Nació en una comunidad en Yorkshire, al norte de Reino Unido, trabajó como minero y se convirtió en un respetado jugador de rugby, pero lo que marcó al dramaturgo y escritor David Storey, que falleció ayer a los 83 años, fue su incursión en las letras: su nombre comenzó a circular cuando en 1960 publicó su primera novela, This Sporting Life, una obra basada en su experiencia como rugbier, que ganó el premio McMillan y fue adaptada al cine tres años después, en su primer trabajo como director, por el inglés Lindsay Anderson (recordado por sus tres películas protagonizadas por Malcolm McDowell: If... -1968, ganadora de la Palma de Oro en Cannes-, Un hombre de suerte -1973- y Hospital Britannia -1982-), con el guion a cargo del propio Storey. Es una historia marcada por una decidida crítica social, y protagonizada por un antihéroe que se empecina en triunfar pero que se muestra absolutamente indiferente frente a las necesidades de los demás.

Al poco tiempo, cuando en 1976 publicó Saville -hasta ahora no traducida al español-, centrada en la vida de una familia minera en la década del 30 y, en especial, en un adolescente que creció durante la Segunda Guerra Mundial, Storey ganó el prestigioso premio Booker, equivalente al Goncourt francés, que ha sido otorgado también a renombrados escritores distinguidos con el premio Nobel de Literatura como Nadine Gordimer, JM Coetzee y Alice Munro.

Su pieza teatral Home (1970), que reflexiona sobre las transformaciones de las costumbres de la clase media de su país, se convirtió en una de las puestas emblemáticas que, en los años 70, planteaban temáticas que ganaron relevancia a fines de la década anterior, como la disolución de la identidad, explorando la negación de la tradición inglesa y del establishment que ya había expuesto la generación “iracunda”, liderada por John Osborne. Home, cuya primera puesta fue dirigida por Anderson, con John Gielgud y Ralph Richardson en dos de los papeles principales, y que el mismo director adaptó luego para la televisión británica, despliega diversas lecturas a partir de la interacción entre dos hombres y dos mujeres, en lo que al comienzo parece ser una casa de campo pero luego se nos revela como un hospital psiquiátrico, de modo que el “hogar” al que se refiere el título es, ante todo, un refugio de los mandatos y las represiones sociales.