El fundador de la poesía moderna del siglo XIX, que marcó a autores tan distintos como Ezra Pound, TS Eliot, Federico García Lorca, Jorge Luis Borges y Allen Ginsberg, ha vuelto a sorprendernos. Hace unos días salió a la luz que Walt Whitman, el primer gran poeta estadounidense, guardó una historia inédita en la que, aparentemente, se puede rastrear cómo este periodista -y tipógrafo, carpintero y enfermero- se convirtió en el popular autor del monumental libro Hojas de hierba (1855), el único y voluminoso volumen de poesía que fue escribiendo a lo largo de su vida, y mediante el cual logró romper con la tradición a partir de su canto a la vida, al surgimiento de la democracia y al hombre común, alejado de las etiquetas y los géneros.

Hasta ahora, el mundo literario creía que este poeta de la libertad sólo había escrito una novela, Franklin Evans (1842), en la que mezcló el tema del alcoholismo y la formación de un muchacho estadounidense en un contexto atravesado por la crisis económica y social. Una historia que recién en 2012 se tradujo por primera vez al español. Pero Whitman, que nació en Nueva York en 1819 y murió en Nueva Jersey en 1892, se había guardado un secreto: esta obra, que se encontraba perdida desde 1852, acaba de resurgir a la luz. Según anunció el diario estadounidense The New York Times, la novela se titula Vida y aventuras de Jack Engle y consiste en 36.000 palabras, recuperadas por un trabajo incisivo y sistemático de Zachary Turpin, un licenciado de la Universidad de Houston que el año pasado había redescubierto otro texto de Whitman: el manual Manly Health and Training (salud masculina y entrenamiento), publicado en el periódico dominical The New York Atlas en 1858.

Con la noticia, The New York Times recordó que, en su edición del 13 de marzo de 1852 (cuando aún se llamaba The New York Daily Times), había publicado un aviso acerca de la próxima publicación de una novela por capítulos en otro periódico, The Sunday Dispatch. Se trataba de la “reveladora y entretenida” Vida y aventuras de Jack Engle, una narración en primera persona de las idas y vueltas de un huérfano, y prometía -con una bailarina española merodeando- un buen cruce de amor y crimen. Esa historia, que fue presentada como próxima a las obras de Charles Dickens, “era una versión de un género muy popular en la época: la novela de misterio urbano. En ella, un malvado abogado, Covert, se enfrenta a un hombre de clase trabajadora, virtuoso e inteligente, que vence al final”, explicó el especialista David S Reynolds, autor de La América de Walt Whitman (1995) y profesor en la City University de Nueva York.

Pero aquel folletín anónimo cayó en el olvido por un siglo y medio, nunca se transformó en libro ni fue reeditado. Turpin investigaba sobre Whitman para preparar su tesis de doctorado y dio con un cuaderno de notas en el que, “de forma confusa”, se cruzaban ideas, tramas y tres extraños nombres, Smytthe, Jack Engle y Wigglesworth. Esto le sonó a esbozo literario y apostó por el pálpito: a partir de ciertas informaciones históricas digitalizadas, comparó datos y fechas hasta que se encontró con el diminuto anuncio acerca del folletín de The Sunday Dispatch, en el que Whitman publicó más de una vez. Según contó a El País de Madrid, el investigador decidió ir por los ejemplares de ese periódico archivados -sin digitalizar- en la Biblioteca Nacional, y ahí realizó el hallazgo: “Fue muy emocionante. Cuando recibí las imágenes, supe que era Whitman. No sólo por el nombre Jack Engle, sino porque incluía otros personajes y tramas que estaban en los manuscritos que había consultado”, recordó.

Publicada en un momento en el que Whitman aún no se había convertido en una gran influencia lírica, con su efusión exuberante del verso libre, el valor de la novela radicaría en la luz que echa sobre el surgimiento de Hojas de hierba, ya que, en parte, las escribió de forma paralela. Según se informó en estos días, entre esas dos obras, tan distintas a primera vista, existe una fuerte conexión: “Hay pasajes de la novela donde la mística de Whitman irrumpe como un vendaval. Escenas de muerte, en las que el poeta abandona las prisas del folletín para despertar a su escritura más profunda. En el libro emergen temas e imágenes que luego ocuparán su lugar en Hojas de hierba. La novela es un laboratorio de la lírica mayor de Whitman. Hasta el protagonista de clase obrera y su voz son un anticipo de la primera persona del poemario”, explicó Reynolds.

A la vez que editaba, corregía y reescribía Hojas de hierba, Whitman renegó tanto de sus primeras obras en prosa como de los folletines; “mi deseo es que caigan en el olvido”, admitía. Esta novela encontrada no escapa a ese deseo, aunque la historia se haya negado a obedecerlo: después de su recuperación, la Universidad de Iowa la editó en papel, y The Walt Whitman Quarterly Review, en soporte digital, casi que haciendo caso omiso de su verso, “en verdad, nada se pierde ni puede ser perdido”.

Como decía el poeta y escritor DH Lawrence a principios del siglo XX: “Adelante de Whitman no hay nada. A la cabeza de todos los poetas que se adelantan en las regiones inexploradas de la vida está Whitman. Detrás de él, nadie. Su campamento grande y extraño está situado al extremo del camino montañoso. Muchos pequeños poetas nuevos acampan ahora en el campamento de Whitman. Pero ninguno de ellos va más allá. Porque el campamento de Whitman está en el extremo del camino y al borde de un gran precipicio”.