Ayer se entregaron los premios de la 67ª edición del prestigioso Festival Internacional de Berlín, más conocido como la Berlinale, después de diez días de exhibiciones. El Oso de Oro, premio mayor de la competencia (todos los demás son Osos de Plata), le fue otorgado a la película húngara On Body and Soul, de la directora Ildikó Enyedi, que recibió también el premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci, por sus siglas en francés). El film narra la historia de amor entre una empleada nueva de un matadero en Budapest y el director de ese establecimiento, dos personajes que sueñan lo mismo de noche y comparten un peculiar sentido del humor. Según los informes de la prensa especializada que cubrió el desarrollo de la Berlinale, esa doble distinción fue acertada pero algo forzosa en el contexto de una sección principal en la que no participaron obras de gran calidad, aunque en el resto de las áreas del festival se reiteraron el alto nivel habitual y la oferta de un amplio panorama del cine de autor internacional, con especial destaque para los documentales.

Tampoco hubo grandes controversias acerca de las demás decisiones del jurado, que en esta edición fue presidido por el director holandés Paul Verhoeven, y que integraron también figuras de la actuación (Maggie Gyllenhaal, Julia Jentsch, Diego Luna), el director Wang Quan’an, la productora Dora Bouchoucha Fourati y el artista visual Olafur Eliasson. The Other Side of Hope, del finlandés Aki Kaurismäki, recibió el premio a la mejor dirección (y Kaurismäki, que no subió al escenario a recibir su estatuilla, sigue sin poder llevarse un Oso de Oro); mientras que Una mujer fantástica (Chile/Alemania/España), dirigida por el chileno Sebastián Leilo y protagonizada por la actriz transexual Daniela Vega, recibió el correspondiente al mejor guion (de Leilo y Gonzalo Maza).

El Gran Premio del Jurado fue otorgado a Félicité (Senegal), dirigida por Alain Gomis; y el galardón que lleva el nombre de Alfred Bauer, primer director del festival, y que se adjudica por “abrir nuevas perspectivas en el arte cinematográfico”, le correspondió a Pokot (Polonia), de Agnieszka Holland. En lo referido a las actuaciones, la distinción al mejor actor fue para el austríaco Georg Friedrich, por su papel en Helle Nächte (Alemania, dirigida por Thomas Arsland); y el de mejor actriz para la surcoreana Kim Minhee, por On the Beach at Night Alone (Corea del Sur, dirigida por Hong Sang-soo).

El Oso de Plata a la mejor contribución artística le fue entregado a la rumana Dana Bunescu, por el montaje de Ana, mon amour (Rumania, dirigida por Calin Peter Netzer); el de mejor ópera prima, a la autobiográfica Verano 1993 (España, de la catalana Carla Simón); el de mejor documental, a Istiyad Ashbah (Palestina, Raed Andoni; el de mejor cortometraje a Cidade pequena (Portugal, Diogo Costa Amarante).

El director del festival, Dieter Kosslick, opinó que la Berlinale, una vez más, fue un muestrario de muy buen cine y una plataforma para la expresión de posiciones políticas, en gran parte de rechazo a las acciones del presidente estadounidense Donald Trump, que ha logrado alinear en su contra a artistas del mundo entero. Kosslick opinó que eso lo hace feliz, porque los organizadores quieren “estar del lado correcto en el mundo”.