Ayer, un grupo de cineastas rusos firmaron una carta abierta en la que criticaron los intentos de impedir la exhibición de la película Matilda, de Alekséi Uchítel, que repasa la relación adolescente que mantuvieron a fines del siglo XIX quien luego sería el zar Nicolás II y Matilda Kschessinskaia, bailarina del teatro Marinski, que falleció exiliada en París en 1971. Según informaron algunos medios, las violentas amenazas que sufrieron las salas de cine que se proponían exhibir el film fueron responsabilidad de sectores radicales autodenominados Estado Cristiano-Santa Rusia. Está previsto que Matilda se estrene el 25 de octubre en San Petersburgo, como parte de las actividades en torno al centenario de la revolución bolchevique, pero esos grupos, sin haberla visto, lanzaron una campaña en su contra, considerándola “calumniosa” para la imagen del último zar, que fue asesinado junto con su familia en 1918, y luego canonizado por la iglesia ortodoxa. Todo esto obligó a pronunciarse al secretario de prensa de la presidencia rusa, Dmitri Peskov, quien calificó de “intolerables” los ataques a Uchítel.

“Nosotros, los cineastas, especialmente los de la generación mayor, sabemos lo que es la censura, que durante décadas de poder soviético determinó la suerte de artistas y obstruyó el desarrollo del arte”, se afirma en la carta de los cineastas. En cambio, para la diputada Natalia Poklónskaya, ex fiscal de Crimea, “Rusia es presentada en la película como un país de ahorcamientos, alcoholismo y lujuria”, y por eso es necesario que la Justicia revise el guion antes de su estreno.