Este Carnaval presenta la particularidad del retorno de murgas y figuras cuyas ausencias se habían hecho notar en los últimos años. Sus regresos generaron amplia expectativa: mucho ruido en la previa, mucho regocijo y una acalorada recepción en su primera pasada por el Concurso Oficial que se desarrolla en el Teatro de Verano. La Mojigata es protagonista de uno de los grandes retornos.

Esta murga, que ha sabido estar en boca de todos, fue una de las pioneras del estilo “murga joven” y siempre ha tenido una impronta propia, de modo que ninguna otra había podido llenar el vacío desde su última participación en 2012. No sólo volvió con un espectáculo exquisito, sino también con algunas novedades en cuanto a su forma de financiarse. Como siempre, a la vanguardia. Mediante el hashtag "#yoesponsoreo”, La Mojigata abrió las puertas a una original forma de producir: el crowdfunding, atendiendo a que, como puede leerse en su página de Facebook, “la estructura económica (y su dinámica) del Carnaval montevideano es un tanto cruel; por momentos, salvaje [y] parece necesario buscar caminos alternativos para financiarse”. Quien colabora económicamente pasa a ser patrocinador y productor del espectáculo; en función del monto de su aporte, puede obtener productos vinculados con la murga, e incluso entradas para la grabación del disco que registrará su propuesta de este año, o el disco en sí mismo. Esta forma de financiamiento masivo no sólo responde a una necesidad económica, sino también a una orientación ideológica que coloca a la gente en el centro del proyecto cooperativo.

El espectáculo de La Mojigata lleva por título “El pueblo despertó”. La murga entra a escena desde la platea y comienza su actuación preguntando al público qué quiere, para referirse después a las discrepancias entre el decir y el hacer, entre aplaudir ideas y no aplicarlas. Esa es una de las características de esta murga, que siempre está cuestionando a la gente; no sólo como público de un espectáculo, sino también como espectadora pasiva de su vida y de la vida de los demás. Pero, sin quedarse por fuera de la crítica, la murga reconoce su propia incoherencia: “Yo te canto como si fuera un luchador social y vos sabés bien que eso es mentira. Esa mentira vos y yo la debemos sostener pa' que siga [el] carnaval”.

El espectáculo se va armando por medio de los resultados de una acientífica encuesta sobre qué quiere el pueblo, ahora que ya sabe lo que quiere, o si quiere lo que los centros de poder quieren que quiera. A continuación, mediante una frase que escuchamos a diario -“se perdieron los valores”-, la murga presenta irónicamente aquellas cosas que “ya no son”, dejando en evidencia cuán retrógradas y reaccionarias son esa expresión y la actitud que la acompaña. Durante toda la actuación, integrantes de la murga van presentando, con ironía, los distintos fragmentos. Así, entre otras cosas, le dan continuidad a una característica que La Mojigata ha sostenido a lo largo de su trayectoria: muchas de las intervenciones son llevadas adelante por los miembros de la batería de la murga, que no reducen su aporte a la percusión, sino que adquieren un notorio protagonismo en el grupo.

Dos grandes segmentos son quizá los más aplaudidos: el que refiere a la educación y a su necesidad de un sistema de patrocinio, y el que enfrenta los conceptos de ideología y gestión. En cuanto al primero, las reflexiones sobre la educación y la oferta privada ponen de manifiesto lo absurdo de propuestas que anuncian y simulan ofrecer una educación integral e inclusiva. Finalmente, la solución para el futuro que propone la murga no es la educación privada, sino la sátira de una familia privada, que rellene los baches de la familia tradicional. El otro segmento plantea que ideología y gestión parecen no poder convivir en el Estado, pero a la hora de describirlas se confunden. La realidad, dice la murga, es que “atrás de cada gestión siempre hay una ideología”, y lo que comienza presentándose como paradójico termina como algo lógico y razonable.

La murga se baja del escenario ovacionada por un público que no escatima aplausos. Su retirada refleja la necesidad de la pregunta cuestionadora como una forma de pensar(se) y ser, la misma que se convirtió durante el espectáculo en el hilo conductor. Más allá de todo lo que se pueda decir, se trata de un espectáculo creativo y original, nacido para ser visto y escuchado, que no merece la reducción a unas pocas apreciaciones de quien escribe. Sería injusto. Por eso, acérquese a algún tablado y disfrútelo. No se arrepentirá.