), la posicionó en el complejo campo literario porteño, presentando un mundo narrativo perturbador, onírico y amenazante, que altera el juego entre lo fantástico y lo real. A fines de 2014 la editorial Random House Mondadori publicó su primera novela, Distancia de rescate, en la que aborda la realidad del campo y los agrotóxicos, pero eso sólo es la punta de un iceberg que se descubre cada vez más desquiciado.
En toda su obra, lo cotidiano va adoptando una suerte de extrañeza que solapa un colapso inminente: una inocente adolescente que devora pajaritos; un hombre que mata a su mujer y la pliega en una valija, mientras los demás lo confunden –maravillados– con una obra de arte; cientos de maridos que se cansan de esperar a sus mujeres y las abandonan para siempre en un perdido baño sobre la ruta; una niña que cae desde un carrusel y se convierte en una anciana que circulaba por la plaza.
Luego de haber sido nominada junto a otros cuatro autores para el Man Booker International Prize 2017, por la edición británica de Distancia de rescate, la prestigiosa editorial independiente española Páginas de Espuma lanzó en formato álbum “La respiración cavernaria”, uno de los mejores cuentos del libro Siete casas vacías, ilustrado por la argentina Duna Rolando. En diálogo con La Nación, la autora –que reside en Berlín desde hace cinco años– comentó que en 2016 trabajó junto con la escritora y cineasta peruana Claudia Llosa en la adaptación para el cine de Distancia de rescate, y que ahora prepara una segunda novela, aunque “cada tanto, por supuesto”, vuelve a los cuentos.