Considerado por algunos el “George Harrison” de esos Beatles del rock independiente estadounidense de fines de los 80 que fueron los Sonic Youth, Lee Ranaldo fue en muchos aspectos el espinazo experimental e instrumental de la banda, aunque sólo asumiera la voz cantante en contadas –pero siempre memorables– ocasiones. Desde la separación de la banda en 2011, Ranaldo ha venido lanzando discos como song writer poco convencional (que, junto a otros trabajos más vanguardistas, ya suman casi una veintena de ediciones). El más reciente de ellos, Electric Trim –de este año, compuesto en colaboración con el productor español Raül Refree Fernández, y con textos escritos junto al respetado y exitoso escritor estadounidense Jonathan Lethem– ha sido recibido como uno de los más ambiciosos y renovadores trabajos del guitarrista neoyorquino. De visita por tercera vez en Montevideo, Ranaldo presentará ese trabajo esta noche en La Trastienda, en un formato acústico novedoso para un artista siempre distinguido por su frenesí eléctrico. Sobre el disco, el show y la vida después de Sonic Youth conversamos con él.

–¿Cómo te contactaste con Raül Fernández? ¿Ya conocías su trabajo como productor?

–Nos conocimos cuando mi banda [The Dust: además de Ranaldo, la componen Steve Shelley en batería, Alan Licht en guitarra y Tim Luntzel en bajo] hizo el disco Acoustic Dust con él en 2013. Fue una colección de canciones que ya habíamos grabado antes, hechas en forma completamente acústica. Después Raül y yo hablamos de intentar trabajar juntos en algún material nuevo, y a principios de 2015 se presentó la oportunidad; vino a Nueva York para trabajar conmigo y desarrollar algunas de mis últimas canciones. A los dos nos gustó lo que escuchamos y decidimos hacer Electric Trim juntos.

–Este nuevo disco incluye muchas colaboraciones de muy distintas clases de artistas. ¿Estabas buscando un cambio en relación con tu trabajo solista previo?

–He aprendido a ser abierto a los colaboradores, ¡y a elegirlos bien! En Jonathan Lethem y Raül Fernández encontré dos que encajan perfectamente con mis métodos de trabajo, y cada uno de ellos me abrió a nuevas ideas en un momento en que eso era importante. Desde el comienzo, el álbum tenía la intención de ser un proceso nuevo, de exploración. Todo lo que sabía era que sería muy diferente a cualquier otro proyecto en el que hubiera trabajado. Comenzamos con demos básicos y construimos las canciones de muchas formas diferentes –cada canción es, de hecho, su propia pequeña “película”–, porque no hay una banda fija tocando a lo largo del disco entero, cada canción se levanta por sí misma y tiene su propio sonido. El estudio fue el instrumento principal en este caso; lo usamos para crear en un sentido muy moderno, aprovechando las computadoras, los samplers y máquinas de ritmo, ¡pero sin olvidarnos de los músicos en vivo! Ambos [Ranaldo y Fernández] admiramos a muchas de las producciones clásicas de los años 60 –Pet Sounds, de The Beach Boys; el álbum Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles– y queríamos hacer algo en esa línea de ser creativos en el estudio, pero también trabajar con baterías electrónicas y ritmos más modernos que los que suelen encontrarse en mis discos. Raül trajo un montón de técnicas nuevas al proceso y nos compenetramos y la pasamos muy bien trabajando sobre las canciones, las letras y todo lo demás. Los dos terminamos el disco en alrededor de un año de sesiones intermitentes en el estudio. Mi banda y otros músicos [entre ellos, Nels Cline, guitarrista de Wilco; Kid Millions, baterista de Oneida; y la cantautora Sharon van Etten] tocan en el disco, pero no es un “disco de banda” en el mismo sentido en que lo era Last Night on Earth [2013]. Hay más “producción” involucrada en este disco, porque lo que hicimos fue muy distinto a conseguir un buen sonido grabando a una banda básicamente “en vivo” en un cuarto, como en Last Night on Earth... Tiene muchos elementos acústicos al mismo tiempo que muchas guitarras eléctricas, es una mezcla bastante buena de ambas cosas. Creo que es de lo mejor que hice en mi vida. Fue mucho trabajo duro, pero sobre todo fue un proceso divertidísimo, y creo que mi colaboración con Raül va a continuar.

–¿Cómo comenzó la colaboración con Jonathan Lethem en las letras?

–El foco principal del disco tiene que ver con las colaboraciones –con Raül en la música y con Jonathan en las letras–. Las ideas originales para las canciones eran bastante personales, pero la escritura tomó muchas formas diferentes y fue afectada por las manos de Raül y Jonathan. Esta exploración –abrirme con un nuevo colaborador musical y al mismo tiempo compartir la composición de las letras con un escritor– me llevó a un territorio extraño y nuevo. Creo que es el espinazo emocional del disco.

–¿Lo definirías como un disco conceptual?

–Creo que no; como ya dije, es un disco hecho con el estudio como el instrumento principal más que con la banda como foco principal, que es como fueron hechos mis últimos álbumes y todos los de Sonic Youth. Y más que sobre un concepto emocional (como un “disco de divorcio”, etcétera), es acerca de un nuevo espíritu de colaboración y apertura, de ser capaz de doblar a la izquierda en una calle poco conocida cuando se despierta la necesidad. Quería ser capaz de trabajar en el aspecto del “lenguaje” de las canciones de una forma colaborativa, más que generarlo todo por mí mismo, y quería hacer lo mismo con las letras. En los últimos años me he vuelto a acercar a la música de Grateful Dead, que fue importante para mí en los 70. En particular, me gustaba que tuvieran a un tipo que tan sólo escribía las letras –Robert Hunter–, que no se subía al escenario pero escribía versos asombrosos para ellos. Yo quería otro punto de vista para las palabras, que no todo fuera generado desde el mío. Resultó ser una colaboración muy interesante y gratificante. Creo que ambos quedamos bastante satisfechos con los resultados y esperamos hacer más cosas juntos.

–¿Con Lethem tienen gustos musicales en común?

–Claro, tenemos más o menos la misma edad y crecimos escuchando y amando a las mismas bandas.

–¿Pensabas desde el comienzo que el proceso de Electric Trim iba a llevar tanto tiempo?

–No teníamos idea de que nos llevaría casi un año hacer el disco (y casi otro año editarlo). Cuando Raül y yo comenzamos a trabajar, todo lo que sabíamos era que nos gustaban los sonidos que estábamos escuchando, y esa era la motivación para seguir adelante. Como él vive en Barcelona y yo en Nueva York, trabajábamos en pequeños períodos de dos o tres semanas cada vez; por eso demoró un año.

–¿Siempre estuvo la idea de hacer una película sobre el proceso del disco?

–El film Hello Hello Hello: Lee Ranaldo: Electric Trim se hizo muy casualmente. Nuestro amigo, el director Fred Reidel, preguntó si podía venir a observar con su cámara el proceso de realización del álbum. Dijo que no tenía idea de cómo se hacían los álbumes y que le causaba curiosidad. Terminó filmando la película durante todo el período en que trabajamos, y luego hizo su versión final. Y como este es un disco muy especial para mí y está hecho en una forma muy poco convencional (para un rockero indie al menos, por la gran producción de estudio, etcétera), fue genial tener un buen documento visual de este proceso.

–¿Sacaste de Jimmy Page la idea de tocar la guitarra eléctrica con un arco de violín?

–En realidad no, nunca fui un gran fan de Led Zeppelin. Saqué esa idea del mundo de los músicos experimentales que usan arcos en las cuerdas, los platillos, etcétera. Es un recurso muy útil en el mundo de la música de drones, que me interesa mucho. Creo que viene de ahí. Obviamente he visto videos de Jimmy Page tocando con un arco, es un maestro de esa técnica.

–¿Y cómo fue el trabajo con alguien tan particular como Nels Cline?

–Nels y yo somos amigos desde hace 30 años; ha tocado en otros discos míos y en varias cosas que he producido para otros a lo largo de los años. Nos llevamos muy bien, y siempre es un goce verlo trabajar en el estudio. Siempre trae algo nuevo y puede hacer tantas cosas distintas con una guitarra...

–Cuando hiciste Between the Times and the Times [2012], estabas interesado en el movimiento Occupy Wall Street. ¿Te parece que ha sobrevivido algo de aquello?

–Creo que sí, creo que está en el underground y tal vez es menos efectivo de lo que pareció que podía llegar a ser –quiero decir, Donald Trump igual fue elegido presidente, por desgracia–, pero pienso que es un movimiento en crecimiento, aún un tanto marginal, para cambiar muchas de las viejas formas de pensamiento en el ámbito político.

–Hablame del set acústico que vas a hacer en Montevideo.

–Voy a tocar mucha de la música del nuevo disco en un formato acústico. Intento desafiarme a mí mismo a hacer algo diferente, y las salas íntimas con asientos son parte de ese desafío. Es gratificante compartir una experiencia con la audiencia en esos ámbitos más reducidos, me siento mucho más conectado con el público. Para mí, tocar así, en una forma “tradicional”, es algo un tanto experimental después de mi historia con la guitarra eléctrica. Pero todavía hay un poco de electricidad en el aire, y por la amplificación que uso. Me concentro mucho en la voz y sus inflexiones durante el concierto, aunque también estoy tocando en un rango propio de afinaciones abiertas [distintas de la tradicional, para que las seis cuerdas al aire formen determinado acorde] y creando algunos sonidos. Cuando empezó Sonic Youth, tenía mucha experiencia con afinaciones abiertas, y para entonces Thurston Moore también había tocado con Glenn Branca y Rhys Chatham. Sólo teníamos un par de guitarras cuando comenzamos, y eran en su mayoría instrumentos baratos que se desafinaban con facilidad, así que empezamos a crear nuestras propias afinaciones, buscando en principio algunas que se mantuvieran; seguimos trabajando con afinaciones alternativas desde entonces y nunca miramos atrás, al punto de que no he tocado en serio una guitarra con afinación estándar en décadas. Prácticamente nada de lo que hago tiene una afinación tradicional; sin embargo, eso no define si el show es folk o no. Toco guitarra acústica pero uso pedales de efectos y un amplificador, así que es un cruce entre ambos mundos.

–Estuviste en Montevideo por primera vez con Sonic Youth en su última gira, hace casi siete años. ¿Extrañás trabajar con ellos? ¿Seguís tocando alguna de las canciones que compusiste para el grupo?

–Sonic Youth fue un grupo especial, de los que no surgen todos los días. Un grupo de cuatro integrantes iguales, todos trabajando en las canciones, escribiendo juntos los temas (excepto las letras). Tan democráticos como pudimos llegar a ser. Estuvimos juntos 30 años y tuvimos una cantidad de experiencias interesantes, como salir del mundo del rock indie de los 80 y entrar en el mundo del gran negocio musical “corporativo” en los 90, trabajar con amigos como Nirvana y Mudhoney, tocar con Iggy Pop y Neil Young... Cosas asombrosas, especialmente si se tiene en cuenta lo “difícil” que era nuestra música. No era sencilla de paladear y nunca iba a ser masiva, pero igual sobrevivimos y tuvimos una carrera ligada al arte, la cultura y el rock’n’roll en el que crecimos. Sacamos discos que vendieron una cantidad razonable de ejemplares y otros que fueron comprados más que nada por conocedores. Para cuando la banda llegó a un alto, había estado en ella más de la mitad de mi vida. Estuvimos 30 años juntos, es un trayecto bastante increíble. Actualmente todos estamos trabajando en nuestros propios proyectos, como lo hemos estado haciendo estos últimos años. Cada uno está muy involucrado en lo que está haciendo ahora, y no creo que ninguno de nosotros vaya a mirar atrás. Sonic Youth aún conserva un enorme archivo y seguimos publicando cosas de él, pero en este momento estamos mirando hacia adelante. Sé que yo lo estoy.